Desde que Demian Reidel fue designado como presidente de Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA), la empresa estatal que opera las centrales nucleares del país, la parálisis y el desconcierto crecen puertas adentro.
A casi dos meses de su asunción formal, Reidel no se presentó ni una sola vez en las oficinas centrales de la compañía, ubicadas en Villa Martelli, se quejaron ante El Observador allegados a la empresa.
Tampoco convocó a ninguna reunión de directorio, a pesar de que esas instancias deben celebrarse al menos una vez por semana para garantizar el funcionamiento operativo de una de las firmas más sensibles del sistema energético argentino.
Mientras tanto, la situación interna en Nucleoeléctrica se deteriora a un ritmo alarmante: los gremios del sector --entre ellos Luz y Fuerza, ATE, la Asociación de Profesionales de la Comisión de Energía Atómica, y la Asociación de Técnicos de la Actividad Nuclear-- sostienen medidas de fuerza que van desde paros parciales hasta jornadas completas de protesta, denunciando un "abandono total" por parte de las autoridades. No solo reclaman mejoras salariales y falta de recursos operativos, sino que apuntan directamente a la gestión fantasma del nuevo titular de la empresa.
Una presidencia ausente
La llegada de Reidel a Nucleoeléctrica fue anunciada por el gobierno de Javier Milei como un gesto de "profesionalización" del sector energético. Exvicepresidente del Banco Central durante el gobierno de Mauricio Macri y con paso por fondos de inversión internacionales como Quilvest y Gavea, el especialista en finanzas Reidel desembarcó con la promesa de aplicar una lógica "de mercado" a una empresa que gestiona las centrales Atucha I, Atucha II y Embalse.
Sin embargo, esa profesionalización quedó rápidamente en entredicho: desde su nombramiento, Reidel no solo no se hizo cargo de sus funciones ejecutivas, sino que pasó gran parte del tiempo en el extranjero. Según trascendió en el sector, el economista realizó al menos dos viajes a Estados Unidos y a Europa, vinculados a compromisos personales y conferencias, sin dejar delegada una estructura clara de gestión ni mantener contacto directo con los cuadros técnicos de la empresa.
En NA-SA reina el desconcierto: "Ni siquiera conocemos su voz", dijo un directivo bajo condición de anonimato. "Nunca lo vimos, no hubo comunicación oficial, no hay lineamientos de gestión, y las decisiones operativas se están tomando en piloto automático o con consultas informales entre históricos del sector", agregó.
La gravedad de la parálisis
El vacío de conducción tiene consecuencias concretas. Por ejemplo, proyectos en marcha como la extensión de vida de Atucha I o las negociaciones para reactivar la construcción de Atucha III quedaron en un limbo técnico y político. Tampoco se avanzó con las compras de equipamiento ni se definieron prioridades presupuestarias en un contexto de ajuste y reducción generalizada de partidas estatales.
Los trabajadores, por su parte, no tardaron en manifestarse. En los últimos días se produjeron paros escalonados en las distintas plantas, y se prevén nuevas medidas si la situación persiste.
"Esto no tiene antecedentes: nunca la conducción de Nucleoeléctrica estuvo tan ausente. Hay cuestiones técnicas y de seguridad que requieren decisiones inmediatas, y estamos en un limbo", advirtieron desde la conducción del gremio de ATE en la planta de Atucha.
Un sector estratégico, al borde del abandono
La crisis no es menor si se tiene en cuenta la importancia de NA-SA en el esquema energético nacional. Las tres centrales nucleares que administra aportan alrededor del 7% de la generación eléctrica del país. Además, son pieza clave para mantener un suministro estable, especialmente en momentos de alta demanda y caída de la generación hidroeléctrica por sequías, como ocurrió en los últimos años.
El parate en las decisiones también pone en jaque acuerdos internacionales, como los firmados con China durante gobiernos anteriores para el desarrollo de una nueva central nuclear con tecnología Hualong. Aunque el presidente Javier Milei ya anticipó que no está interesado en continuar con esos convenios, hasta el momento no hubo definiciones oficiales, y el limbo en Nucleoeléctrica contribuye a bloquear cualquier avance o desactivación ordenada del proyecto.
Silencio oficial
Ante las múltiples consultas de trabajadores, medios especializados y actores del sector energético, ni Reidel ni la Secretaría de Energía emitieron declaraciones públicas sobre la situación en NA-SA. La página oficial de la empresa no se actualiza desde principios de mayo, y los voceros del Ejecutivo evitan referirse al tema.
La ausencia de liderazgo, sumada a la indiferencia oficial, alimenta una sensación de deriva en una empresa cuya misión --producir energía segura, continua y confiable-- no admite improvisaciones.
En un contexto de tensiones sindicales, crisis energética latente y ajustes presupuestarios, la falta de conducción en Nucleoeléctrica podría tener consecuencias mucho más graves de lo que la pasividad del gobierno parece asumir.