Leonardo Carreño

Ya estamos hartos, queremos nuestra vida de vuelta

El factor “ya estamos hartos” tiene una gran incidencia en el comportamiento de la población con respecto a las medidas sanitarias

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08 de julio de 2021 a las 05:03

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Por Lucía Ferreira y Darío Vecchio.

La economía, como la mayoría de las ciencias, se centra en modelos simplificadores para poder representar la realidad, partiendo muchas veces desde la racionalidad del ser humano. Pero frente a determinadas situaciones, las personas presentamos desvíos sistemáticos de los supuestos de racionalidad económica. Dicho esto, la economía comportamental estudia al ser humano en búsqueda de integrar visiones más completas sobre la naturaleza de su comportamiento y de esa manera propone modelos que aumentan el poder predictivo de esta disciplina.

La pandemia del covid-19 y las medidas preventivas asociadas a ella, han provocado ciertos comportamientos que no se pueden explicar de manera meramente racional. Una aproximación a su entendimiento puede realizarse mediante la Teoría de las Perspectivas, desarrollada en 1979 por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky. Este modelo de comportamiento permite comprender cómo las personas deciden entre alternativas que implican riesgo e incertidumbre, mediante una asignación de probabilidad de ganancias o pérdidas, según los incentivos y las características que las rodean.

Dentro de las principales conclusiones de la teoría, se demuestra que las personas evalúan su utilidad, dependiendo del punto de referencia y no del resultado absoluto de la acción.

Para entender esta afirmación, supongamos que esperábamos un resultado perfecto en un examen; si obtenemos una nota del 80%, nuestro cerebro tiende a verlo como una pérdida. Además, las pérdidas pesan más que las ganancias y, por lo tanto, las personas son más propensas a correr riesgos para evitar dichas pérdidas. Puesto de otra manera, la carga emocional negativa de perder $100 es mayor que la satisfacción resultante por obtener esa misma cantidad de dinero. En tercer lugar, el ser humano tiende a valorar erróneamente las probabilidades bajas, asignándoles menor peso del que poseen.

Por último, los individuos suelen otorgarle mayor valor a aquellas cosas que pueden obtener en el presente, incluso si existe una mejor alternativa en el futuro. Es decir, en la mayoría de los casos, las personas prefieren obtener $100 hoy mismo, en lugar de recibir $110 dentro de un mes. Por todo esto, queda demostrado que el supuesto de racionalidad de los agentes no siempre tiene lugar.

¿Es posible utilizar las conclusiones derivadas de la Teoría de las Perspectivas para explicar el comportamiento de los uruguayos en tiempos de pandemia?  A continuación proponemos una interpretación sobre la coyuntura de nuestro país en torno a la situación en esta epidemia y una posible explicación de la realidad que puede ser enriquecida por investigaciones posteriores.  

Para presentar el ejercicio correctamente, asumimos que hubo un aumento reciente de la movilidad por parte de la ciudadanía, basándonos en los Informes de Movilidad de Google. Esto condujo a un aumento casi exponencial de casos positivos de covid-19 durante algunos tramos del corriente año.

Si bien existe una utilidad derivada de un mejor estado de salud -es decir, permanecer sano y no contraer la enfermedad- podríamos suponer que el acatamiento de las medidas sanitarias impulsadas por el gobierno tiene un costo y, por lo tanto, equivaldría a una pérdida de beneficio neto. Planeamos viajes y fiestas que se tuvieron que cancelar, fuimos obligados a distanciarnos y a usar barbijo y vimos nuestras vidas restringidas compulsivamente.

En otras palabras, nuestro punto de referencia para evaluar el bienestar acumulado desde que comenzó la pandemia fue una situación esperada que nunca llegó, por ende, partimos de un sesgo negativo.

Además, recordemos que nos duelen más las pérdidas de lo que nos satisface una ganancia proporcional y prácticamente nos vemos forzados a evitar dichos resultados negativos a como dé lugar, sin mencionar que padecemos de exceso de optimismo ante situaciones riesgosas y no valoramos correctamente la probabilidad de sucesos negativos: “a mí no me va a pasar nada”.

Por otro lado, podemos definir la “vida normal” como una ganancia en términos de bienestar y compararla contra la pérdida que implica obedecer las medidas sanitarias impuestas por el gobierno. De lo anterior se desprende que, dada la preferencia temporal por el beneficio inmediato, los individuos tienden a optar por volver a su vida normal y “si me enfermo, después veo qué hago”.

Finalmente, es razonable pensar que el factor “ya estamos hartos” tiene una gran incidencia en el comportamiento de la población con respecto a las medidas sanitarias, ya que nos encontramos en esta situación angustiante desde hace más de un año y por el momento no vemos la luz al final del camino. 

Sin embargo, esto no debilita nuestro enfoque sino que lo fortalece: la racionalidad no siempre está presente en el ser humano a la hora de tomar decisiones, y la ciencia económica no lo debe perder de vista.

* Ferreira y Vecchio obtuvieron el segundo Premio Academia Nacional de Economía 2020.
 

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