Una de las fotos de la reunión en Wahington entre ambos mandatarios

Opinión > TRIBUNA

Una buena noticia

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recibió el pasado martes a su par uruguayo, Luis Lacalle Pou, en una reunión que duró casi una hora y media
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17 de junio de 2023 a las 05:00

La sorpresiva (y quizá inesperada)  invitación de presidente norteamericano Joe Biden a su par Luis Lacalle Pou para reunirse en la Casa Blanca el pasado martes 13 fue una buena noticia para Uruguay y para su gobierno. Era una reunión que se anhelaba mucho por parte del gobierno uruguayo y que por razones de agenda y de la pandemia no se había podido concretar antes. Ni siquiera en alguna de las Cumbres multilaterales a las que asisten todos los presidentes.

Aunque la posibilidad de una invitación sobrevolaba el viaje de Lacalle a Nueva York a recoger un premio del Consejo para las Américas, la confirmación de la misma se dio cuando nuestro presidente había aterrizado en Estados Unidos. Y la reunión, que no estaba en la agenda del presidente Biden para ese martes, tuvo una duración de casi una hora y media, señal de la importancia que le concedió Biden.

Uruguay no solo recibió elogios “como modelo regional y mundial de gobernabilidad democrática”,  su apoyo a Ucrania y la defensa de los principios de las libertades fundamentales en Venezuela (en especial, en la reciente cumbre de presidentes sudamericanos en Brasilia donde Lacalle refutó la afirmación de Lula de que la violación de derechos humanos en Venezuela era solo un relato o una narrativa).

Esta visita, para la que trabajó denodadamente durante meses el embajador uruguayo en Estados Andrés Durán moviendo cielo y tierra, tiene un especial significado. Va mucho más allá del apretón de manos entre ambos presidentes y las consiguientes fotos “para la historia”, o para “la tribuna”.

Llega para Uruguay en un momento muy especial de su estrategia comercial de inserción internacional. Viene después de que China le dijera a Uruguay hace pocas semanas que prefería poner en pausa las negociaciones iniciadas para celebrar un TLC. Ello fue después de la visita de Lula a Beijing, donde nos soltó la mano, y dijo a los chinos que prefería hacer un acuerdo China-Mercosur, que sabemos imposible por el tema Paraguay-Taiwan. Y seguramente Argentina también pidió algo similar, quizá cuando envió al ministro de economía  Sergio Massa de peregrinación a Beijing a buscar dólares o yuanes transferibles a dólares. Está claro que ni Argentina ni Brasil nos quieren dejar salir del Mercosur. Y Paraguay no quiere saber nada con China toda vez que tiene relaciones con Taiwán. Y tampoco nos quiere abrir la mano a nosotros: no tiene nuestra necesidad de abrirse más al exterior.

El acuerdo Mercosur-Unión Europea tiene una pequeña ventana de oportunidad: la presidencia española de la UE, que comienza el 1 de julio por seis meses. Pero el presidente español, si es que alguien logra formar mayoría después de las elecciones del 23 de julio, va a estar muy atareado por problemas internos.

Por eso, la entrevista es bálsamo cae como agua después de la sequía. No es que haya un TLC a la vista. No lo hay ni con demócratas ni con republicanos, al menos hasta las elecciones de 2024. Tampoco es seguro que haya deseo de un TLC de parte uruguaya si cambia el gobierno. El presidente del FA, Fernando Pereira, si bien valoró como positiva la reunión con Biden, inmediatamente agregó “lo que no es bueno son los anuncios que luego no tienen ninguna relación con lo que pasa en Uruguay”, y continuó “no fue bueno haber generado la idea de que un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China iba a resolver el problema del desempleo en Uruguay, cuando al día de hoy no hay una palabra”. Ciertamente, nadie dijo nunca que un TLC iba a resolver el problema del desempleo en Uruguay. Lo que si es claro es que la apertura comercial genera empleo y además nos obliga a realizar reformas estructurales para mejorar nuestra competitividad. Aunque son reformas que no suelen gustar a los sindicatos estatales, muy aferrados a sus privilegios.

La posición del FA sobre un TLC es, pues, un enigma. En 2007, Tabaré Vázquez tuvo una propuesta de Estados Unidos sobre la mesa. Y aunque el presidente la aceptaba, su canciller Gargano y buena parte del FA, no. Tabaré lo intentó con China en su segunda presidencia pero no logró avanzar. No se sabe si el FA no quiere TLC, o no los quiere con USA.

Igualmente, hoy por hoy, no es algo que esté sobre la mesa salvo que venga del Mercosur. Es un tema para después de 2024 donde habrán elecciones tanto en Uruguay como en USA. Y ya se verá lo que deparan.

Lo que si parece claro es que Estados Unidos ha comenzado a tomar conciencia de la creciente presencia de China en la región, tanto en comercio como en inversiones  Y se da cuenta que no puede seguir ignorando a América Latina. La gota que rebasó el vaso fue la noticia, divulgada hace pocos días, de que China está ofreciendo a Cuba miles de millones de dólares a cambio de la construcción de una sofisticada base de inteligencia en la isla.  Una repetición, aggiornada, de la crisis de los misiles rusos de 1962. Y mucho más peligrosa porque es mucho más sutil. Estados Unidos ve que necesita generar alianzas y ayudar a economías más pobres porque si no China las coopta fácilmente. Y eso juega a nuestro favor.

Mientras tanto, para Uruguay se abre un camino para trabajar en puntos concretos. No espectaculares pero si efectivos. Uruguay, decía la publicación Americas Quaterly, tiene que enfocarse en lo que puede controlar: educación e infraestructura, tanto física como digital, para servir de base al sector servicios que ha crecido enormemente y puede hacerlo más aún. Las exportaciones de software pasaron de US$ 216 millones en 2016 a US$ 960 en 2022. Los servicios son un cuarto de nuestras exportaciones pero parece que solo miramos la balanza de bienes. Muy mercantilistas.

Eso si, exportar más servicios implica mejorar drásticamente nuestra educación. Pese a la oposición gremial, el gobierno lo está intentando. Pero por ahora, muchas empresas uruguayas tienen que conseguir mano de obra en países como Argentina y Colombia. El teletrabajo lo permite. Mejor sería generar trabajo uruguayo. Pero no es fácil cambiar culturas que llevan décadas,

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