Javier Milei asumió de espaldas al Congreso resumiendo en esa foto el desprecio que sentía por los representantes del pueblo de la nación argentina que no fuesen él. Los llamó casta, ratas. Dejó claro que podía sin ellos. Un puñado de propios, algunos héroes y cientos de traidores: esa era la imagen que el presidente Milei y los suyos se hicieron del poder legislativo. El Congreso se convirtió en un nuevo enemigo a combatir. Se convenció de que a pesar de ellos y sus vicios destituyentes podía llevar adelante su plan anclado en el equilibrio fiscal y la inflación a la baja.
Con pocas negociaciones, tibias promesas incumplidas y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, como único y exhausto interlocutor válido, el resultado fue una seguidilla de derrotas legislativas, el rechazo de un primer veto presidencial después de 22 años y una plaza repleta celebrando el rechazo en la Cámara de Diputados a los vetos de las leyes de emergencia pediátrica y financiamiento universitario por apabullante mayoría.
Solo un año, nueve meses y apenas unas semanas después de la foto del desaire del nuevo espacio y la autopercibida nueva política al Congreso, el presidente Milei asistió a una de las pruebas más contundentes de una democracia viva en forma: un Poder Legislativo aceitado poniéndole límites a sus sueños autocráticos a través de las herramientas legítimas. Rechazo a los vetos, insistencia a los rechazos, emplazamiento a comisiones, pedidos de interpelación. Toda la batería del Legislativo dispuesta a ponerle límites a Milei. Y esta vez no como slogan de campaña de la oposición.
Un septiembre marcado por las derrotas
Todo esto en el marco de un septiembre negro signado por la derrota inesperada en las elecciones del siete en la provincia de Buenos Aires, las esquirlas del caso Libra, las sospechas que sembraron sobre actores claves del círculo áulico los audios del ex director de Andis Diego Spagnuolo y un dólar que llegó peligrosamente al famoso "techo de la banda".
¿Y qué hizo el gobierno? ¿Cuál fue la reacción? ¿Qué plan mostró frente a la/las derrotas?
Poco y nada, y esa es la coronación de las falencias de Milei y los suyos. Admitió la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, pero aún así, con ese resultado inesperado, aseguró que nada lo haría cambiar el rumbo.
Creó la mesa política y la mesa bonaerense. Con los mismos invitados sentados alrededor el impacto fue escaso y la voluntad de diálogo fue recibida con fundadas sospechas por parte principalmente de los gobernadores. Maximiliano Pullaro, gobernador de Santa Fe, respondió categórico: el Gobierno no tiene voluntad de negociar nada. Promete pero no cumple, dijo.
La figura del nuevo ministro del Interior es una incógnita. Lisandro Catalán juró en un cargo que había desaparecido del organigrama y volvió más por necesidad que por convicción. El Gobierno explicó que responde a la necesidad de mejorar la gestión de las atribuciones asignadas al Poder Ejecutivo. Básicamente funciones vinculadas al gobierno político interno y la relación con las provincias. Con la designación todavía caliente, Catalán comenzó a viajar a las provincias que Javier Milei apenas y excepcionalmente había pisado en este más de año y medio. El gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, lo expresó a su manera: "Si sos ministro del Interior tenés que levantar el culito de la silla y empezar a viajar al interior".
Todo indica que esa era la idea del gobierno previa a la sugerencia del correntino.
La semana arrancó con una cadena nacional donde el Presidente presentó su proyecto de Presupuesto 2026 donde prometió "recortes históricos", aseguró que su proyecto "representa el menor nivel de gasto en relación al PBI de los últimos 30 años" y después de repetir con insistencia en los primeros minutos que el equilibrio fiscal no se negocia, prometió aumentos en salud, educación, jubilaciones y discapacidad.
Micro reacciones tras la tormenta
¿Algo de todo esto sumado al tono moderado supone que el gobierno, el propio Milei, alguno de los vértices del triángulo, alguien, alguno de todos ellos escuchó el descontento de la sociedad?
Karina Milei desistió de la medida cautelar que prohibía dar publicidad a la difusión de los audios donde aparecía grabada dentro de la Casa Rosada. Después de un sonoro escándalo y críticas severas a la afectación de la libertad de expresión la secretaria general de la Presidencia habría reflexionado. Y aunque sostuvo en su escrito que las grabaciones filtradas fueron obtenidas de manera ilegal, dijo que no afecta a su intimidad ni a la Seguridad Nacional. Tal vez porque el efecto de la prohibición escaló aún más que los audios que no decían prácticamente nada incriminante o porque quien sabe, el triángulo advirtió que se había cruzado un límite inaceptable en democracia, Karina dio marcha atrás. ¿Escuchó? ¿Escucharon?
Lule Menem salió eyectado de la foto de la mesa política donde sí quedó Martín, el presidente de la Cámara de Diputados. Tras la denuncia por las supuestas coimas en Andis el Gobierno no sólo desafectó al polémico ex titular del organismo, sino que sacó de escena al otro salpicado por el escándalo. ¿Alguien escuchó el malestar que generaba la figura del asesor más importante de Karina Milei y sus vidriosas relaciones? ¿Escucharon?
Tras una de las semanas más turbulentas para el Gobierno, la expectativa se centró en la reacción. Y si bien el viejo guión de operaciones y golpistas se siguió al pie de la letra, si bien es cierto que no hubo un cambio de gabinete o para muchos, una reacción que se condiga con derrotas parlamentarias, políticas y sospechas de corrupción de un gobierno que se presentaba como impoluto, sí hubo pequeñas reacciones. Micro reacciones.
"Facta, non verba". Aún sin saber una palabra de latín la frase le cabe hoy al Gobierno como si la hubiese inventado alguno de los genios de la comunicación que los rodea. Hechos, no palabras.
¿Están haciendo aún callando?
Hay hechos que responden a los reclamos, aunque elijan silenciarlos. Habrá que ver si le resultan suficientes a un Congreso empoderado como nunca, a los gobernadores nucleados en Provincias Unidas que aparecen cada vez con más fuerza en el escenario político, y a una sociedad que no cree que lo peor haya pasado y duda del esfuerzo realizado hasta ahora.