Los niños de la escuela Nº 63 participan de un desafío creativo

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Tres escuelas se reinventan y enseñan a través del juego y las aulas multigrado

Flexibilizaron su propuesta educativa y mejoraron el clima escolar, la calidad de los aprendizajes y los resultados
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14 de abril de 2018 a las 05:00

La escuela necesita repensarse. Ese fue el mensaje que recogió El Observador de maestros y directores en una recorrida por tres centros de Montevideo que han apostado a la innovación. En la actualidad aplican planes flexibles para sustituir la repetición, mejorar los resultados educativos de sus alumnos y atender a las necesidades de cada niño.

Y esto en un tono motivador y entusiasta que contagia a los alumnos, familias y a quien pase por la vuelta. "Al final del día terminamos muertos, pero felices", dice Karina Falla para rematar el relato de un día cualquiera en la escuela Nº 63 (Malvín Norte) donde da clase, y que desde hace dos años aplica la metodología ludocreativa, para construir el conocimiento desde el juego y la experimentación.

La recorrida también incluyó a las escuelas Nº 178 (Casavalle) y Nº 249 (Cruz de Carrasco). La primera aplica desde hace ocho años un sistema multigrado, en el cual se agrupa a los niños según "el momento del aprendizaje" en el que se encuentren y no por la edad que tienen. La segunda también agrupa a los niños por niveles de conocimientos, pero solo en lo relacionado con la lectoescritura. Su plan innovador es un proyecto de lectura.

El Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) celebra este tipo de innovaciones curriculares y entiende que lo ideal sería que cada equipo docente indagara cuáles son las mejores formas para que sus niños aprendan lo que tienen que aprender y se apropien del conocimiento.

De hecho, los buenos resultados de estas prácticas son notables en la asistencia, en adquisición de aprendizajes y en el clima escolar, además de que han reducido la repetición, explicaron los directores de las escuelas.

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El consejero de Primaria Pablo Caggiani dijo a El Observador que el CEIP tiene como política educativa garantizar la igualdad de aprendizajes y proteger las trayectorias educativas de los niños. "Entonces cuando llegas a niveles en los que no se mueve la aguja en términos de aprendizajes y la repetición se encuentra por debajo del 4,5% en todos los grados, menos en primero (12%), hay que empezar a habilitar nuevas formas de abordar la situación", manifestó.

Para promover estas propuestas curriculares innovadoras el año pasado Primaria redactó la circular "La promoción en clave de ciclos". El objetivo era promover alternativas pedagógicas que sustituyan la no promoción, mejoren los resultados y adapten el proyecto educativo a cada niño.

Caggiani recordó que los resultados de las evaluaciones Serce y Terce de Unesco arrojan que el 40% de los niños que egresa de la escuela pública uruguaya tiene problemas en lengua y matemática, lo cual preocupa a las autoridades.

Andar en bicicleta

El modelo de escuela tal como se lo concibe hoy tiene cuatrocientos años, ya que su estructura se sentó en la Revolución Industrial. Por esta razón, para Caggiani es lógico que no responda a la necesidades pedagógicas del siglo XXI. Apostar a este viejo modelo es como "seguir martillando con un tenedor. No tiene resultado", afirmó.

Lo mismo opinó Shirley Young, directora de la escuela Nº178, quien en diálogo con El Observador manifestó que "el niño perfecto nunca existió".

Más allá de esto, Caggiani subrayó que los cambios deben hacerse "con la bicicleta andando, porque tenés que ir cambiando las partes, pero los gurises no pueden dejar de ir todos los días a la escuela". En este sentido, sostuvo que para que las innovaciones curriculares tengan lugar es imprescindible "reconocer a los maestros como instrumentos de mejora de la educación" y dotar de mayor autonomía a las escuelas. "Plantearse una propuesta multigrado en una escuela urbana –como es el caso de la escuela Nº 178– implica que la escuela reconoce que tiene autonomía", afirmó.

