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Verdad objetiva

El sentido común de la humanidad es realista
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10 de octubre de 2022 a las 05:00

La filosofía realista afirma que existe una realidad objetiva (independiente del sujeto) y que el ser humano puede conocerla verdaderamente a partir de las evidencias, sensibles o intelectuales.  El realismo define la verdad de una idea o proposición como su conformidad con la realidad. 

Pese a ser la filosofía del sentido común de la humanidad, el realismo es rechazado por muchos actores de la cultura contemporánea, que se adhieren al idealismo. La filosofía idealista afirma que nuestro conocimiento no es objetivo sino subjetivo: no conoceríamos cosas sino ideas. Según Kant, el pensador más influyente en la filosofía moderna, no conozco el noúmeno (la cosa en sí) sino el fenómeno, la cosa tal como aparece en mi mente (la cosa en mí). Cómo, en esa perspectiva, puedo estar seguro siquiera de que el noúmeno existe o, peor aún, de que existe un mundo exterior a mí, es un problema capital no resuelto por Kant ni por los kantianos. El idealismo kantiano es un caldo de cultivo para el escepticismo, la falsa y deprimente doctrina que dice que nada existe; o, si existe algo, no puede ser conocido; o, si puede ser conocido, no puede ser comunicado a otros.

El subjetivismo propio del idealismo conduce con frecuencia al relativismo filosófico, que es una forma moderada del escepticismo. El relativista no niega del todo la verdad, pero sí su carácter absoluto u objetivo. La mejor presentación del relativismo es quizás la del poeta español Ramón de Campoamor: «En este mundo traidor nada es verdad ni mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira». O sea, no existiría "la" verdad, sino sólo "mi" verdad, "tu" verdad, etc. Si, por el absurdo, el relativismo fuera absolutamente verdadero (como contradictoriamente postulan los relativistas) perderían sentido la ciencia, la justicia, la religión y todo lo demás.

Muchas expresiones hoy comunes tienen un trasfondo idealista. Por ejemplo no pocos docentes dicen que cada estudiante "construye" su verdad. Empero, para un realista es evidente que la verdad no se construye sino que se descubre. No en vano la palabra griega alétheia, que significa "verdad", significaba originalmente "desvelamiento". 

La filosofía del hinduismo, el budismo y otras religiones orientales es un idealismo absoluto o radical. Por ejemplo, según el hinduismo todo es vacío e insustancial. Nuestro mundo y la enorme multiplicidad de los seres que hay en él serían meras ilusiones. En el fondo no existirían cosas ni personas: sólo existiría el Uno. La "iluminación" buscada por los hinduistas a través de diversas técnicas psicofísicas (como el yoga), para escapar de la terrible rueda de las reencarnaciones, consiste en una conciencia de identidad con el Uno. 

La multiforme corriente espiritual conocida como "Nueva Era" ha asimilado muchos rasgos de las religiones orientales, a veces modificándolos. De allí provienen, por ejemplo, algunas formas de "pensamiento positivo" que afirman que nada es imposible, que querer es poder, y que podemos lograr cualquier cosa que nos propongamos por nuestra sola fuerza de voluntad. Este voluntarismo absurdo y dañino puede parecer lógico en las coordenadas mentales del idealismo: si la verdad es subjetiva, cada uno, con su propio pensamiento, puede crear su propio mundo y así hacer "realidad" sus sueños.

La insistencia de los promotores del mindfulness en que nos abstengamos de juzgar tiene raíces similares. Si no hay una verdad objetiva, cualquier esfuerzo mental para descubrirla es inútil. Empero, el realista sabe que nuestro sentido común no nos engaña. La verdad existe y nuestra inteligencia se ejercita precisamente en el juicio, por lo que dejar de juzgar equivale en definitiva a dejar de usar la razón; y dado que el hombre se define como un animal racional, su deliberado no-ejercicio de la razón es una forma de deshumanización.

La fe cristiana implica el realismo filosófico. La apelación de algunos cristianos a una frase evangélica* para justificar una abstención radical de todo juicio constituye un grueso error exegético: Jesús nos manda no condenar a nadie, no erigirnos en jueces definitivos usurpando el lugar de Dios. De internis neque Ecclesia: ni siquiera la Iglesia juzga el fuero interno, las intenciones, lo que hay en el corazón del hombre. Pero eso no implica para nada dejar de juzgar la verdad o falsedad de las palabras o ideas, ni dejar de juzgar el bien o el mal de los actos humanos.

El relativismo filosófico está emparentado con otras formas de relativismo: teológico, moral, estético, cultural, etc. De por sí estos otros relativismos tienen un alcance más limitado: su negación de la existencia de la verdad objetiva o de nuestra posibilidad de conocerla o expresarla se refiere a un ámbito determinado; por ejemplo al ámbito de la religión (relativismo teológico) o al de la moral (relativismo moral). La religión y la moral serían cuestiones puramente subjetivas, referidas a los sentimientos y experiencias de cada uno.

El relativismo teológico se infiltró en el protestantismo en el siglo XIX (como "protestantismo liberal") y en el catolicismo en el siglo XX (como "modernismo"). Ambas corrientes coinciden en su carácter anti-dogmático: niegan que la divina revelación proporcione un conocimiento válido para todos los cristianos. Los dogmas serían sólo paradigmas teológicos cambiantes, que evolucionarían según la cultura de cada época o civilización. Empero, dado que el cristianismo se basa en la verdad sobre Dios y sobre el hombre revelada por Cristo, un cristianismo no dogmático es tan contradictorio como un círculo cuadrado. Por eso, cuando los masones dicen que aceptan en sus logias a los cristianos no dogmáticos, lo que quieren decir es que aceptan a los cristianos que lo son sólo de nombre y que no toman su propia religión en serio. 

* "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados" (Lucas 6,37).

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