STATE EMERGENCY SERVICE OF UKRAINE / AFP

Un mes de la guerra que también llega hasta acá

Lo que pasó comenzó a hacerse moneda corriente en la sensibilidad de quienes lo vemos

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26 de marzo de 2022 a las 08:39

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Hace poco más de un mes el mundo pareció paralizarse ante la invasión sobre la que muchos alertaban, pero que  muy pocos creían que efectivamente sucedería. Vladimir Putin amenazó y amenazó, movió fichas en diversos puntos de la frontera con Ucrania, jugó al negociador con líderes europeos y más, pero al final ordenó el inicio de la invasión (aka “operación militar”, según Rusia).

Lo que pasó en este mes es catastrófico y, sin embargo, la guerra ya comenzó a hacerse moneda corriente en las noticias, en la sensibilidad de quienes la vemos de lejos y hasta en los temores que disparó en sus inicios. En un mes murieron más de 1.000 civiles, según datos de la ONU, hay tres millones de refugiados en países europeos, diez millones de desplazados por los ataques, y ciudades como Mariúpol totalmente destrozadas. 

En poco más de un mes pasamos de que casi nadie creyera que la invasión se haría realidad, a que buena parte del mundo comenzara a ver el conflicto como una especie de videojuego que se transmite por la tele y en las redes sociales. Como suele suceder cuando una guerra se extiende (el ejemplo más cercano es Siria y Afganistán), los ciudadanos comunes y corrientes –y también muchos que toman decisiones– pronto le bajan la cortina al horror y en el camino eligen olvidar lo que está sucediendo “allá”. A diferencia de otras guerras igual de horrendas, esta que afecta al corazón de Europa tendrá sus consecuencias allá, pero también acá.

Allá ya se desató una crisis humanitaria que planteará enormes desafíos en el continente europeo. Del país de 40 millones de habitantes ya se fueron tres millones en solo un mes. La crisis de refugiados, que ya era muy compleja de manejar en Europa antes de este conflicto, ahora se agravó exponencialmente.

Los países vecinos reciben como pueden un enorme caudal de personas; por ahora los ayudan con refugios, comida y vestimenta, pero en poco tiempo cada país, cada ciudad, deberá tomar decisiones de fondo sobre donde vivirán y trabajarán estas personas por un período prolongado, que es lo que por ahora permite adivinar una guerra que Rusia imaginó veloz pero se develó lenta por la resistencia ucraniana, apoyada por armamentos y recursos de la OTAN.

Es probable que los países más afectados por el flujo constante de refugiados pidan asistencia económica de la Unión Europea. Será un cambio enorme en la propia concepción que Europa tiene de Europa, uno que no logró procesar bien con los refugiados sirios o los que provienen de África. 

La crisis humanitaria que hoy vive Ucrania será mucho más extensa y afectará también a las economías menos desarrolladas, como las de América Latina. Esta semana la FAO alertó por una posible crisis alimentaria en la región, consecuencia de economías y sistemas que ya venían castigados por la pandemia y que ahora sufren los efectos de la guerra por partida doble. Rusia y Ucrania producen el 30% del trigo del mundo y Rusia, además, es el principal exportador de los fertilizantes de los que dependen en buena parte los países latinoamericanos para que sus cultivos prosperen.

“Antes de la guerra en Ucrania habíamos dicho que el índice de precios era el más alto del siglo y ahora la guerra complica muchísimo los valores de trigo, aceites, abastecimiento de fertilizantes con precios inaccesibles, lo que deja un escenario complejísimo”, dijo Julio Berdegué, representante de América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Esta disrupción gigante en las cadenas de producción de alimentos es lo que hizo que países como Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay solicitaran que se excluya a los fertilizantes de las sanciones occidentales a Rusia. Al aumento de los precios de los alimentos, que ya se experimenta, se le sumará en los próximos meses cultivos que no generarán la cantidad de alimento que se había planeado.

Las simulaciones de FAO para 2022 muestran dos escenarios. Uno moderado en que los precios del maíz aumentan 8% y trigo 8,7%, lo que implicaría 7,6 millones de personas adicionales en condición de hambre para fin de año. En un escenario severo el precio podría aumentar 21,5% para el trigo, 19,5% para el maíz y 17,8% para aceites vegetales. Unos 13 millones de personas más caerían en condiciones de hambruna. Todo esto en una región en la que el hambre afecta a 60 millones de personas, su punto más alto en 20 años, en la que 22 millones se sumaron a la pobreza en 2020, en la que la inseguridad alimentaria afecta a cuatro de cada 10 personas – 267 millones.

Además de todo lo anterior, no hace falta más que ir al supermercado o cargar nafta para notar que las consecuencias económicas de la guerra ya están entre nosotros.

La inseguridad alimentaria y el alza en los precios de la comida son además un buen caldo de cultivo para la inestabilidad política. Hace 10 años el aumento del precio de los granos hizo que en Egipto el precio del pan se incrementara en un 37%; se considera que fue uno de los disparadores de la Primavera Arabe.

Las restricciones económicas que Occidente ha puesto en efecto para intentar castigar a Rusia son varias y algunas muy severas, pero no llegan aún al Juan Pueblo ruso, desinformado por medios controlados por el Estado, por lo cual parece improbable que la gran mayoría de la población rusa haga fuerza para que Putin caiga.

En Europa, en cambio, ya se padece el aumento de los costos derivados de la alta dependencia del gas ruso. Mientras que se suman medidas punitivas, Europa le manda a Putin unos 1.000 millones de dólares por día, para que no les cierre la llave de paso del combustible. Una guerra es en sí misma impredecible, porque ya se cruzó la línea de la violencia que nos mantiene del lado “humanizado” de la vida. Una guerra provocada y conducida por Putin, es impredecible a la enésima potencia. Lo que el líder ruso pensó sería una entrada triunfal y rápida a territorio ucraniano, se ha convertido en una carnicería que no da señales de amainar.

El plan A de Putin tal vez fracasó, pero tanto el B, el C o cualquier otro que se ensaye, dejará muchas víctimas. El hecho de que Europa ya esté sobrepasada por los refugiados es en cierta forma una victoria para el líder ruso, que intenta alejar a la OTAN de su territorio y que, según algunos analistas, fantasea con que la alianza le pida al presidente ucraniano que se rinda o acepta algún acuerdo muy desfavorable para su país.  

Tal vez lo que se viene no será la tercera guerra mundial ni una nueva Guerra Fría en el sentido más tradicional, pero ciertamente se está configurando un escenario muy diferente a la larga “paz” (muy interrumpida, ciertamente) que se vivió luego de las guerras mundiales. En el tablero del poder China aparece como aliado ruso, pero un aliado lejano que intenta no hacer mucho ruido para no enojar más a la Unión Europea, el principal mercado de sus exportaciones. Hace un mes que la guerra se instaló en Ucrania. Es mucho tiempo en vidas y pérdidas materiales, pero muy poco para olvidarnos ya de que esta crisis recién empieza y que nos afecta y afectará a todos.

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