Con el correr de los meses, Montoneros radicalizó su accionar y asesinó al jefe de la Policía Federal, Alberto Villar, el 1° de noviembre de 1974. La puesta en marcha de la Operación Primicia fue entonces parte de esta escalada de violencia, en la que buscaban no solo golpear a las Fuerzas Armadas, sino también obtener armamento para continuar su lucha armada. Para octubre de 1975, la situación en Argentina se había deteriorado hasta el punto en que el golpe de Estado militar ya se vislumbraba como inminente, y tanto las organizaciones armadas como el gobierno se preparaban para un conflicto cada vez más violento.
El desarrollo del ataque
La Operación Primicia fue una de las acciones más complejas y ambiciosas llevadas a cabo por Montoneros durante su lucha armada. Planificada en sólo 40 días, la operación tenía un objetivo claro: atacar el Regimiento de Infantería de Monte 29 (RIM 29) en Formosa, obtener una gran cantidad de armamento y demostrar la capacidad organizativa y militar de la organización. Además del ataque al cuartel, el plan incluía la toma del aeropuerto local y el secuestro de un avión de Aerolíneas Argentinas, lo que complicaba aún más la logística de la operación.
Uno de los elementos clave que permitió a Montoneros planificar el asalto con precisión fue la infiltración de Luis Roberto Mayol, un joven conscripto que cumplía su servicio militar en el RIM 29. Mayol, que había sido militante de Montoneros antes de ser llamado a filas, actuaba como espía dentro del cuartel, proporcionando información detallada sobre la disposición de las fuerzas, los horarios de guardia y la ubicación del armamento. Esta infiltración fue crucial para que la operación tuviera éxito en su fase inicial.
La planificación de la operación fue meticulosa. Se estructuró en doce fases que se sintetizaron en tres grandes ejes: la concentración de recursos humanos y materiales, el ataque al cuartel y la fuga con el armamento sustraído. Montoneros movilizó a guerrilleros de diferentes regiones del país, especialmente de las bases ubicadas en el Nordeste y el Litoral, así como en ciudades clave como Rosario y Buenos Aires. La logística incluyó el robo de vehículos, la adquisición de armamento pesado, como fusiles FAL, FAP y subfusiles Halcón, y la preparación de brazaletes y documentación falsa.
El día elegido para el ataque, el 5 de octubre de 1975, no fue casual. Al ser un domingo, los comandantes de la operación sabían que muchos oficiales y suboficiales estarían de franco, reduciendo el número de efectivos presentes en el cuartel. La hora del ataque también se decidió estratégicamente: alrededor de las 16:00, cuando las altas temperaturas de Formosa favorecían que parte del personal se encontrara descansando.
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Un policía toma las huellas digitales de un combatiente abatido en el ataque.
La operación comenzó con el secuestro de un Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas, matrícula LV-JNE, que realizaba un vuelo entre Buenos Aires y Formosa. Un grupo de guerrilleros abordó la aeronave en el Aeroparque Metropolitano, tomando el control del vuelo sin que los pasajeros y la tripulación pudieran ofrecer resistencia. El secuestro fue realizado con precisión, y el avión aterrizó en el aeropuerto El Pucú, cerca del RIM 29, donde otro grupo de guerrilleros ya había copado las instalaciones del aeropuerto.
Mientras tanto, en el cuartel, el soldado Luis Roberto Mayol aprovechó su posición como conscripto para facilitar la entrada de las cinco camionetas que trasladaban a los guerrilleros armados. Mayol, con la excusa de retirar un pulóver, ingresó a las instalaciones del cuartel y observó que no había novedades en los puestos de guardia. A las 16:00, los guerrilleros entraron al regimiento, aprovechando la información proporcionada por Mayol sobre la ubicación exacta de los depósitos de armas y los puntos de vigilancia.
El ataque fue brutal y directo. Los guerrilleros se dividieron en varios pelotones, cada uno con una misión específica. Un pelotón atacó la guardia del cuartel, donde se encontraba el soldado Antonio Arrieta, quien fue abatido de un disparo en la cabeza. Otros pelotones se dirigieron hacia los dormitorios de los conscriptos, lanzando granadas por las ventanas de los baños, donde se refugiaban algunos soldados. En la sala de radio, el sargento Víctor Sanabria intentó dar la alarma, pero fue asesinado tras un forcejeo con los atacantes.
Uno de los episodios más impactantes del ataque fue la muerte del soldado Hermindo Luna. Según los relatos de testigos, cinco guerrilleros se enfrentaron a Luna en la Compañía Comando. Al verse superado en número, le ofrecieron rendirse, diciéndole que "con vos no es la cosa". Luna, lejos de aceptar la rendición, respondió con la ya célebre frase "¡Acá no se rinde nadie, carajo!", antes de ser abatido por una ráfaga de ametralladora. Su acto de resistencia fue considerado heroico y su figura sería recordada durante años por el Ejército Argentino.
Resistencia y retirada
A pesar de la violencia del ataque, la resistencia dentro del cuartel fue más intensa de lo que los guerrilleros habían anticipado. Los soldados se reagruparon y ofrecieron una defensa coordinada desde diferentes puntos del regimiento. El cabo Tissera, uno de los tiradores más experimentados de la unidad, logró posicionar una ametralladora MAG cerca del mástil de la bandera, desde donde disparó contra los atacantes, causando varias bajas entre los montoneros.
A medida que la batalla continuaba dentro del cuartel, los guerrilleros se dieron cuenta de que no podrían llevarse todo el armamento que habían planeado sustraer. Si bien lograron apoderarse de cerca de 50 fusiles FAL, la tenaz resistencia de los conscriptos impidió que se apoderaran de una mayor cantidad de pertrechos. Con las bajas aumentando de ambos lados, los montoneros decidieron replegarse.