Apostar al viejo modelo de escuela es como "seguir martillando con un tenedor. No da resultado", Pablo Caggiani

Young coincidió y manifestó: "El problema es que los niños tienen que aprender más y mejor. Nosotros tenemos que resolver ese problema, somos parte del problema y somos parte de la solución".

Más allá de esto, el consejero subrayó que el CEIP debe garantizar que en cada una de estas escuelas con propuestas educativas flexibles se alcancen los saberes que a la escuela uruguaya le interesan reproducir. Para eso son fundamentales los perfiles de logro de tercero y sexto año, y la presencia de los inspectores que guíen y apoyen a los maestros.

Sin embargo, esto no ha constituido una dificultad para estos centros educativos. Por ejemplo, en la escuela Nº 63 los alumnos de sexto han llegado a dar contenidos propios de segundo año de liceo, manifestó a El Observador, la directora Claudia Lonchart.

Zona de confort

Caggiani adelantó que el CEIP tiene aspiraciones de emitir una publicación para dar a conocer este tipo de propuestas entre el colectivo docente con el objetivo de que se reproduzcan.

De todos modos admitió que muchas veces las propuestas innovadoras tardan en florecer porque "cuesta desmontar el concepto de que todos los niños son iguales", propio de la escuela originaria. En este sentido, Lonchart manifestó que la "escuela debe salir de su zona de confort y moverse". Esa es la única forma de probar cosas nuevas y avanzar.

Indicó que el maestro debe "cambiar el proyecto de vida del alumno". "¿Cuál es la forma de ser mejor ser humano? Aprendiendo", subrayó. Ese es el desafío de la escuela de hoy: que todos los niños aprenden a pesar de sus singularidades.


Escuela Nº 178 (Casavalle)

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En 2010 los maestros de la escuela Nº 321 comenzaron a preguntarse cómo podían hacer para mejorar los resultados educativos de sus alumnos, provenientes de un contexto muy vulnerable. La respuesta que encontraron fue cambiar la forma de enseñar a leer y escribir. El camino que eligieron fue una metodología con base órganica, donde todo lo que se aprende pasa por el cuerpo, desde la conciencia fonológica, la ubicación de los sonidos dentro del cuerpo, qué partes del cuerpo funcionan para hacer determinado sonido y con qué dibujo (letra) se corresponde cada sonido, explicó a El Observador, María Machado, maestra de la escuela. "Es un trabajo de hormiga", agrega.

En 2016 la escuela Nº 321 dejó de existir, al fusionarse con la escuela Nº 178, que se ubicaba en el mismo compejo, y esta asumió el proyecto como propio.

"Para nosotros el indicador sobre el avance de los chiquilines tiene que ver con la enseñanza de la lengua porque es la que organiza el pensamiento", manifestó la directora Shirley Young.

Por esta razón, entre primero y tercer año, la escuela distribuye a sus alumnos en grupos multigrado (clases con niños de diferentes edades), según el momento del aprendizaje en el que se encunentre el niño. Sin embargo, Young señaló que el equipo docente evita hablar de niveles porque "el niño no tiene un nivel, es la escuela la que se los impone".

Los maestros trabajan en equipo y cuando consideran que el niño avanzó en sus conocimientos, lo pasan al grupo siguiente, sin importar la época del año en la que se encuentre. De esta manera, los grupos varían constantemente.

La directora expresó que el proyecto ha cambiado la convivencia en la escuela, porque los niños tienen el lenguaje para resolver conflictos. El nivel de asistencia es del 100%. "Nos dimos cuenta que cuando los aprendizajes están, los niños no faltan", dijo. Además, destacó que los alumnos de sexto ingresan todos al liceo y tienen buenos resultados. La fusión de las escuelas dificulta medir la repetición, pero la directora señaló que está ha disminuido.


Escuela Nº 63 (Malvín Norte)

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Las jornadas en la escuela Nº 63 (Malvín Norte) son divertidas. Todos los días se inician con un juego o "movimiento lúdico". Luego los maestros presentan a sus alumnos un "desafío creativo" (plástica, música, iniciación cultural, folklore, danza), de donde surge un "conflicto pedagógico", a partir del cual se toman los contenidos para trabajar en dispositivos de investigación.

