La carrera de Damián Frascarelli parecía tener un antes y un después cuando en 2008 se puso la camiseta y los guantes del equipo de su vida: Peñarol.
Sin embargo, el arquero que venía con credenciales de salvador en Miramar Misiones vivió una pesadilla. Apenas puso la firma que lo vinculaba a los mirasoles, viajó a Hong Kong, donde se rompió los ligamentos en el primer entrenamiento, una lesión que lo dejó fuera por seis meses.
Tuvo que tragarse la bronca y volver a empezar. Otra vez a pararse bajo el arco de equipos que peleaban por permanecer en la divisional de privilegio del fútbol uruguayo.
Central Español y Cerro fueron sus destinos antes de que el pasaporte marcara el primer sello.
Se fue jugar a APOP Kinyras Peyias FC de Chipre, adonde llegó sin traductor y sufrió el cambio, aunque sus buenas actuaciones le valieron el pase a Omonia Nicosia, uno de los equipos grandes del exótico mercado.
En Chipre arrancamos con otro idioma, yo no tenía traductor ni nadie que me explicara las cosas y no entendía nada del idioma. "Con la comida también era bravo, no había carne de vaca. Con mi señora vivíamos a carne de cerdo y ensaladas. La distancia con Uruguay hizo que no pudiera ver a mi familia por mucho tiempo", cuenta Frascarelli a El Observador por teléfono, desde un cómodo hotel de Santiago.
De Chipre, las anécdotas se multiplican y hay algunas que son inimaginables para la sociedad uruguaya. "En Navidad estaba desesperado por comprar carne y compramos cuatro churrascos para hacer a la parrilla. Me salieron 70 dólares, pero nos dimos un gusto", agrega entre risas.
Luego de un año y medio en suelo europeo volvió a Uruguay para jugar en Bella Vista y en River Plate, donde sus grandes actuaciones lo volvieron un arquero codiciado y le dieron la posibilidad de volver a emigrar para jugar en Ñublense de Chile, donde se siente muy cómodo: "Lo primero es que pude mantener una regularidad, que está bueno, porque me reconocen el rendimiento".
En Chile encontró la calma y la regularidad, aunque los movimientos sísmicos y los vuelos son un calvario del otro lado de la cordillera.
"Chile tiene costumbres igual a las nuestras. Eso te apoya y te da un plus para adaptarte. En Chipre estaba solo y recién a los cuatro meses fue mi pareja. En Chile se vinieron todos. Por la seguridad y por la forma de vida, es más fácil. Es un lugar muy tranquilo y se vive bien. Tengo un nene que cumplió 1 año y la verdad estoy muy cómodo acá", afirma el arquero, que sufre los aviones y los fenómenos naturales que ocurren en el país trasandino.
Ñublense se encuentra en la localidad de Chillán, a 500 kilómetros de Santiago de Chile, y tiene un aeropuerto chico, que no permite el despegue de aeronaves hasta la capital, por lo que cada viaje a la gran ciudad chilena es en ómnibus, algo que a Frascarelli no le molesta: "Los vuelos a Calama, por ejemplo, son complicados porque es desierto y no sé por qué al avión se mueve mucho. El movimiento en Chile es muy común. Una vez en el vestuario yo sentía que las paredes se movían un poco y los demás compañeros se dieron cuenta al toque que era un terremoto. Llamamos para todos lados pero por suerte no pasó nada. Acá hubo terremotos que partieron casas a la mitad", contó. El uruguayo tiene contrato hasta mayo con opción a extenderlo por tres temporadas más.
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