La retirada fue tan cuidadosamente planificada como el ataque. Los guerrilleros se dirigieron rápidamente al aeropuerto El Pucú, donde el Boeing 737 los esperaba para completar la fuga. Tras un breve tiroteo en el aeropuerto, en el que murió el agente de policía Argentino Alegre, los guerrilleros abordaron el avión y despegaron, simulando dirigirse hacia Puerto Iguazú. Sin embargo, pocos minutos después de despegar, el piloto cambió de rumbo y puso dirección hacia una pista improvisada en las cercanías de Rafaela, provincia de Santa Fe, donde los guerrilleros aterrizaron sin mayores incidentes.
El avión aterrizó a las 18:30 en una pista improvisada, previamente señalizada por otro grupo de apoyo de Montoneros. La pista había sido habilitada en una estancia cercana a la localidad de Susana, y aunque el aterrizaje fue complicado debido a las condiciones del terreno, la tripulación logró posar la aeronave con éxito. Tras el aterrizaje, los guerrilleros se dispersaron rápidamente, utilizando vehículos que habían robado previamente para escapar del lugar. A pesar de la magnitud de la operación y de las bajas sufridas, los guerrilleros lograron retirarse del área sin ser capturados por las fuerzas de seguridad.
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Un combatiente abatido en el ataque.
Mientras tanto, en Formosa, el saldo de muertos y heridos era devastador. El Ejército Argentino sufrió la pérdida de 12 soldados, entre ellos el subteniente Ricardo Massaferro y el sargento Sanabria, quienes intentaron coordinar la defensa del cuartel. Los guerrilleros perdieron a nueve de sus hombres, incluyendo a Luis Roberto Mayol, quien fue abatido por los mismos soldados a quienes había traicionado. Tres civiles, ajenos a la acción, también murieron en el caos del enfrentamiento.
Consecuencias inmediatas
El ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29 en Formosa tuvo repercusiones inmediatas tanto a nivel militar como político. Al día siguiente del asalto, el entonces presidente provisional Ítalo Luder firmó los conocidos "Decretos de Aniquilamiento" (2770, 2771 y 2772), que ampliaban a todo el país la orden de combatir y eliminar las actividades "subversivas". Estas medidas, que ya habían sido implementadas en la provincia de Tucumán bajo el Operativo Independencia, marcaron un punto de inflexión en el accionar del Estado argentino contra la subversión.
La represión no tardó en llegar a Formosa, donde las fuerzas militares y policiales desplegaron una intensa cacería de sospechosos. Sin embargo, en muchos casos, las detenciones fueron arbitrarias, afectando a civiles que no tenían relación con el ataque. A nivel nacional, la Operación Primicia proporcionó una justificación adicional para que las Fuerzas Armadas prepararan el terreno para el golpe de Estado de marzo de 1976.
Los Montoneros, aunque lograron ejecutar el copamiento, sufrieron un fuerte golpe con la muerte de varios de sus combatientes y la respuesta inmediata del Estado. La pérdida de miembros clave y la intensificación de la represión dificultaron las actividades de la organización en los meses siguientes. Sin embargo, la operación también fue vista como un éxito simbólico para Montoneros, que logró desafiar abiertamente a las Fuerzas Armadas en una acción coordinada y de alto impacto mediático.
Reparación e indemnización
El pasado 2 de octubre, el gobierno de Javier Milei difundió la Resolución 1023, publicada en el Boletín Oficial y firmada por el ministro de Defensa Luis Petri, por la que se otorgarán indemnizaciones económicas a los familiares de los fallecidos y a aquellos que sufrieron heridas graves o gravísimas durante el asalto de Montoneros a la unidad militar.
Con esta medida, se cierra un largo proceso que comenzó en 2010, cuando se presentaron los primeros proyectos de ley en el Congreso para indemnizar a los defensores del cuartel. La cuestión había quedado en suspenso durante años, a pesar de que el ex presidente Mauricio Macri firmó el Decreto de Necesidad y Urgencia 829 en diciembre de 2019, reconociendo formalmente el derecho a estas indemnizaciones. El decreto buscaba "mitigar el dolor y la tristeza sufrida por tantos años de olvido" y destacaba que "recordar y honrar a estos valientes hombres de la Patria es una responsabilidad y obligación del Estado Nacional".
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Un homenaje a los caídos del RIM llevado a cabo en 2019
No obstante, el gobierno de Alberto Fernández no implementó el decreto. Según Mario Arce, exdiputado nacional por Formosa y autor de uno de los proyectos de ley de reparación, "no hubo voluntad política para efectivizarlo". Arce impulsaba una propuesta aún más amplia, que contemplaba la indemnización para todos los soldados que defendieron el cuartel en aquel fatídico ataque.
Los sobrevivientes del ataque y los familiares de los caídos han mantenido viva la memoria de este episodio durante casi cinco décadas. Formaron un centro de veteranos en una casa cedida por el gobierno en el Barrio Parque Urbano, en la ciudad de Formosa, y cada año participan en las conmemoraciones que se realizan en el regimiento. En 2016, ocho de estos veteranos fueron distinguidos con medallas y diplomas por su “valor y arrojo” en un acto oficial en el regimiento. A 49 años del hecho, muchos de estos excombatientes, ahora mayores, arrastran secuelas físicas y psicológicas, y reclaman que no han sido debidamente reconocidos por el sacrificio que hicieron en defensa del cuartel.