Las piezas que sorpresivamente se movieron en el tablero militar el fin de semana lo confirman.
En ese trasfondo es fácil perderse lo importante. Engancharse con el último post de Trump y demorarse ahí.
Pero, ¿qué pasó desde que el 13 de junio Israel atacó a Irán?
Sí, el petróleo subió y lo hizo mayormente atado a la posibilidad de un involucramiento de EE.UU. Ahora, se descuenta que el lunes va camino a u$s 100.
Lo que está en juego es lo que en la jerga se llama "geopolitical premium", cuál es el precio extra que se espera del petróleo por los riesgos geopolíticos a los que está expuesto. Hasta el viernes era de u$s 8. La pregunta es cuánto más pueden pedir los inversores.
Pero hubo en estos pocos días muchas otras disrupciones en el mercado.
Y a todo esto, ¿qué rol juega la OPEP+? El pétroleo inició su caída precisamente por la decisión del grupo de grandes productores de revertir su política y empezar a aumentar la producción pese a la debilidad de la demanda.
La decisión, tomada en abril, sacudió al mercado. Para mayo, ya por el tercer ajuste al alza consecutivo, el crudo había caído un 17%. Hasta entonces, el cartel había priorizado sostener un precio razonable.
Y ahora, ¿qué puede hacer ante la brusca suba del commodity dado su exceso de capacidad de producción?
Por el momento, queda clara cuál es la expectativa de los inversores.
En el mercado de opciones, la semana pasada las apuestas generalizadas a un descenso del crudo rápidamente se dieron vuelta para alcanzar niveles tan altos (“bullish”) que son equiparables a los registrados poco después de la invasión de Rusia a Ucrania, a inicios de 2022.
Pero fundamentalmente, Irán -el tercer productor de crudo de la OPEC-tiene una carta que muchos dudan que se atreva a jugar, pero que resulta una disuasión poderosa.
Un estrecho bajo su control por el que circula un cuarto del pétroleo mundial. Hasta ahora, nunca llegó a bloquearlo más allá de ciertos incidentes y repetidas amenazas.
Hacerlo no sólo hundiría sus propias exportaciones. Desataría una crisis en la que algunos arriesgan el petróleo llegaría a u$s 120.
El escenario: por qué sólo la intervención de EEUU podía detener a Irán
Fue el temor punzante que recorrió el mercado toda la semana: la posibilidad inminente, sin preaviso, de una intervención estadounidense -ya sea en forma directa o asociada a Israel- que extendiera como un reguero el conflicto en toda la región.
No es que los traders sean impresionables. Trump se encargó de alimentar esa sensación con declaraciones inquietantes. “La paciencia se está acabando. No vamos a eliminarlo, al menos no por ahora”, decía en relación al líder supremo de Irán, Ayatollah Ali Khamenei.
Durante días, fue la construcción de un nerviosismo catastrófico.
Ahora que el ataque de EEUU contra Irán se ha concretado, la frase de Donald Trump parece mucho más definitiva. "Habrá paz o habrá tragedia".
Pero en términos concretos, ¿cuál es desde el punto de vista estratégico la importancia de que EE.UU. respalde a Israel en esta operación?
Forlow Es la instalación nuclear subterránea de máxima seguridad en Irán donde se realiza el enriquecimiento de uranio. Sólo Washington contaba con las llamadas armas antibunker para destruirla y acabar así con las pretensiones nucleares de Teherán. Forlow Es la instalación nuclear subterránea de máxima seguridad en Irán donde se realiza el enriquecimiento de uranio. Sólo Washington contaba con las llamadas armas antibunker para destruirla y acabar así con las pretensiones nucleares de Teherán.
Es la instalación nuclear subterránea de máxima seguridad en Irán. Allí se lleva a cabo el proceso de enriquecimiento de uranio necesario para la construcción de armas nucleares.
La inteligencia recibida por Trump lo convenció de la prioridad de destruir el enclave dados los tiempos tan cortos en que los iraníes estarían en condiciones de producir allí bombas.
Otro dato esencial es que sólo EE.UU. podía eliminar Fordow.
