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25 de septiembre de 2020 a las 22:36

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Las elecciones departamentales de este domingo 27 cierran el ciclo electoral que comenzó con los comicios internos de los partidos y su resultado definirá el mapa gubernamental de todo el país de un período ciertamente insólito.

Es que es una instancia electoral singular: las próximas autoridades departamentales deberán liderar una gestión que estará subordinada a las políticas en torno a la pandemia del covid-19, un problema sanitario de múltiples consecuencias que no se acabará cuando por fin se pueda acceder a una vacuna, como advirtió el miércoles pasado la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne. La vigilancia y medidas sanitarias deberán estar activas por lo menos durante todo el período de gobierno.

Uruguay se ha destacado en el mundo por su estrategia ante la enfermedad y, aunque en términos generales es un problema que está bajo control, no se puede bajar los brazos, como muestra el caso de España, donde otra vez aumentaron los contagios que obligaron a reanudar medidas restrictivas.

En ese sentido, es importante mantener el espíritu de cooperación institucional. Para evitar los contagios del covid-19 es clave una gestión mancomunada entre el Poder Ejecutivo y las autoridades departamentales que asumirán el próximo 3 de diciembre, un aspecto que seguramente tendrá una influencia en las urnas del próximo ciclo electoral.

Pero la prioridad pública en torno a la pandemia no puede ser un argumento para dejar a un lado la agenda local de los diferentes departamentos.

La larga campaña electoral de comicios previstos para mayo pasado, y que fueron postergados por el infortunio del covid-19, significó un gran desgaste para los candidatos, pero, a su vez, coadyuvó a una discusión en profundidad acerca de los problemas cotidianos de los contribuyentes como vecinos, una consecuencia también de la reforma constitucional de 1996 que separó las elecciones nacionales de las departamentales.

Se observó una jerarquización de los asuntos eminentemente municipales, aunque en varios departamentos del interior el tema del empleo también estuvo presente y en otros casos se pretendió “nacionalizar” la elección departamental.

En los departamentos donde hubo competencia interna de partidos o candidatos desafiantes, la campaña electoral se convirtió en una potente caja de resonancia acerca de los servicios municipales deficientes que afectan la calidad de vida de la gente.

Los problemas locales –como la recolección y gestión de la basura, transporte público, iluminación y el estado de calles y veredas– hicieron que los temas hayan sido tan variados como el número de departamentos.

Es saludable que las elecciones departamentales se definan en función de la agenda local. Y más importante aún es honrar los compromisos de campaña para no dañar la credibilidad de una función que se define por su cercanía con los problemas de los vecinos.

Aunque se trata de comicios que deciden los gobiernos locales, el resultado global dibujará un mapa electoral que mostrará si avanzan partidos que forman parte del gobierno multicolor de Luis Lacalle Pou o, en caso contrario, el opositor Frente Amplio. Además, las elecciones departamentales suelen ser importantes para determinar futuros dentro de cada partido y con proyección incluso nacional.

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