"En los Estados Unidos hay un secuestro cada 2 segundos. Muchos no salen con vida pero algunos logran sobrevivir por su fuerza de voluntad, la capacidad de superar la astucia de sus captores... o pura suerte. Los propios protagonistas cuentan en el programa cómo fue la peor experiencia de sus vidas."
Esa es la presentación que hace el canal Discovery en español de la serie Secuestrados, la cual, tras un tiempo fuera de la grilla ha vuelto a la pantalla. Los mejores programas de Discovery son precisamente aquellos en que la realidad queda incompleta y el misterio ante lo ocurrido prevalece, por lo tanto, hay que recurrir a la imaginación para intentar completar el rompecabezas, al menos en lo referido a posibles conjeturas que permitan entender un poco más, por aproximación, lo ocurrido.
En esa línea de "contenidos verídicos" se encuentran
Secuestrados,
Desaparecidos y
Secretos de la Caja Negra, la cual hace tiempo está en hiato, seguramente porque hoy en día los
aviones son más seguros que antes y no hay tantos
accidentes como para alimentar con buenas historias una serie semanal. En el canal NatGeo emiten una parecida,
Mayday, tan fascinante como la anterior en cuanto a la reconstrucción casi milimétrica de un accidente aéreo con víctimas mortales.
Secretos de la Caja Negra y Mayday pueden resultar apasionantes para quien crea que del error humano siempre se puede aprender algo, pero seguramente han de generar ansiedad y fomentar el miedo a volar en aquellos que no creen que los aviones sean una forma confiable de transporte. Así como las productoras de Secretos de la Caja Negra y Mayday deben esforzarse para originar nuevos episodios, lo contrario ocurre con los de Secuestrados, pues el secuestro se ha convertido en una industria mundial, de entre las peores de todas.
Con similitud de contenido a Desaparecidos, Secuestrados demuestra que si bien hay quienes creen que el mundo es más pequeño que antes –percepción a la cual ha contribuido la idea de globalización- es todavía fácil desaparecer, o bien que lo desaparezcan, sin que la familia ni la policía vuelva a saber nada más de la víctima. Es una de las características alarmantes del mundo de terror en el que vivimos.