Las autoridades del movimiento islamista talibán les prohibieron a varias oenegés trabajar con mujeres.

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Tres ONG suspendieron sus tareas en Afganistán tras el veto talibán a emplear mujeres

La prohibición pone en riesgo servicios de atención médica, educación, protección infantil y nutrición en un momento en que la más de la mitad de los afganos padece hambre
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26 de diciembre de 2022 a las 05:00

En medio de una crisis alimentaria que afecta a más de la mitad de la población urbana y rural, tres importantes oenegés internacionales anunciaron que suspendieron sus programas de ayuda en Afganistán debido a que las autoridades del movimiento islamista talibán les prohibieron trabajar con mujeres, veto que llega en el marco de las crecientes restricciones que impide a las mujeres acceder a la educación, como así también a espacios de esparcimiento y puestos en la administración pública, entre otras medidas que cercenan sus derechos más elementales.

Salven a los Chicos, el Consejo Noruego para los Refugiados y la Cooperativa de Asistencia y Socorro en Todas Partes (CARE Internacional, por sus siglas en inglés) explicaron mediante un comunicado conjunto que suspenderán sus actividades en todo el territorio afgano hasta obtener aclaraciones por parte de los talibanes sobre la prohibición anunciada en forma oficial por las autoridades de Kabul. "Exigimos que hombres y mujeres puedan continuar en igualdad de condiciones con nuestra ayuda para salvar vidas en Afganistán", señalaron en un texto que recoge la agencia de noticias AFP.

El comunicado se conoció horas después que el Ministerio de Economía de Afganistán ordenara a todas las organizaciones de ayuda humanitaria que dejaran de emplear a mujeres bajo la amenaza de perder su autorización para operar, directiva que no especificó si la restricción alcanzaba también a las mujeres extranjeras y que el gobierno talibán justificó señalando que no usaban el velo islámico en forma correcta. Una medida que, según los observadores internacionales, pone en riesgo los servicios de atención médica, educación, protección infantil y de nutrición que vienen desarrollando las tres entidades en medio del desplome de las condiciones humanitarias.

“Hemos cumplido con todas las normas culturales y simplemente no podemos trabajar sin nuestro dedicado personal femenino, que es esencial para que podamos acceder a las mujeres que necesitan asistencia desesperadamente”, explicó Neil Turner, jefe del Consejo Noruego de Refugiados para Afganistán, quien precisó que la organización cuenta con un total de 468 mujeres en el país.

Una “decisión devastadora”

La toma del poder por parte de los talibanes en agosto de 2021 hizo que la economía de Afganistán cayera en picada y transformó el país, acuciado ahora por una terrible sequía y las todavía presentes consecuencias del catastrófico terremoto que causo miles de muertos y heridos a fines de junio pasado en el suroeste del país, cataclismo que, además, dejó a cientos de miles de personas sin hogar, lo que agudizó la ya dramática situación de millones de personas que se vieron empujadas a la pobreza extrema. Una crisis social agudizada a su vez por las sanciones a los gobernantes talibanes, la interrupción de las transferencias bancarias y el congelamiento de miles de millones de dólares de las reservas de Afganistán, país que ve restringido el acceso a las instituciones globales y al dinero externo que respaldaron una economía muy dependiente de las ayudas internacionales, incluso antes de la retirada de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN.

El mes pasado, Martin Schuepp, alto funcionario del Comité Internacional de la Cruz Roja, advirtió que más afganos deberán luchar por sobrevivir a medida que las condiciones de vida se deterioran y el país se prepara para ingresar en su segundo invierno boreal bajo el gobierno talibán, condiciones que se agravarán si finalmente las oenegés interrumpen una asistencia que se considera vital para millones. “Las mujeres son fundamentales para las operaciones humanitarias en todo el mundo”, dijo el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken. “Esta decisión podría ser devastadora para el pueblo afgano”, agregó con relación a la prohibición.

Por su parte, el secretario general de Naciones unidas (ONU), Antonio Guterres, dijo estar “profundamente perturbado” por los informes de las organizaciones de ayuda humanitaria.

“Naciones Unidas y sus socios, incluidas organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, están socorriendo a más de 28 millones de afganos que dependen de la ayuda para sobrevivir”, dijo en un comunicado. En el mismo sentido se pronunció el Comité Internacional de Rescate. La oenegé creada por iniciativa de Albert Einstein en 1933 para oponerse a las políticas raciales de Adolf Hitler, aunque no precisó si suspenderá sus actividades, destacó que cuenta con unas 3.000 colaboradoras en todos Afganistán y que sin ellas le resultará casi imposible seguir con sus tareas.

Hasta el momento, Abdul Rahman Habib, vocero del ministro de Economía, Qari Din Mohammed Hanif, solo ratificó que a cualquier organización que no cumpla se le revocará licencia, pero se negó a comentar la decisión adoptada por la tres oenegés, como así también a dar detalles sobre una prohibición que sumada a las anteriores replica las restricciones de fines de la década de 1990, cuando los talibanes, antes de ser desplazados por las fuerzas lideradas por Washington, prohibieron a las mujeres el acceso a la educación y a los espacios públicos.

