Mieli rumbo a la Casa Rosada tras jurar como Presidente ante la Asamblea Legislativa
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Zoom > El nuevo gobierno

Y fue Milei

Milei gano por él y claramente por las circunstancias. Y por la miopía de la vieja política, analistas y periodistas que no supimos leer el hastío y mucho menos como se iba canalizando hacia ese llamado seductor de una ideología libertaria que aún hoy nos cuesta definir.
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11 de diciembre de 2023 a las 12:18

Javier Gerardo Milei ayer vivió un día inolvidable. Independientemente de como sean las jornadas venideras el 10 de diciembre quedará en su memoria porque se subió al podio de una carrera imposible que ganó contra todos los pronósticos y los análisis de ciencia política. Fue dejando atrás a la lógica de la política tradicional como si se tratara de una prueba de obstáculos: las PASO, las Generales, el Balotaje.

Agreguémosle el famoso debate con el ex ministro de Economía y hombre fuerte del gobierno, presidente sin atributos, Sergio Tomás Massa. Milei ganó todo aun cuando el combate verbal con el político más avezado pareció dejarlo en el piso.

Milei gano por él y claramente por las circunstancias. Y por la miopía de la vieja política, analistas y periodistas que no supimos leer el hastío y mucho menos como se iba canalizando hacia ese llamado seductor de una ideología libertaria que aún hoy nos cuesta definir.

Milei es presidente. Su carrera fue meteórica: de invitado estrella a los programas televisivos Animales Sueltos e Intratables al sillón de Rivadavia. Horas de televisión forjaron su destino. Sus formas histriónicas, su descontrol, sus malos tratos, su irascibilidad, su pelo enmarañado, sus ojos helados y su discurso caliente hicieron lo propio. Pero atribuirles la victoria a las horas/medios es un error garrafal. ¿Cuántos personajes calentaron la pantalla, lograron picos de rating, se convirtieron en los niños mimados del mainstream? Muchos. Pero la combinación del lugar y el momento sólo se le dio a él. Del otro lado de las pantallas encontró un público ávido de ese discurso único. Necesitado de esas formas. Cansado de las viejas formulas de dirigentes relatores de una realidad que les es ajena dirigiéndose a una audiencia que vive la tragedia en carne propia.

El nuevo responsable de los destinos de los argentinos ganó apalancado primero en la confusión del oficialismo que lo envalentonó sin siquiera sospechar que se le podía escapar y que esa diferencia resultaría fatal. Después buscó apoyo en el macrismo que le dio lo que parecía faltarle: gobernabilidad o visos de. Un ex presiente lo apoyaba. Ya no estaba tan solo ni era tan outsider y el sistema tradicional se le aparecía en forma de red de contención.

Mauricio Macri le dio la llave y logró sembrar la duda ¿Milei a la presidencia y Macri al poder? Duró poco. Ni siquiera los medios llegamos a precalentar el debate sobre cuanto más resistiría una sociedad la duda acerca de quién maneja los hilos del poder, después de cuatro años de una interna feroz entre CFK y Alberto Fernández que más allá de esmerilar el poder de ambos, llevó a la Argentina a transitar uno de los peores momentos de su historia.

Pero Milei, eternamente subestimado, se desembarazó del Macrismo y de esa idea y puso a quien quiso como quiso en su gabinete y resolviéndolo sólo con el único jefe que reconoce: su hermana Karina. Hoy, tras la modificación de un decreto que lo impedía, se erige como secretaria general de la Presidencia.

El nuevo presidente mostró su pragmatismo férreo sin lugar para susceptibilidades ni lealtades. Dejó en el camino hombres y mujeres que en su momento resultaron claves para su ascenso. La cospleyer y maquilladora Lilia Lemoine fue su acompañante y confidente en la enquistada llegada al poder. Pero la decisión inconsulta de presentar un proyecto de “Renuncia voluntaria a la paternidad” que ocupó centimetraje de diarios en un momento donde no había lugar para el absurdo le valió el destierro. Va a ocupar su banca como diputada. Nada menos. Pero nada más.

Algo similar ocurrió con el ex candidato a jefe de Gobierno porteño Ramiro Marra. Hombre de su riñón, Milei hizo de sus oficinas de Bull Market las propias. Marra se tiró arriba de cada granada con el objetivo de desviar la atención de Milei cuando fue necesario. Milei no sólo no presentó su libro. No formalizó su apoyo. Y, como decisión final, lo dejó afuera de su gobierno.

Ante las dudas sobre la viabilidad del proyecto de un outsider en la Rosada, Milei se profesionalizó y dejó atrás personajes que resultaban caricaturescos. Por más propios que fueran. E incorporó de traje y corbata a hombres y mujeres con experiencia en la logística de ese mismo estado que dice detestar. Así aparecieron rodeándolo Guillermo Francos, que patea las calles de barro de la vieja política desde sus épocas de concejal, diputado, presidente del Banco Provincia en la gestión de Daniel Scioli. A Francos la cofradía le confía. Y no es menor a la hora de armar. Milei dejó claro que sabe lo que necesita y va por ellos, sin importarle absolutamente nada.

Así se explican Luis Caputo en el Ministerio de Economía o Mariano Cuneo Libarona al frente de Justicia. Casta que no espanta a la casta. Pero otro tipo de casta, para Milei. Todavía nos resta saber esa diferencia.

En su primera aparición como presidente dejó claro a quienes quería dirigirse y cómo. Dejó encerrados y refunfuñando a diputados y senadores dentro del palacio legislativo. No los reconoció como interlocutores válidos, una audacia para quien necesita del consenso como del agua para gobernar.

Y salió a las escalinatas del Congreso de cara a la gente que lo esperaba. En una puesta a lo Trump, le hablaba a la gente mientras diputados y senadores criticaban la decisión señalándose como los representantes directos de esa gente. Milei, como lo hace con las redes, optó por el contacto sin intermediarios.

El discurso fue durísimo en el fondo y amable en las formas. Casi, casi nada de ese Milei anarco punk. Un señor mandatario advirtiendo a una sociedad que se abroche los cinturones porque la turbulencia va a dejar heridos. Y esa sociedad representada ayer en la plaza aplaudía. ¿Qué? ¿La cruel verdad? ¿El ajuste? ¿El fin del kirchnerismo? ¿La sinceridad brutal?

Todavía no terminó la asunción. O no empezó su mandato. La famosa ley ómnibus que debe enviar al congreso no está lista y abogados de confianza trabajan a contrarreloj tachando disparates y evitando planteos de inconstitucionalidad. Ayer marcó el tono. En horas se conocerá la hoja de ruta. Y con eso en mano se medirá al verdadero Milei, capaz o no de sobrevolar una de las peores crisis de la historia. Con su propio mapa y sus propios instrumentos.

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