Cancillería, Twitter de Luis Lacalle Pou

Una nueva triple alianza

Bastó que el canciller Francisco Bustillo presentara en Nueva Zelanda una carta para adherirse al acuerdo Transpacífico, para que los socios del Mercosur hicieran una protesta

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04 de diciembre de 2022 a las 05:00

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Bastó que en la noche uruguaya del pasado miércoles el canciller Francisco Bustillo presentara en Nueva Zelanda una carta solicitando la adhesión al tratado comercial de 11 países denominado Cpttp, también conocido como acuerdo Transpacífico, para que los otros tres socios del Mercosur hicieran una protesta formal. En efecto, apenas conocido ese hecho, las cancillerías de Argentina, Brasil y Paraguay publicaron simultáneamente un comunicado que señala que “ante acciones del gobierno uruguayo con miras a la negociación individual de acuerdos comerciales con dimensión arancelaria, y teniendo en cuenta la posible presentación, por la República Oriental del Uruguay, de un pedido de adhesión al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cpttp), los coordinadores nacionales de Argentina, Brasil y Paraguay ante el Grupo Mercado Común del Mercosur tienen a bien comunicar a la Coordinación Nacional de Uruguay que los tres países se reservan el derecho de adoptar las eventuales medidas que juzguen necesarias para defender sus intereses en los ámbitos jurídico y comercial”.

No es una postura novedosa. Ya ante el inicio de las negociaciones con China para formalizar un TLC con Uruguay, los demás países del Mercosur habían expresado su desacuerdo. Pero las mayores críticas vinieron de Argentina, donde el gobierno de Alberto Fernández, proteccionista de raíz como todo gobierno peronista, se niega a hablar de tratados de libre comercio. Entre otras cosas, porque su política interna de cepos cambiarios y de restricciones comerciales son la negación misma del libre comercio. Y ello sin que los socios del Mercosur digan nada porque Argentina es un país grande. Argentina ha violado sistemáticamente el artículo 1º del Tratado de Asunción en épocas actuales y épocas del gobierno K, cuando se cerraron las fronteras con Uruguay. Pero no recibió admonición alguna.

Brasil, en cambio, apoyó la solicitud de flexibilización para generar acuerdos con terceros por fuera del bloque. El ministro de Economía de Bolsonaro, Pablo Guedes, lo vio como algo positivo. Pero Guedes se va el 31 de diciembre y su sustituto no va a ser nada favorable a una flexibilización del Mercosur, y menos aún a que el Mercosur funcione tal como estaba previsto en sus orígenes.

Paraguay, que ha tenido una mirada ambivalente, ha terminado por decantarse por los dos socios grandes. No tiene mucho para ganar buscando acuerdos fuera del Mercosur y bastantes líos tiene con sus relaciones con Taiwán, que ha sostenido contra viento y marea. Y seguramente Paraguay podrá conseguir mejores ofertas a corto plazo por parte de Brasil, con quien tiene una intensa relación comercial. Paraguay está cómodo en el Mercosur actual y seguramente sacará ventajas de unir su voto al de los dos socios en contra de la flexibilización que pide Uruguay.

Así estamos, pues, con una suerte de nueva “triple Alianza”, solo que esta vez Paraguay se une a Argentina y Brasil y Uruguay queda fuera. Argentina y Brasil hacen como que no entienden la necesidad de Uruguay de abrir nuevos caminos de comercio y, por tanto, de empleo para su gente. Brasil siempre ha llevado la batuta del Mercosur y la usó para plantearse ante el mundo con mayor fuerza y potencial.
Brasil no necesita flexibilización. Si Brasil lograra un acuerdo de libre comercio, los otros tres países irían corriendo detrás de él y nadie le diría nada por desmarcarse.

Argentina no quiere flexibilizar nada. Argentina es proteccionista de alma, hecho que la ha llevado a un dramático retroceso en su nivel de vida. Quizá un nuevo gobierno sea menos hostil a una apertura comercial del Mercosur o de sus integrantes, pero no hay mucho que esperar por ahí.

Y Paraguay, que ha prosperado en su actual situación, no tiene mayor interés en flexibilizar nada. Con China, menos, dado sus relaciones con Taiwán. Le sirve el Mercosur tal y como está. Incluso el presidente Mario Abdó señaló el jueves que “obviamente (la iniciativa de Uruguay) desnaturaliza la esencia de Mercosur, que es el mercado común”. Realmente es un saludo a la bandera, porque de “mercado común” el Mercosur no tiene más que el nombre. Con suerte llega a ser una zona de libre comercio, y eso en forma imperfecta.

Para Uruguay, en cambio, abrirse y flexibilizar es cuestión de vida o muerte. Seguir así no es un camino de inserción internacional sensato. El Mercosur no va a mejorar. Es más, quizá con el advenimiento de Lula vuelva a ser un club político más que un acuerdo comercial. Lula quiere incorporar a Venezuela y Bolivia, que no tienen mucho para aportar al grupo y van a tornar más difícil la toma de decisiones.
Uruguay se enfrenta a un panorama muy complejo para su inserción internacional. Vive entre su necesidad de expandirse y la renuencia de sus socios a dejarlo. Pero sin duda su camino es buscar acuerdos con otros países, cueste lo cueste y le guste o no a los socios del Mercosur. 

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