21 de agosto 2025 - 7:15hs

Las cosas son claras, por lo menos puertas adentro del PJ de la provincia de Buenos Aires. La lapicera en el cierre nacional la tuvo CFK. Pesó más el pedido de Juan Grabois, tanto en los vetos como en los apellidos que aparecen en los lugares “entrables”. Desde el entorno del gobernador Axel Kicillof lo entienden como parte del acuerdo electoral general, el malestar de los intendentes es fuerte.

La revancha de los intendentes

El panorama es el siguiente: la conformación de la nómina nacional, que encabeza Jorge Taiana y que incluye a Juan Grabois, generó un fuerte descontento. Los intendentes esperaban obtener representación, un reclamo tradicional. Sin embargo, la lista excluyó a la mayoría de ellos y a sus delegados.

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Por ejemplo, Julio Pereyra, ex intendente de Florencio Varela, y Brenda Vargas Matyi, quien responde a Fernando Espinoza de La Matanza, no renuevan sus bancas. De hecho, La Matanza, un bastión histórico, se queda sin un representante en el Congreso por primera vez desde 1983. Desde el kirchnerismo duro, incluso, reconocen un "veto" sobre figuras como Vargas Matyi por su voto favorable al acuerdo con el FMI.

Kicillof, a pesar de la situación, optó por no elevar el tono de sus quejas. El mandatario provincial buscó evitar un conflicto mayor con el kirchnerismo. Aunque el gobernador reclamó cuatro lugares entre los primeros quince de la lista, solo consiguió dos. Estos se destinaron a Hugo Moyano (hijo), un reconocimiento al apoyo sindical, y a Hugo Yasky, el único de los cuatro diputados alineados con Kicillof con chances de continuar en el Congreso.

La Matanza sin representación

La candidatura de Taiana, que desactiva la posibilidad de que Máximo Kirchner encabezara la lista, se lee como un alivio para Kicillof. No obstante, el espacio para los intendentes que solicitó el mandatario provincial, incluido el escaño histórico de La Matanza, no prosperó. El kirchnerismo juega con fuego.

Ante la situación de destrato los intendentes peronistas, sin distinción de facciones, redefinen su estrategia. Prometen trabajar para la elección nacional del 26 de octubre, pero en realidad sacarán todo el aparato a la cancha el 7 de septiembre. Lo que sucederá después es una incógnita que tendrá que ver con el resultado.

Lo cierto es que más allá del acuerdo electoral, las tensiones en el peronismo siguen latentes. El resultado de los comicios podrá ordenar la discusión, pero no mitigarla. En ese marco, más allá de la elección de medio término, el peronismo ya piensa en el 2027.

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