Todos somos Robert Silva

Hay que evitar los episodios agraviantes al presidente del Codicen. Dicen mucho de nuestra cultura y de quienes tienen la educación en sus manos.

Tiempo de lectura: -'

04 de septiembre de 2022 a las 05:01

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Los ataques físicos y verbales al presidente del CODICEN Robert Silva se multiplican y se incrementan a medida que avanza la reforma educativa y sobre todo a medida que el presidente del organismo trata de explicar en qué consiste la reforma, porque hay muchos que se oponen sin haberse enterado de qué se trata. 

Todo comenzó el 20 de agosto cuando la casa de Silva fue grafiteada, hecho que el propio jerarca anunció en su Twitter. “Hoy mi hogar amaneció así. (Y publicó una foto del escrache en que se lo acusa de robo). La agresión y la intolerancia no detendrán el cambio en la educación, proceso en el que estamos y seguiremos”. Silva, con gran dignidad se encargó de limpiar personalmente la fachada escrachada de su casa. Aunque ello no quitó el hecho del escrache: Silva quedó expuesto ante la sociedad de forma increíble, propia de quienes nada saben de diálogo y menos de democracia.

El proceso de violencia siguió el 25 de agosto en Florida cuando un grupo de docentes increparon al presidente Luis Lacalle Pou. Aunque luego ningún gremio se quiso hacer responsable de lo ocurrido no cabe duda de que el cántico “Te puso el Fondo (Monetario Internacional), Cuquito botón / a  vos te puso el Fondo, Cuquito botón/te vendés a los yankis, entregás el país/ sos un hijo de yuta, te tenés que ir”, es super ofensivo a la dignidad presidencial. Aunque la defensa de un docente era que no se usó la expresión “hijo de puta” sino “hijo de yuta” (Policía), la frase sigue siendo agraviante y la similitud de tres de las cuatro letras de la dichosa palabrita llama poderosamente la atención. Por lo demás, ¿ser “hijo de policía” es algo malo como para endilgarle al presidente? ¿a cuento de qué? Puede variar una letra, pero la intención de los manifestantes es bien clara. Y al tener que aclarar lo que querían decir, oscurecieron.

Por último, este jueves 1, Robert Silva concurrió al evento “Cara a Cara” organizado por ANEP en el Cerro para explicar la reforma. Simultáneamente, el Centro de Estudiantes de Magisterio (CEM) de Montevideo anunció una concentración en dicho evento con una referencia a las pintadas que se realizaron en agosto en la casa de Robert Silva. Nuevamente cánticos ofensivos, cero diálogo y esta vez un ataque a la camioneta en la que se desplazaba Silva. 

Quizá ya cansado de tanta agresividad sin que nadie dé la cara, Robert Silva, denunció ante Fiscalía las agresiones que recibió a la salida del evento. La Fiscalía investigará pero difícilmente llegue a nada. Todos estas agresiones son en la sombra y los gremios inmediatamente se deslindan, aunque en sus comunicados no dejan de usar un lenguaje violento hacia la reforma. 

Por suerte Robert Silva no se deja amilanar y toma más coraje: "Ni los insultos, ni los golpes, ni las amenazas, ni las roturas de vidrios, ni las pintadas en mi hogar van a detener la imprescindible transformación de la educación que el país necesita” expresó después de los ataques en el Cerro.

Pero el problema no es la falta de coraje de las autoridades sino la agresividad de quienes se sienten “dueños” de la educación en Uruguay: los gremios docentes. Se oponen a todo tipo de reformas, vengan de donde vengan. Se opusieron a la reforma de Germán Rama que instaló escuelas de tiempo completo con el beneficio adicional de asegurar alimentación diaria a los alumnos; se opusieron a las reformas del gobierno de Mujica en el que se había conseguido consenso de los partidos con representación parlamentaria; se opusieron a las reformas del segundo gobierno de Tabaré Vázquez en el que se propuso cambiar el ADN de la educación. Se oponen ahora a la reforma de la Coalición Multicolor que pretende poner orden y concierto en las estructuras educativas, acusándolas de ser “privatizadora”. Se opusieron, aunque los agarró desprevenidos, al Plan Ceibal. Se oponen a todo, venga del gobierno que venga.

La única propuesta que sirve es “aumentar el presupuesto” que es igual a “aumentar los salarios”. Pero toda reforma sobre la gestión de los centros de enseñanza, sobre la evaluación de su gestión, sobre la justificación de la necesidad de mayores recursos, sobre la necesidad de explicar la intolerable deserción en el nivel secundario son automáticamente rechazadas. 

Parece que efectivamente  no se puede hacer reforma alguna sin los gremios. Pero con los gremios tampoco, porque no quieren las reformas que el país necesita.
El ministro de Educación, Pablo Da Silveira, dijo recientemente que el apoyo no era imprescindible y como prueba de ello estaba el Plan Ceibal. Es cierto. Pero también es cierto que Tabaré Vázquez, conociendo a los gremios docentes, puso en Plan Ceibal en manos del LATU y por fuera de los círculos educativos.

Cuando los gremios se dieron cuenta de la jugada, los niños uruguayos disfrutaban de las “ceibalitas” y nadie en la tierra se las hubiera podido quitar. O sea, quizá no sea tan fácil hacer una reforma educativa que requiera cambio en los comportamientos docentes. Quizá haya que diseñar algo tan atractivo para los niños como el Plan Ceibal. 

Alegra ver los buenos ánimos de Robert Silva y de las demás autoridades. Pero la reforma no será sencilla. Hay mucha oposición per se y a cualquier cosa. Mientras tanto, hay que evitar los episodios agraviantes al presidente del Codicen. Dicen mucho de nuestra cultura y de quienes tienen la educación en sus manos.
 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.