Washington cuenta con las llamadas armas antibunker, bombas diseñadas para penetrar blancos blindados o bajo tierra. Israel hasta ahora no atacó esta facilidad clave.
La participación de EE.UU. tiene, en definitiva, la ventaja de cortar de raíz las pretensiones nucleares de Irán.
Pero puede desencadenar el verdadero caos en Medio Oriente, con serios daños a la infraestructura energética y la imposibilidad de transitar por el estratégico Estrecho de Ormuz, vital para el comercio petrolero.
Con la preocupación que genera este ataque de EE.UU., las negociaciones arrancan con el peor pronóstico.
Por un lado, Irán había insistido en su principio de no sentarse a conversar mientras continuara la agresión israelí.
Por el otro, aclaró que estaba dispuesto a aceptar límites al enriquecimiento de uranio, pero no la política de suspensión de toda actividad que pone sobre la mesa como única opción de Donald Trump.
El ataque del sábado a Irán vuelve el escenario mucho más dramático.
El petróleo: qué contuvo una suba aún más violenta hasta ahora
Después de haber llegado a u$s 78,85, el Brent de referencia en Europa se descomprimió al final de la semana (con el engañoso giro diplomático de Trump) y terminó en u$s 77.
Así y todo, desde el inicio del ataque de las fuerzas israelíes el 13 de junio, cuando valía apenas algo más de u$s 60, trepó 8 dólares en sólo nueve días de conflicto.
Es un salto de 11%, que había llegado a 13,7% el jueves, antes de la aparente pausa negociadora de EE.UU.
Si bien el conflicto recién lleva unos pocos días, es bueno poner en perspectiva este avance del petróleo.
Aún estamos muy lejos de los máximos históricos, incluso de los picos más recientes.
En el caso del Brent, por ejemplo, su récord fue de u$s 144 en 2008 en el auge de commodities impulsado por China y, en los últimos años, registró un máximo de u$s 122 tras la invasión rusa a Ucrania.
En el del WTI, que se puede observar en el gráfico, los valores fueron de u$s 140 y u$s 115, respectivamente.
Por ahora, el Brent recién volvió prácticamente a los valores de principios de abril (u$s 75), cuando la OPEC+ comenzó a aumentar su producción.
Fue un shock para el mercado que vio cómo los productores volcaban el triple de barriles que el mes anterior.
Para entenderlo mejor: el WTI de referencia en EE.UU. se hundió de u$s 71,20 a u$s 59,58, un mínimo de cuatro años.
El Brent, por su parte, perdió de u$s 74,50 a u$s 62,82. Ése era el entorno en el que se movía el crudo: una OPEC que inundaba de oferta la plaza en un momento de demanda escasa en plena guerra comercial y que presiona a la baja el precio.
Arabia Saudita, como líder de la OPEC, sacrificaba precio a cambio de recuperar cuota de mercado.
Desde el desarrollo del "fracking" y la revolución del shale, EE.UU. pasó a ser exportador de crudo en 2020 y las importaciones del país de Arabia Saudita cayeron a un mínimo en 40 años.
Pero es sólo para entender qué venía pasando. Esa es otra historia.
Por supuesto que el 13 de junio la jugada de los grandes productores quedó en la nada.
Israel atacó a Irán, sembrando el temor a un “contagio” en el Medio Oriente, una región que produce un tercio del crudo global.
Los precios del petróleo rápidamente borraron las bajas acumuladas en el año por el efecto OPEC.
Pero más allá del precio, rápidamente se presentaron temores relativos a la logística del negocio: cómo mover los suministros. Y los temores se convierten casi de inmediato en mayores costos.
Las tasas de envío de los petroleros son un buen indicador de estas tensiones.
El costo de referencia de Medio Oriente a China aumentó casi 50% la semana pasada, informa Bloomberg, un reflejo del extra que deben pagar quienes transitan las aguas turbulentas del Estrecho de Ormuz, controlado por Irán.
Mientras tanto, China, que compra la mayoría de las exportaciones iraníes, ya se ocupó -previsora- de acumular amplias reservas de crudo para mitigar cualquier disrupción que se produzca en el suministro proveniente de Medio Oriente.
