Lo que importa
Tres jóvenes de entre 19 y 24 años fueron detenidos por planear un atentado suicida con explosivos en Francia.
La policía halló explosivos caseros, manuales de fabricación y una carta de adhesión al grupo yihadista e investigan vínculos con el atentado de Bataclan en 2015, que dejó 131 muertos.
Tres jóvenes de entre 19 y 24 años fueron detenidos por planear un atentado suicida con explosivos en Francia.
Uno de ellos había jurado lealtad a Daesh y expresado su deseo de “ahogar en sangre a los infieles”.
La DGSI halló explosivos caseros, manuales de fabricación y una carta de adhesión al grupo yihadista.
Se investigan vínculos con el atentado de Bataclan en 2015, que dejó 131 muertos.
Dos de los arrestados fueron formalizados por terrorismo; el tercero permanece bajo custodia.
La investigación comenzó tras la denuncia de un familiar que advirtió signos claros de radicalización en uno de los implicados. Los tres jóvenes, residentes en Lille y Dunkerque, mostraban una profunda admiración por los autores de la masacre del Bataclan. Esa denuncia activó la vigilancia por parte de la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI), que terminó con las detenciones.
Según las primeras filtraciones, los detenidos planeaban un atentado suicida de gran magnitud, comparable al del 13 de noviembre de 2015 en París. Su intención era hacerse explotar en un lugar público con el objetivo de causar el mayor número posible de víctimas. Se contemplaron posibles objetivos como una comunidad judía, un centro juvenil o una institución pública del norte del país.
Durante los registros, se encontraron petardos, bombas, chalecos antibalas, cinturones explosivos listos para su uso, además de documentos con instrucciones para fabricar artefactos explosivos y una carta de lealtad al Estado Islámico. También hallaron un chaleco de explosivos de fabricación casera conectado a un sistema de activación.
Según Céline Berthon, directora de la DGSI, se trata de una nueva generación de radicalizados: jóvenes menores de 20 años que no se vinculan a mezquitas ni círculos religiosos tradicionales, sino que son adoctrinados a través de internet y redes sociales. Esta forma de radicalización es más individualista, más esquemática en términos ideológicos, pero mucho más violenta en sus expresiones y objetivos.
Las autoridades francesas advierten que aunque pueden rastrear a los sospechosos en redes sociales, cuando estos pasan a canales de comunicación más tradicionales se vuelven invisibles. Francia tiene fichados entre 3.000 y 3.500 yihadistas o simpatizantes solo en París y su periferia, lo que representa un enorme desafío logístico y operativo para los cuerpos de seguridad.
Francia alberga la comunidad musulmana más grande de Europa, con entre 6 y 8 millones de personas que asisten a unas 2.600 mezquitas. El islam oficial es supervisado y, en gran parte, financiado por gobiernos extranjeros como Argelia, Marruecos y Qatar. Sin embargo, muchos jóvenes musulmanes se alejan de ese islam institucional y encuentran en internet una vía alternativa donde pueden ser captados por discursos radicales.
La Fiscalía nacional antiterrorista abrió una causa formal por participación en una asociación criminal terrorista, mientras los servicios de inteligencia continúan con los interrogatorios y el análisis de los materiales incautados. Las autoridades buscan establecer si los detenidos actuaban de forma autónoma o como parte de una célula más amplia, y si existen otros cómplices que puedan estar preparando ataques similares. La investigación también apunta a comprender los métodos de radicalización y a reforzar los protocolos de prevención en redes sociales, donde estos jóvenes absorbieron y difundieron sus ideas extremistas. La amenaza, reconocida como “cierta y creciente” por la propia DGSI, coloca a Francia nuevamente en estado de alerta frente al desafío de una nueva generación de terroristas, digitalmente conectados pero fuera del radar tradicional.