Opinión > ANÁLISIS / CLAUDIO ROMANOFF

Enredados en el poncho blanco

Los líderes nacionalistas entraron en la emboscada frentista sobre el caso Bascou
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18 de noviembre de 2017 a las 05:00
Enredados. Así quedaron los dirigentes nacionalistas desde el momento en que surgieron las primeras denuncias contra el intendente de Soriano, Agustín Bascou. El Frente Amplio (FA) lo acusó de venderle combustible a la comuna que dirige y, tras poner el tema sobre la mesa de los medios, lo denunció ante la Justicia penal. La cosa era ojo por ojo, Sendic por Bascou. Y si bien es cierto que los casos y la envergadura de ellos son distintos, el tema era medir qué harían los blancos con uno de los suyos luego que el exvice frenteamplista fuera empujado al precipicio de la renuncia.

Desde el vamos, Jorge Larrañaga defendió la honestidad del jefe comunal, pero Luis Lacalle Pou no dudó en señalar que él hubiera renunciado. Este cortocircuito directo entre ambos pudo generar un incendio que rápido apagaron mediante un encuentro mano a mano, debidamente fotografiado y divulgado por el líder de Todos.

Sin embargo, la dirigencia frentista siguió corriéndolos con el poncho. Sí, a los blancos con el poncho. Desde las redes sociales la militancia de izquierda desafió a los nacionalistas a poner en marcha un tribunal partidario como lo hizo el FA con Sendic.

Y así fue que los blancos entraron en la emboscada.

El Directorio del Partido Nacional convocó a su comisión de ética a pedido del involucrado y, tras varias semanas de deliberación, aprobó un "apercibimiento" al intendente, quien completó la jugada con disculpas públicas.

En forma evidente, Lacalle Pou advirtió que la indulgencia del dictamen no satisface las necesidades políticas de un jefe que envió a la tropa al asalto de las murallas éticas del FA. La decisión de las autoridades está bien lejos de la actitud del FA.

Larrañaga, a su vez, se enojó con Lacalle por entender que se salió de la orgánica y no respetó la resolución del Directorio. Otra vez los caudillos quedaron enfrentados en una lógica de confrontación. Quizá le agregue glamour a la interna por la candidatura a costa de la preciosa y necesaria unidad.

En este caso los blancos actuaron bajo el signo de la inmediatez propia de las redes, sin sopesar adecuadamente los riesgos políticos de cara a la confrontación futura en el campo de la probidad de los jerarcas públicos. Y eso que fueron ellos mismos, junto al resto de la oposición, los que pusieron este tema sobre la mesa al denunciar varios casos de supuestas irregularidades en los negocios con Venezuela y la administración de los hospitales públicos.

¿Por qué el apurado pronunciamiento previo al juicio? En otros casos, como el de los procesados por irregularidades durante el último gobierno nacionalista, las suspensiones y expulsiones partidarias se decidieron con posterioridad al fallo. Con las cartas vistas, hubiese sido más inocuo esperar y seguir el palo de la resolución del juez. Es una costumbre partidaria fácil de defender, que hubiese evitado además choques con el involucrado y sus apoyos.

La división de los líderes blancos en la forma de proceder en el caso Bascou puede quitar fuerza a otras denuncias contra las administraciones de izquierda y resalta con flúo la autodepuración frenteamplista en el affaire Sendic.

La cuerda vino embarrada y resbalosa, desde el principio fue difícil de agarrar y se formó un nudo bravo de desatar.


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