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Tres anuncios por un crimen es un cóctel molotov a la moralidad

Frances McDormand pisa con fuerza en una película que golpea en el momento justo
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19 de enero de 2018 a las 05:00
Mildred se sienta en la silla de los acusados en la comisaría de Ebbing, Missouri, y mira desafiante al jefe Willoughby. "El gordo dentista dice que le agujereaste el dedo con un taladro", le dice el oficial. "Bueno, no sé de qué estás hablando, yo no fui a su consultorio hoy". "Pero el gordo tiene el dedo agujereado y dice que fuiste vos. Te quiere llevar a juicio". "Es su palabra contra la mía, como en los casos de violación. Solo que acá la mujer sí tiene posibilidades de vencer", responde.

La escena no dura más de medio minuto y es una de las tantas declaraciones de principios que hace Tres anuncios por un crimen. Es un guantazo condensado en un par de frases. Un golpe que desafía los valores del espectador, que va contra el olor a podrido de la industria y que reafirma unas cuantas cosas más que le importan al director Martin McDonagh, por ejemplo darle voz a personajes femeninos fuertes. El cóctel molotov, el mismo que la protagonista arroja contra la comisaría en un momento perfecto de la película, es lo que Tres anuncios por un crimen lanza contra la persona que va y se sienta en la butaca de cine. Y su mecha es Frances McDormand, que siempre saca chispas pero acá está prendida fuego.

Tres anuncios por un crimen no explota enseguida porque a McDonagh le encanta provocar. La violencia –no exacerbada– es su barco y la controversia el mar que navega con más comodidad. Lo hace desde su etapa como dramaturgo, cuando escribía obras de teatro que se convertían en éxitos de las tablas londinenses porque no conseguía otro trabajo. Mientras se transformaba en uno de los nombres más jóvenes del teatro inglés, McDonagh ideó y dirigió Escondidos en Brujas, una propuesta muy interesante sobre dos asesinos muertos de aburrimiento en la ciudad de Brujas, Bélgica, que se sumergen en un festival de tiros y persecuciones por sus calles de adoquines. A su ópera prima le siguieron Siete psicópatas y Tres anuncios por un crimen, la gran ganadora de los últimos Globos de Oro y una candidata que tomó fuerza para el Oscar.


Ira femenina

A la hija de Mildred la violaron, la quemaron y después la mataron. Tiraron el cuerpo cerca de la casa de su madre, próximo a tres carteles viejos que nadie usaba, y sus asesinos jamás aparecieron. A medida que pasaron los meses, el pueblo se fue olvidando del asunto, incluida la policía. Guardaron el expediente y volvieron a sus andanzas habituales. Esto es: torturar negros por ser negros, atender los asuntos de los vecinos y estar, básicamente, sin nada que hacer. Porque en Ebbing la verdad es que nunca pasa nada de nada.

Pero un día Mildred se cansó.

Una mañana aparecen los tres carteles viejos ploteados con acusaciones, todas dirigidas al jefe Willoughby (el siempre rendidor Woody Harrelson). La gente del pueblo, chimentera y rencorosa, sabe que fue Mildred. De un día para el otro, la compasión que le tenían por el cruento asesinato de su hija se transforma en repulsión. La insolente mujer ataca a un hombre que vive sus últimos días de vida: el inepto pero bueno de Willoughby se está muriendo de cáncer de páncreas.

La mecha de Tres anuncios por un crimen es Frances McDormand, que siempre saca chispas pero acá está prendida fuego.

Con esa premisa –que McDonagh ideó a base de una experiencia con una serie de carteles que se encontró en una ruta perdida– Tres anuncios por un crimen despliega su provocativo relato de justicia, venganza y moralidad. Los dardos afilados del director van para todos, pero se clavan con fuerza en la carne del espectador.

Simpatizar con la determinación de Mildred es fácil. Es víctima de un sistema roto donde la mujer es dejada de lado, los negros y los homosexuales son apaleados, los enanos ignorados y se embarca en una cruzada que busca justicia femenina y humana, propia y colectiva. Reclama justicia y tal vez un poquito de sangre.

¿Pero cómo se para el espectador cuando los actos de Mildred empiezan a generar consecuencias graves en inocentes? De a poco, el blanco y negro comienza a dar paso al gris que habita en todos los seres humanos. Y resulta incómodo, muy incómodo darse cuenta de que los héroes no son tan héroes y que los malos no son tan malos.

Es incómodo que el policía interpretado por Sam Rockwell –ese que aparece apaleando y mandando al hospital al pobre colorado que le alquiló los carteles a Mildred– empiece a resultar menos repulsivo. Incluso casi empático. Y en un momento la línea moral que rige las decisiones de los personajes es tan difusa que el propio espectador no sabe para dónde agarrar cuando la película estalla en violencia y fuego.

Si McDormand es la chispa final que enciende Tres anuncios por un crimen es porque McDonagh escribió el personaje de Mildred pensando en ella y nadie más que ella –además, claro, de que es una excelente actriz. En Tres anuncios, la mujer se muestra en todas las facetas posibles: como ama de casa, como mujer golpeada, como madre preocupada, como madre ausente, como vengadora, como agitadora, como retobada. "No conozco a nadie que pudiera haber interpretado a Mildred. Si Frances nos decía que no, cagábamos", dijo el director en una entrevista con el medio inglés The Independent.
Resulta incómodo, muy incómodo darse cuenta de que los héroes no son tan héroes y que los malos no son tan malos.

Como los propios anuncios del título, la película pasa por climas tan variados como disímiles. A veces están iluminados por el sol, otras los oculta la neblina. En ocasiones los acompañan las flores que Mildred planta bajo ellos. Y a veces están prendidos fuego.

Con un manejo dúctil de la violencia y un cinismo que sobrevuela de manera permanente, McDonagh consigue captar la atención (otra vez) con una obra tan rebelde, certera con su tiempo y descarnada como original. McDormand y McDonagh están ardiendo en Ebbing, Missouri y en Hollywood ya se enteraron. El olor a cine es penetrante y el humo de su violencia se eleva bien arriba en el cielo.

Más de Martin McDonagh

Escondidos en Brujas - 2008

Con Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes

Abrió el Festival de Sundance de 2008 y fue una de las propuestas más originales de aquel año. Dos agentes del servicio británico deben recluirse en Brujas a la espera de instrucciones luego de que una operación saliera muy mal. Tiene un gran trabajo de Colin Farrell como el atribulado protagonista y un pertinente cuestionamiento sobre cuándo disparar a matar y cuándo no. Está en Netflix.


Siete psicópatas - 2012

Con Colin Farrell, Sam Rockwell, Christopher Walken, Woody Harrelson

La segunda película de McDonagh contó con un elenco tremendo y la misma cuota de humor negro que su producción anterior. Un escritor sin inspiración quiere terminar un guion que está escribiendo, pero en el camino se encuentra con un desfile de personajes estrafalarios entre los que se encuentran gánsteres, actores desempleados y asesinos.


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