"Rapto de una blanca", óleo de Juan Manuel Blanes
Miguel Arregui

Miguel Arregui

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El exterminio de los indios rebeldes

Las célebres crónicas de Charles Darwin sobre sus recorridas por Uruguay y Argentina entre 1832 y 1833 (II)
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12 de julio de 2017 a las 05:00

En julio de 1833 el naturalista británico Charles Darwin viajó desde Montevideo hasta el sur de la Provincia de Buenos Aires a bordo del HMS Beagle, un rápido velero al mando del capitán Robert Fitz-Roy al servicio del gobierno británico. La tripulación del Beagle se ocupaba de cartografiar las poco conocidas costas de América del Sur, en tanto Darwin recogía muestras de flora y fauna y escribía un diario que años después se haría célebre: Viaje de un naturalista alrededor del mundo (o El viaje del Beagle).

Darwin se entrevistó con Juan Manuel de Rosas, líder bonaerense en ascenso que se ocupaba de combatir a los indios rebeldes en la frontera del "desierto", un proceso que se realizó más o menos a la misma vez en el sur de Argentina y Chile y en el norte de Uruguay. El caudillo, de una "extraordinaria personalidad" y muy popular, era un gran terrateniente con unos 300.000 vacunos, que había ganado fama por la eficacia con que administraba sus estancias –describió el joven naturalista–. Se rodeaba de dos bufones, como los antiguos nobles, y sus gauchos poseían un "concepto muy elevado de su propia igualdad y dignidad".

"La conquista del desierto"

Charles Darwin describió en detalle el territorio fronterizo de la Provincia de Buenos Aires con la Patagonia, a los indígenas y a las tropas exterminadoras de Rosas, quien en los años siguientes, y hasta 1852, cumpliría un papel decisivo en la historia del Río de la Plata. "Yo diría que un ejército compuesto de gentes con tal apariencia de villanos y bandoleros jamás podía haberse reunido en época alguna", se asombró.

Los gauchos que seguían a Rosas eran mestizos de españoles, negros e indígenas, y estupendos jinetes.

"Guiándose por el sol, alimentándose de carne de yegua, durmiendo sobre los recados, estos hombres podrían llegar hasta el fin del mundo", contó Darwin.

En el enorme espacio que media entre la cordillera de los Andes y el océano Atlántico, desde Bahía Blanca hacia el oeste y el sur, una región casi sin agua, las tropas de Buenos Aires aniquilaban a todos los hombres y mujeres indígenas que aparentaran más de 20 años. Los niños se entregaban como sirvientes.

Darwin se escandalizó.

Algunos grupos indígenas eran aliados de Rosas, en tanto otros resistían y contraatacaban por sorpresa y diezmaban puestos, postas y estancias.

La introducción del caballo en el siglo XVI había cambiado radicalmente los hábitos de los indios. Eran grandes jinetes que atacaban con chuzos (lanzas), boleadoras y armas blancas. Según Darwin, trataban a sus mujeres como "esclavas útiles". En guerra con los colonizadores, saqueaban, mataban y violaban en "malón" (las historias de "cautivas" blancas, como Dorotea Bazán o la madre de Tabaré, el de Juan Zorrilla de San Martín, poblaron el folklore del Río de la Plata).

Estanislao López, gobernador de Santa Fe

En setiembre de 1833 Darwin viajó de Bahía Blanca a Buenos Aires en una cabalgata de 12 días, entre posta y posta, en grupo, siempre atentos al peligro de los ataques indígenas en un área mayormente desolada. Una semana más tarde viajó a Santa Fe en carreta tirada por bueyes o a caballo. "La estabilidad del gobierno (de Estanislao López, antiguo aliado de José Artigas, una de las grandes figuras federales y de la Confederación Argentina) se debe a sus costumbres tiránicas, pues la tiranía todavía parece adaptarse mejor a estos países que el sistema político republicano", sostuvo el viajero inglés. Y agregó con desprecio: "La ocupación favorita del gobernador es la de cazar indios" y vender sus crías.

Darwin regresó embarcado por el río Paraná. Quedó en medio de una revuelta política en Buenos Aires y en noviembre escapó en barco hacia Montevideo.

Escribió que el Río de la Plata, "una extensión tan amplia de agua barrosa, carece de grandeza y hermosura".

También comprendió que el territorio oriental, ondulado y verde, y su población semi-bárbara ahora le gustaban mucho más que en su primera visita, en 1832.

El territorio suavemente ondulado

El 14 de noviembre de 1833 Charles Darwin partió de Montevideo hacia Colonia del Sacramento.

Anotó en su diario, sorprendido: "Me doy cuenta ahora que encuentro a esta provincia (sic) muy diferente a como la vi cuando llegué por primera vez. En aquella oportunidad me pareció muy llana, pero ahora, luego de haber recorrido las pampas (argentinas) al galope, lo único que me sorprende es pensar por qué motivo pude haber llegado a hallarla tan plana. Toda la región es una serie de ondulaciones, tal vez no absolutamente altas de por sí, pero si se las compara con las llanuras de Santa Fe, resultan ser verdaderas montañas. De estas desigualdades surge la abundancia de pequeñas corrientes de agua, y el césped es verde y exuberante".

Colonia, entonces poco más que una aldea, "sufrió grandes daños en la guerra con el Brasil", finalizada cinco años antes, en 1828, con la independencia uruguaya, narró el viajero inglés. La Iglesia, que se usaba como polvorín, recibió un rayo y se desintegró.

Demasiados militares desempleados

Darwin escribió en su diario que la guerra contra Brasil, que se extendió entre 1825 y 1828, "tuvo resultados muy desfavorables para Uruguay, no tanto por sus efectos inmediatos, sino porque trajo consigo una proliferación de generales y de muchos otros militares de todo rango. La cantidad de generales (aunque sin paga) es mayor en las Provincias Unidas del Río de la Plata que en el Reino Unido de Gran Bretaña. En estos caballeros ha surgido el amor por el poder, y jamás ponen objeciones en intervenir en una que otra refriega, razón por la cual muchos de ellos están siempre listos para causar disturbios y para derrocar un gobierno que no ha podido aún echar bases firmes".

San Juan y el río Negro

Charles Darwin recorrió una estancia de dos leguas y medias de superficie (5.827 hectáreas), ubicada entre la desembocadura del río San Juan y el Río de la Plata, el sitio de la actual estancia presidencial San Juan de Anchorena. Su dueño le dijo que pretendía por ella algo más de 2.000 libras esterlinas de entonces, incluyendo su casa rústica, sus "excelentes corrales", sus montes y aguadas. Contaba con unos 3.000 vacunos, 950 yeguarizos y 600 ovinos.

El 19 de noviembre el viajero inglés y sus acompañantes arribaron a Punta Gorda, el límite entre el río Uruguay y el Río de la Plata, al sur de Nueva Palmira o Higueritas y frente al delta del río Paraná.

Los cardales de los campos de Soriano, que arruinaban las pasturas, sobrepasaban la altura del caballo e incluso del jinete. Esa noche, en una estancia de la zona, comprobó el asombro de un capitán del Ejército al enterarse que la Tierra era redonda. La noche siguiente anotó la cortesía "exquisita" y "encantadora" de los humildes dueños de una choza en que pernoctaron.

Tercera y última nota: Charles Darwin en el río Negro; los domadores; la faena de yeguarizos; el carácter de los criollos y un vaticinio: "El liberalismo extremo de estos países tendrá que alcanzar finalmente buenos resultados".

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