Con el cierre de Game of Thrones no nos van a faltar series de fantasía y épica dispuestas a llenar el vacío (y buscar ansiosas el éxito) de la creación de George RR Martin. Ya hay varias que han salido al ruedo pero la primera que probablemente haya generado repercusión potente (de hecho, de las pocas que efectivamente han despertado interés y masa de fans casi que de inmediato, así fuera porque ya tenía apoyo desde antes) es esta adaptación de los libros del polaco Andrzej Sapkowski que habían tenido antes su buena ración de adaptaciones audiovisuales.
Una breve recapitulación para los despistados: la saga de Sapkowski –ocho libros, una vez el propio autor pasó en limpio y acomodó sus primeras publicaciones– eran un exitazo literario cuando le ofrecieron adaptarlos a película primero y serie después en su país natal, a lo que el buen hombre aceptó para llevarse un palmo de narices: nunca circuló internacionalmente, pero los conocedores coinciden en que la versión polaca es un sinsentido bastante mal realizado y que poco y nada tiene que ver con las novelas.
Uno pensaría que luego de eso, allí quedaba la cosa. Sin embargo, su consagración internacional no devendría ni del cine, ni la TV, ni del original en narrativa. The Witcher es, antes que nada, una imponente saga de videojuegos que se cuenta entre las más exitosas, jugadas y vendidas del mundo entero. Vendidos los derechos por apenas US$ 9.500 (no hay caso, Sapkowski no pega una a la hora de las adaptaciones) se transformó a lo largo de sus tres entregas (más dos juegos de cartas complementarios) en una de las franquicias más vendidas del mundo de los videojuegos (a modo de ejemplo,The Witcher 3 lleva vendidas más de 10 millones de copias en todo el mundo). Y, con el espaldarazo que significaron esos tres juegos, entró Netflix en la ecuación y aquí estamos.
¿De qué va The Witcher? Nuestro protagonista es Geralt de Rivia, un cazador de monstruos, una suerte de mutante y uno de los últimos que queda haciendo esto en estos reinos fantásticos que nos serán presentados –reinos, personajes y nombres, muchos nombres aunque el general, el del mundo todo es simplemente “El Continente”– a toda velocidad en una sucesión de nombres tirados a la marchanta que harán hasta molesto tratar de seguir y entender qué está pasando (y cuando está pasando).
Pero si uno acepta, y tiene algo de paciencia para el primer tercio de la temporada, tenemos claro que nuestros protagonistas y las líneas narrativas son tres: el Witcher del título (Henry Cavill en una excelente elección, quien a puro carisma y mínimos comentarios construye un gran protagónico) que va cazando monstruos por aquí y por allá. Cirilla (Freya Allan, otro gran acierto) la princesa desventurada de un reino al que es prácticamente erradicado ni bien arranca la serie y se dedicará a escapar lo mejor que pueda, perseguida por razones que iremos comprendiendo de a poco. Y Yennefer (Anya Chalotra, con el personaje que probablemente sea el más interesante de todos) una chica jorobada que es una aprendiz de mago extremadamente poderosa e independiente quien comenzará su aprendizaje en una escuela de hechicería.
Las tres historias irán avanzando por su lado y –spoiler– el chiste será ir viendo cómo terminarán confluyendo las tres en la misma, algo que pasará recién al final y nos dejará todo servido para una segunda temporada. La trama general gira sobre un derecho ganado por Geralt, al que se opone en un principio, y los problemas que esto genera (al parecer en este universo no es posible escamotearse del propio destino sin consecuencias nefastas) tanto para él como para "El Continente".
Los personajes se van construyendo de a poco y a los tres protagonistas se irán sumando varios secundarios que en tal o cual momento los irán acompañando. Tenemos a Jaskier (efectivo Joey Batey) como el infaltable bardo que cantará la gesta del cazador de monstruos), a Tissaia (la siempre contundente MyAnna Buring, a quien varios recordarán de Ripper Street), la maestra bruja de Yennefer, misteriosa como la que más) y a Stregobor (Lars Mikkelsen, el hermano mayor de Mads y la confirmación de cómo el talento corre en esa familia; lo más parecido que hay a un villano a largo plazo) y aportando su granito de arena a la construcción de este mundo complejo, variado y muy peligroso.
Por momentos algo confusa y con algunos problemas de producción. No es que falte plata, sino que parecen no saber cuando usarla (sobre el aspecto visual de algunos de los monstruos mejor ni hablar). The Witcher es una de esas series que va ganando con cada capítulo. De hecho, construir uno mismo su narrativa temporal es desafiante y es de agradecer una serie que apueste por un espectador participativo e inteligente, quien debe poner de su parte bastante (y si es fan del sword and sorcery mucho mejor) y aceptarla cómo lo que es: parte un placer culposo, parte una serie de genuino entretenimiento.
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