Opinión > Editorial

Un mal camino

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29 de abril de 2019 a las 08:40

Es lamentable, aunque no debería llamar la atención, la actitud del PIT-CNT en diversos asuntos políticos o sindicales que lo alejan de lo que debería ser su principal papel en defensa de los intereses directos de los trabajadores. En la prédica de varios de los referentes de la central única de trabajadores sigue estando en alto banderas ideológicas que, aunque vetustas, hoy se visten en el ropaje de movimientos populistas de izquierda, particularmente en algunos países de Europa. 

El episodio más reciente–y muy preocupante por la estocada que ha provocado al estado de derecho y la imagen del Uruguay en el exterior– es el respaldo al radical sindicato de la compañía Montevideo Gas, que el jueves pasado violó un fallo judicial que prohibió a un grupo de trabajadores afiliados al gremio la toma de “control obrero”. 

Durante 12 horas, la Unión Autónoma de Obreros y Empleados de la Compañía del Gas tomó ilegalmente la gestión de la empresa con el apoyo del PIT-CNT. La medida de control obrero incurrió en violaciones jurídicas de diferentes jerarquías. Según explicó a El Observador el experto laboralista Matías Pérez del Castillo, los trabajadores involucrados tuvieron una “notoria mala conducta”; la firma concesionaria Petrobras podría reclamar al sindicato por daños y perjuicios y estaría en condiciones de iniciar un juicio de responsabilidad civil; y el Ministerio de Trabajo tendría que sancionar al gremio de trabajadores por incumplir con el decreto 165/006 que regula el derecho de huelga. Y, además, cabría una denuncia penal bajo la figura de desacato.
El PIT-CNT, que muchas veces actúa como si se creyera un poder más dentro del Estado, ha cuestionado el fallo de la Justicia. Su posición durante el conflicto lo ha convertido en un cómplice de las flagrantes violaciones jurídicas que en el fondo buscan la estatización del servicio de gas natural. 

Podríamos referirnos a otras posiciones ideológicas del PIT-CNT que representan una afrenta a la democracia, como el apoyo incondicional a la dictadura de Nicolás Maduro, en Venezuela, o al régimen cubano. 

Y algo que debería preocuparnos es que visiones sindicales radicales sobre diferentes aspectos de la vida del país terminan, primero, predominando en la central sindical, y a continuación, incidiendo en el sistema político por la influencia que el PIT-CNT tiene sobre el gobernante Frente Amplio. El exdirigente sindical Richard Read, que se declara votante del Frente Amplio, planteó su preocupación de que el PIT-CNT se termine transformando “en el brazo de poder político del gobierno”. Si no cambia de rumbo, “va a terminar en una situación de crisis importante de identidad, de definición y de pérdida de lo que fue históricamente el movimiento sindical, que es tener independencia del poder político, del poder partidario de las empresas”, dijo en radio Montecarlo. 

El estrecho vínculo entre el PIT-CNT y sectores del Frente Amplio no es una buena cosa para un régimen republicano. Es una mala influencia corporativa que trastoca el valor inherente al sistema representativo. La democracia necesita de partidos políticos y de una vigorosa sociedad civil que es el campo de acción de sindicatos independientes. Y mucho más nocivo todavía es que la voz de sectores radicales y fuera de época del PIT-CNT resuenen con potencia en círculos de poder gubernamental.

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