Primeras protestas

Pese al severísimo control político que imponen los talibanes, muchos analistas, y también muchas las organizaciones que trabajan en el territorio, advierten que las prohibiciones, en especial en la que veta el acceso de las adolescentes y las jóvenes a estudios medios y universitarios, han comenzado a generar protestas en las principales ciudades. Este fin de semana, en la ciudad occidental de Herat, donde días antes los manifestantes fueron dispersados ​​con cañones de agua, la gente abrió sus ventanas y coreó “Allahu Akbar” (Dios es grande) en solidaridad con las estudiantes. Protesta similar a la registrada en la ciudad sureña de Kandahar, donde cientos de estudiantes varones boicotearon sus exámenes finales de semestre en la Universidad Mirwais Neeka en solidaridad con sus compañeras.

“Trataron de dispersarnos, así que cantamos consignas, luego otros se nos unieron”, dijo a la agencia de noticias AFP uno de los manifestantes bajo reserva de identidad. “Simplemente nos negamos a movernos y los talibanes comenzaron a disparar sus rifles al aire. Vi a dos personas que fueron golpeadas, una de ellas en la cabeza”, agregó. Al igual que en otras ocasiones, la autoridad local negó que hubiera existido una protesta y argumentó que algunas personas que se hacían pasar por estudiantes y profesores fueron detenidas.

“Infierno en la Tierra”

A finales del año pasado, David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos (PMA), describía la situación en Afganistán como un "infierno en la Tierra". Aunque desde que los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021 han cesado los disparos, los bombardeos y los combates, la crisis social se ha agravado. Unos 18 millones de afganos sufren escasez de alimentos, según el PMA. El problema al que se enfrentan las oenegés es la falta el dinero. Las ayudas alcanzan para apoyar a 10 millones de personas, según Mary-Ellen McGroarty, directora del PMA en el país. La consecuencia: las oenegés deben priorizar entre los más necesitados. “Un proceso extremadamente difícil y a menudo desgarrador", señala McGroarty.

Según los especialistas, la crisis que azota al país tiene múltiples causas. Por un lado, la pobre infraestructura debido a décadas de guerra. También el cambio climático, que en los últimos tres años ha provocado sequías, arrasando con los campos de cultivo en muchas zonas y provocado inundaciones en otras, o nieve en pleno verano. Factores a los que suma el terremoto de este año. Sin embargo, según Samira Sayed Rahman, del Comité Internacional de Rescate, el mayor reto es la suspensión de las subvenciones desde el extranjero.

Durante dos décadas, los países occidentales han apoyado a Afganistán en los planos militar, político y, aunque en menor medida, también con fondos para el desarrollo económico. Tres cuartas partes del gasto público se cubrían con dinero proveniente de la comunidad internacional. Tras la llegada al poder de los talibanes, los pagos se interrumpieron. "Había unos 400.000 empleados en el sector público, más unos 200.000 en el de seguridad. Muchos de estos puestos de trabajo han desaparecido; el desempleo está en su punto más alto, al igual que la inflación", explica Rahman.

La redes hawala

A esto se suman la falta de divisas y las sanciones, que hacen casi imposible las transferencias de dinero. Por eso, las organizaciones tienen que recurrir a medios inusuales para que su ayuda llegue.

Elke Gottschalk, directora regional para Asia de la oenegé alemana Welthungerhilfe, explicó en una entrevista a la cadena de noticias Deutsche Welle (DW) que las transferencias deben procesarse mediante redes hawala, un sistema de pagos informal creado hace siglo por los musulmanes basado en la reputación y en la confianza de sus integrantes, clave para envíos de remesas, pero que al ser anónimo también lo aprovechan los grupos terroristas y el crimen organizado.

En la práctica significa que Welthungerhilfe transfiere primero su dinero a un tercer país a una cuenta del agente hawala. "Este agente se encarga entonces de que el dinero llegue a Kabul en efectivo. Allí lo contamos y se puede utilizar", explicó Gottschalk a DW. “También el Comité Internacional de Rescate depende de las redes hawala, pero se trata de algo poco confiable e insostenible”, explicó Rahman. Nora Hassanien de Salven a los Chicos se manifestó en el mismo sentido y agregó que "ninguna ayuda humanitaria resolverá realmente el problema de fondo".

Para la comunidad internacional, al igual que para las tres organizaciones que suspendieron sus tareas, como así también para las que no lo hicieron, el dilema pasa por cómo encontrar una solución de mayor alcance con un gobierno que viola masivamente los derechos humanos y de las minorías, especialmente los de las mujeres y las niñas. Achim Steiner, director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), tiene una posición clara. "Sencillamente, no podemos abandonar a 40 millones de afganos por indignación moral", resumió.

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