Ante la preocupación por el tránsito marítimo por la zona y la llegada de suministros en caso de que las hostilidades escalen, los miembros de la OPEC+ tienen aún capacidad ociosa en abundancia que puede ser activada.
El problema es que está, precisamente, el Golfo Pérsico.
A su vez, los precios globales del diesel ya registraron fuertes incrementos, lo que afecta en especial a los consumidores europeos.
El Medio Oriente es una gran exportador de diesel, alrededor del 17% de las compras europeas por mar.
La mayoría proviene de Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, que vienen invirtiendo en la capacidad de refinamiento local.
En 2024, el diesel concentró el 44% del total de la demanda de petróleo de Europa, que lo usa tanto para transporte privado y comercial como fines industriales, según datos de la Agencia Internacional de Energía.
Entre las tantas derivaciones que ya han tenido estos pocos días de conflicto en una zona tan sensible y vital para el petróleo, quizás una de las más curiosas fue la migración de parte de la demanda hacia otras fuentes de petróleo que no involucren los puertos del Golfo Pérsico.
Es el caso del llamado petróleo Murban que produce Abu Dhabi, los volúmenes negociados en la plaza de futuros se triplicaron en relación al promedio del año anterior luego del ataque israelí.
Estrecho de Ormuz: el mayor temor es que Irán impida el paso de los buques
Si no vimos una violenta escapada del petróleo fue primero, porque Trump demoraba su ataque; segundo porque ninguna facilidad nuclear crítica de Irán estaba afectada y, fundamentalmente, porque el Estrecho de Ormuz no sufrió mayores interferencias, una de las mayores preocupaciones de quienes negocian petróleo.
Por allí fluyen entre 18 y 19 millones de barriles diarios de petróleo y combustible, casi la quinta parte del consumo global. Otras 85 millones de toneladas de gas licuado natural de Qatar y los Emiratos Árabes Unidos también lo utilizan, alrededor del 20% de la demanda mundial.
Si después de esta semana alguien en el mundo del petróleo dijera, con un líder como Trump no se puede, nos va a volver a todos locos.
Otro podría recordarle que las cosas podrían ser mucho peor: el verdadero escenario escatológico sería que, producto de un ataque de EE.UU. o una jugada desesperada iraní, el Estrecho de Ormuz se volviera intransitable.
Improbable, sin precedente, pero puede ocurrir.
En la boca del Golfo de Pérsico, en esa especie de embudo por la que pasan los petroleros que abastecen a una cuarta parte del mundo, Irán puede decir acá no pasa nadie. En el propio mercado lo ven poco plausible por sus implicancias. Irán desestabilizaría a la economía global.
Pero se puede hacer y con poco. La cercanía a la costa deja a los barcos vulnerables a ataques con misiles o drones a ser interceptados por botes patrulla o helicópteros.
Las aguas son de poca profundidad, propicias para las minas. Sin ir más lejos, tácticas similares utilizaron con éxito los Hutíes en Yemen para interceptar el tráfico en el Estrecho Bab el Mandeb que lleva al Mar Rojo.
Ahora Irán -que viene amenazando hace años con este bloqueo y que llegó a secuestrar y atacar barcos puntuales- pagaría un precio muy alto.
No sólo no podría exportar su propio petróleo sino que se enemistaría con China, su mayor comprador y un socio político que llegó a usar su poder de veto para evitar sanciones contra Irán.
Infringir un daño devastador a la economía global podría terminar destruyendo a la propia.
Ahora, todo dependerá de la respuesta iraní. Las ciudades donde hay bases estadounidenses, como Bahrain y Kuwait, ya se están preparando para sufrir ataques. Países como Kuwait también son un blanco por su importante infraestructura petrolera.
En realidad, todo Medio Oriente sabe que ya está en guerra.
A los mercados no les gustan las sorpresas. Prefieren tomar ganancias cuando las cosas ocurren como habían anticipado. Según esa regla, el lunes mercado debería cobrarle a Trump este nuevo giro a sus "dos semanas" con un petróleo desatado.