Un experto argentino compartió las claves para hablar en público sin sufrir

Es por eso que se dedica, en parte, a enseñar sobre oratoria y storytelling, que puede definirse como el arte de contar historias. 

En una clase presencial que se ofreció en Sinergia Faro el pasado 10 de octubre Carman se refirió a los tipos de historias, a cómo seleccionar la historia ideal para lo que se quiere transmitir, las claves para organizarse y lo que no puede faltar para comunicarse de forma efectiva.

El investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y profesor en Instituto Baikal conversó con Café & Negocios sobre las claves para aprender a hablar en público.

¿Cuál es la importancia del storytelling para poder llegar a los demás con la historia que se quiere contar?

Para mí, contar historias no es un recurso más. Contar historias está a otro nivel. No es como hacer silencio, contar chistes o mostrar imágenes. Sabemos que influyen más los hechos que la palabra, aunque esto vaya en contra de todos lo que enseñamos oratoria. Lo cierto es que los gestos y el ejemplo influyen mucho más que lo que uno pueda decir.

El punto es que con las historias, vos capturas hechos que sucedieron en algún momento, encapsulas los efectos y los trasladas a la audiencia a la que le estás contando algo. Por eso tiene tanto impacto. Son los hechos mismos, no una herramienta más.

Por otro lado, los neurocientíficos lo ven cada vez con más claridad: pensamos en historias. La forma de organizar nuestro pensamiento es contarnos relatos de nuestras emociones y vivencias. El cerebro piensa en historias. Por lo tanto si le narras historias a la gente, ya le estás hablando en el idioma que corresponde, no tiene que hacer la conversión. 

Además, lo que mueve a la acción son las emociones. Mucho más que la razón y los argumentos. Y contar historias está en el nivel de la emoción.

También funciona de manera increíble para memorizar. Si querés que alguien se acuerde algún dato, metelo en una historia. Siempre hago un ejercicio de dar un listado de 10 objetos y después les cuento una historia. Después, sin ningún aviso previo, les pido 10 datos de esa historia. El resultado es que la gente recuerda 8 o 9 objetos del relato y solo 3 o 4 de la lista de objetos. Si logras enlazar el contenido que querés transmitir en una historia se fija mucho más.

Camila Casas

¿Cuáles son las principales barreras que se le presentan a quienes se presentan ante una audiencia?

La obvia y no por eso menos real, es el miedo escénico o el pánico que nos agarra a todos cuando queremos hablar en público. Lo importante es distinguir entre el pánico y los nervios habituales que se producen cuando uno quiere compartir algo que preparó mucho y que puede no salir como se espera. Esos nervios te dan adrenalina y te despiertan, ayudan. 

El tema es cuando el miedo te paraliza. Hay que detectar concretamente qué es lo que te da miedo. Si es a quedarte con la mente en blanco, a que no te entiendan, a que te sobre tiempo. O a que te hagan una pregunta y no sepas cómo contestar.

Muchas veces se arregla atacando la causa del temor. Por ejemplo, contra el olvido, tener un apunte de lo que vas a decir. También funciona anticipar las posibles preguntas que te pueden llegar a hacer. Así se van superando estos temores. En mi experiencia, he visto cambios increíbles con estas sencillas prácticas. Puedo asegurar que cuando uno está más tranquilo, empieza a disfrutarlo y se transforma en un círculo virtuoso. Cada vez disfruta más, y por eso le sale mejor. Y por eso lo disfruta más y sale aún mejor. 

Por supuesto, la preparación previa es fundamental.  A veces uno se enfoca en el contenido, pero no prevé cómo arrancar, que es el momento en que uno está más nervioso. Otro punto es preparar el final. Esto es evidente cuando escuchas una charla  y notás que el orador no sabe cómo terminar. Es como un avión que está a punto de aterrizar y levanta vuelo de nuevo. La suma de todo esto hace que las charlas salgan más redonditas.

¿Qué tiene que tener en cuenta un orador a la hora de seleccionar una historia que encante al auditorio?

Para elegir qué historia contar lo primero que uno tiene que preguntarse es qué es lo que se quiere lograr en la audiencia a través de la historia. El objetivo no siempre es el mismo. Algunas sirven para presentarte frente a un auditorio que no te conoce. Te presentas contando una anécdota de tu vida en lugar de hacerlo leyendo tu currículum. En cada caso, hay que elegir la característica que querés destacar y buscar una historia que la refleje. 

Hasta es posible, con la historia adecuada, romper prejuicios que supones que el auditorio tiene respecto de vos. Pueden pensar que no tengo nada de contenido y entonces contrarresto con una historia que me muestra profundo. O piensan que soy aburrido, así que me muestro divertido. Lo importante es elegir una historia que esté acorde con la emoción que quiero transmitir.

Hay y tenemos muchos tipos de historias. Pero hay que encontrar aquellas que sirven para ilustrar una idea, para explicar algo. Pero siempre, primero tener claro el objetivo y después elegir la historia. 

¿Qué características recomienda que tengan esas historias?

En general, son mejor las historias breves que las largas. También es mejor una historia narrada en primera persona que contar algo de otro. Y claro, son mejores las historias basadas en hechos reales que las inventadas.

¿Qué consejo le daría a quien quiere iniciarse como orador?

Al que quiere ser expositor, se puede sumar al taller que estamos dando en Baikal  sobre oratoria y storytelling. Es un ambiente muy contenedor donde los alumnos van dando sus primeros pasos y dando charlas frente a iguales que están en la misma situación. Es un entorno para animarse, recibiendo feedback de manera constructiva y agradable. Lo puede hacer desde cualquier lugar del mundo porque el taller se realiza en modalidad virtual y queda disponible la grabación de cada clase por una semana.

Es importante además ir asumiendo compromisos que gradualmente te exijan cada vez más. No sería recomendable empezar dando una charla en la ONU. Hacelo en un cumpleaños, en una charla con amigos o con colegas en el trabajo. También es bueno que las charlas se practiquen en conversaciones personales. En esos casos, el costo del error es mínimo. Hay que lanzarse, sí, pero de a poco. Tomás de Aquino dice que se desembarca en el mar conduciéndose a través de los pequeños riachuelos; y a las grandes charlas se llega a partir de estas pequeñas charlas familiares, entre amigos o pares.

Y hay que lograr no solo que la charla salga espectacular, sino además que el orador la pase bien. Eso redunda en la charla, la retroalimenta. En la medida en que vos difrutás más y sufrís menos, eso va haciendo que la charla salga mejor. Para eso, se puede conectar emotivamente con el contenido y también, protegerse emocionalmente de malas noticias. Por ejemplo, una hora antes de la charla, no abras WhatsApp. Pequeñas prácticas como esta, ayudan a que uno esté más tranquilo y disfrute de la charla tanto como aquello que nos están escuchando.