Opinión > ANÁLISIS

Uruguay libre de mulesing

El país debería generar un sello libre de esa práctica en la producción ovina
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15 de septiembre de 2019 a las 05:00

Seguramente usted no tiene idea de lo que es el mulesing, pero importa que lo sepa, porque no realizarlo es la llave de la competitividad futura de los ovinos en Uruguay. Y los ovinos son la llave para hacer viables a los pequeños y medianos productores a lo largo y ancho del país.

Por una afortunada casualidad, tras publicar la semana pasada una columna sobre la importancia de defender a la lana y su necesaria batalla ante las fibras sintéticas, el precio de la fibra natural se ha disparado. Esta semana el precio en el mercado australiano se catapultó más de 13%, la mayor suba semanal en cinco años. La victoria de algo compostable frente a un derivado del petróleo es un poco obvia, como la del auto eléctrico o el panel solar. Esta misma semana en Alemania se habla que “la moda de la lana”, ha sido sede de la Berlin Fashion Week. Que la lana sea un sustituto de derivados del petróleo garantiza que genere interés por todo el futuro visible. Pero a las cualidades ecológicas, en la producción animal hay que agregar otro factor clave: el bienestar animal, el tratamiento ético de los animales y la calidad de vida y el nivel de sufrimiento generado a los animales. Y ahí también Uruguay disfruta de interesantísimas ventajas. Pero que tiene que desarrollar mucho más y empezar explicando a los propios uruguayos.  Uruguay podría desarrollar productos únicos en el mundo de cáñamo y lana fina, por ejemplo, pero  algunos jóvenes que tienen interés en el tema se niegan a trabajar con lana porque consideran que los ovinos son maltratados. Uruguay tiene tremendas ventajas por el buen trato que da a sus ovinos respecto a la situación de Australia, el principal competidor, ya que es por lejos el mayor productor mundial.

“La lana Merino está de moda” dice un informe de la Deutche Welle divulgado esta semana que pregunta a transeúntes berlineses, quienes responden que es abrigada y suave, compostable y alternativa, y cuentan otras bondades. Es la estrella de la Berlin Fashion Week. Los diseñadores también la defienden: “Es natural y renovable” repiten en el informe los diseñadores. 
Pero el informe, en sí, cuestiona  a la lana, en particular a la australiana. De hecho, se llama lana manchada con sangre. 

El cuestionamiento a la fibra es por la práctica del mulesing.  El mulesing es una cirugía que quita la piel de los corderos en el  entorno del ano del animal, para evitar el ataque de moscas. En esa zona donde se juntan restos de heces y de orín con la lana, una mosca pone huevos. Los gusanos que nacen se internan en el animal y se alimentan de su carne generando un grave problema. El nombre de la práctica  refiere al inventor de la técnica, John Mules. Según el informe esta práctica, realizada sin anestesia, deja al animal con un dolor intenso por varios días. 

La buena noticia es que eso en Uruguay no se hace porque la mosca en cuestión no está en el país. Solo falta contarle a los alemanes que Uruguay exporta lana y no hace mulesing. Algo que el informe no dice. 

Según la Deutsche Welle, aparte de Australia, solo exporta lana Nueva Zelanda, Argentina y Sudáfrica. El informe no menciona a Uruguay como productor de esas lanas, que según informa llega desde Australia en 88%, y el 12% restante repartido en 4% de Nueva Zelanda, Sudáfrica y Argentina. No nos cuentan. Evidentemente nos falta posicionamiento y visibilidad en lanas.
“Los empresarios deben saber que el trato a los animales es cada vez más importante para los consumidores”, dice en ese informe Georg Abel, del grupo Iniciativa de los consumidores. La lana libre de mulesing se paga un euro más por kilo agrega el informe. Por otra parte, en el Parlamento de Suiza se va a analizar este año una propuesta para etiquetar las lanas que provienen de mulesing.  Uruguay debería trazar sus lanas y lograr su sello propio. Imaginemos, producida en pasturas naturales y biodiversas, climáticamente inteligente, libre de sufrimiento animal. 

En estos días ha circulado un video con auspicio de Gales, que destaca las virtudes de la lana respecto a las fibras derivadas del petróleo, que es la manera en que otros países estimulan a sus productores. Al mismo tiempo Uruguay debería lograr un sello de “libre de mulesing” así como en carne tenemos un sello de libre de hormonas.  Y Uruguay debería ir pensando otras medidas que hoy no son habituales. Anestesiar para prácticas que son dolorosas como la castración, algo que además económicamente sirve porque el animal sin el estrés del dolor de la castración se cría más robusto. 

La competitividad de los productos de origen animal en este siglo, al menos en los países más desarrollados depende de un cluster de atributos que tienen que ver con la ética del proceso productivo. Y eso tiene tres aspectos principales: amortiguar el cambio climático, es decir capturar carbono, será lo principal. Restablecer la biodiversidad de los ecosistemas y no dañar el agua será casi igualmente importante. Pero en Europa, tan importante como los dos factores anteriores, es el buen trato a los animales. 

En el caso de la lana, los dos primeros factores están más que cubiertos. El pastoreo conjunto de vacunos y lanares es muy positivo para los pastizales nativos, ayudan a la biodiversidad y a la captura de carbono. Pero además, los ovinos en Uruguay tienen una pasada de peluquería por año, que les permite pasar frescos el verano y abrigados el invierno. Tienen problemas de parásitos que se están tratando de superar a través del control biológico de la “bichera” y están libres del mulesing, la práctica que los consumidores cuestionarán con cada vez más fuerza cuando la fibra viene de Oceanía. Todo para ganar y diferenciarnos para que la Deutsche Welle se entere de que sí exportamos lana libre de sufrimiento animal, participando además de la necesaria lucha contra el petróleo y sus derivados que la humanidad está emprendiendo.

El informe, como cada vez más consumidores, se preguntan ¿cuánto sufrimiento hay detrás de la lana? 

Y la pregunta vale para la carne. Y Uruguay bien puede y debe posicionarse como el país donde el sufrimiento es mínimo. El lugar que vacunos y ovinos elegirían para vivir si estuvieran en condiciones de elegir. Y el generador de los productos surgidos de la tierra y la energía solar que los consumidores más exigentes eligen, sean alimentos, fibras o maderas.

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