"Todos los días empezamos con un movimiento lúdico, jugamos antes de empezar porque le damos importancia al ser humano", dijo a El Observador Claudia Lonchart, directora de la escuela de tiempo completo.

La implementación de este método comenzó en 2016. Lonchart señaló que hasta ese entonces el "mayor conflicto" de la escuela era la convivencia. "Los recreos eran caóticos, los almuerzos también. Teníamos dificultades con la asistencia y una carencia importante en los aprendizajes".

Sin embargo, con la aplicación de la metodología todo comenzó a cambiar. "Los chiquilines empezaron a venir contentos, los padres nos preguntaban qué pasaba en la escuela que los niños querían venir". Además, descubrieron un cambio cualitativo y cuantitativo en los aprendizajes. Los alumnos de sexto año de 2016 ingresaron todos al liceo, cuando antes muchos quedaban por el camino. De hecho, según el Monitor Educativo de Primaria, la repetición pasó de 10% en 2015 a 0% en 2016.

Si bien, dicha metodología muchas veces implica más trabajo para los maestros -tienen que planificar un juego, un desafío creativo y una clase todos los días, hasta los docentes comenzaron a ir con ganas a la escuela. "El jugar todos los días es fantástico. La alegría con la que vivimos es muy diferente", comentó a El Observador el maestro Daniel Segredo.

Lonchart explicó que la metodología ludocreativa pone al niño en el centro. "Es un cambio epistémico", que implica pasar del paradigma enseñanza aprendizaje al aprender a aprender. "Lo primero que tiene que hacer el maestro es sacarse de la cabeza que viene a enseñar", porque viene a experimentar con sus alumnos.


Escuela Nº 249 (Cruz de Carrasco)

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La escuela Nº 249 (Cruz de Carrasco) trabaja desde 2016 en un proyecto de lectura que involcura también a los niños de cuatro y cinco años del jardín de infantes Nº 252 que se encuentra al lado.

El proyecto surgió a partir de las clases de apoyo escolar que la ONG Madres de la Cruz ofrecía a los niños de la escuela. "Con ellas empezamos a coordinar la posibilidad de tener un espacio de lectura", dijo a El Observador Fernando Amaral, director de la escuela.

Así fue como la ONG dispuso una maestra especializada para poder diagnosticar a cada niño. A partir de ello se armaron grupos según los niveles de lectura, donde se encontrara cada alumno. En total hay cuatro talleres de lectura, cada uno a cargo de una maestra de la escuela, donde los alumnos pueden tener diferentes edades.

"Los miércoles de 8 a 9 de la mañana, la escuela se desarma" y se instalan dichos talleres. Madres de la Cruz aporta también voluntarias para apoyar a las docentes en cada grupo y atender las particularidades de cada niño.

Amaral señaló que aunque todavía los resultados educativos no han evidenciado un salto cualitativo significativo, hay esperanzas de que pronto comiencen a mejorar. "La lectura y la escritura son fundamentales para el resto de los aprendizajes", por eso se resolvió poner el foco en ellas, manifestó.

Comentó que muchas veces los niños de la escuela no pueden contar lo que vieron en una película o leyeron en un cuento. "Tienen una gran dificultad en todo lo que es lengua", afirmó.

Más allá de esto, resaltó que sí han sido testigo de otro tipo de mejoras, como por ejemplo, el clima escolar. "Esta mucho más presente el concepto de escuela como grupo. Todos somos todos y los niños nos ven a todos los maestros como sus maestros, ya no solo al maestro del grupo", dijo.

A su vez, desestructurar las clases permitió que todos los maestros conozcan a todos los niños y haya distintos puntos de vista para evaluarlos. "Hay más miradas adultas mirándolos. El trabajo docente en equipo es fundamental", subrayó el director.


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