Todos sabemos que los bares en España son mucho más que un lugar en donde comer y tomar algo.
No hay quien pueda resistirse a una visita a estos templos donde la existencia se expresa entre copas, ruidos de vajilla y voces rimbombantes. Allí transcurre la vida misma.
En cada barra, debajo de la estela que deja una caña fría, está la historia de cada uno de nuestros amigos, vecinos y de cientos de almas vagas que deambulan en tropel. Son el corazón palpitante de la vida social y cultural de una sociedad que peregrina tras unas bravas, una croqueta o un pincho de tortilla cremosa.
Quizá por eso no sorprenda tanto que España sea el país con mayor densidad de bares por habitante en el mundo. Las últimas mediciones del Instituto Nacional de Estadísticas señalan que hay alrededor de 184.430 bares en todo el país, lo que representa que hay un bar por cada 175 personas que habitan este suelo.
Pero no es Madrid, ni Barcelona o Sevilla la ciudad donde hay más bares de España.
Un pueblo en el Pirineo Aragonés
Para encontrar ese lugar con mayor densidad de bares por habitante debemos viajar a León, en Castilla y León, donde hay un promedio de 5,03 establecimientos por cada mil habitantes, ubicados en su mayoría en el popular Barrio Húmedo en el casco antiguo.
Le sigue Salamanca con una media de 4,22 por mil habitantes. Pero si ajustamos aún más la lupa, nos vamos a encontrar que en Sallent de Gállego, un pequeño pueblo del Pirineo Aragonés, se destaca por tener el número más alto de bares por persona en toda España.
Este ayuntamiento tiene 15,74 bares por cada 1.000 habitantes, lo que representa un bar por cada 63 habitantes.
Esta cifra lo coloca en el lugar más alto del podio cuando se habla de la cultura de bares en todo el país, pero con una salvedad, la estacionalidad que impone la agenda turística determina que esa “distinción”, no sea sustentable a lo largo del año.
En contraposición, principalmente en la Serranía Celtibérica que abarca zonas de Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad Valenciana y La Rioja, hay más de mil municipios que sólo tienen un bar. Está claro que esta región, si bien ocupa el 13% del territorio español, es a la vez una de las más despobladas del país.
Lo concreto es que los hay para todos los gustos y horarios. Bares de tapas, cervecerías, cafeterías, bares de copas, vinotecas o gastrobares.
Cada uno pregona un estilo y representa la necesidad de una clientela multiforme que se acomoda a cada momento del día. Cada horario tiene su trending topic.
Las barras de pan tostado con aceite de oliva y tomate rallado lideran por escándalo en los desayunos. Los menú de tres pasos con bebida toman la delantera en los mediodías y los tardeos masivos amenizan los 19 días de gloria y otras tantas 500 noches de bares y despecho, como inmortaliza Sabina.
Ese espacio es donde uno se siente parte de algo más importante, da identidad.
Es en el que celebramos y sufrimos, en el que ahogamos penas y nos embriagamos por festejo propio o ajeno, en la que gastamos tertulias sobre la vida con parroquianos incluso desconocidos y en la que nos empapamos de cerveza por un gol del Madrid de penalty, VAR mediante vaya paradoja, en el tiempo agregado.
En ese santuario transpira la esencia de una sociedad que disfruta tomando botellines de pie en mesas altas, mucho más que en unas sillas ignoradas hasta el desprecio.
Si no hay espacio, será un dato irrelevante por su insignificancia. No importará el frío, la lluvia o la estrechez de la acera, siempre habrá una terraza, una calle empedrada o un árbol cercano y solidario que nos ampliará el aforo permitido hasta el infinito.
Nos anuncian los que saben, que la Inteligencia artificial lo va a reemplazar todo.
En este mundo donde somos acosados a cada momento por los bots y los trolls, donde abundan las masivas reuniones solitarias por zoom o meet, me desvelo en pensar cuál y cómo será la IA capaz de reemplazar a Manolo, poniéndome esa cinco estrellas sin filtrar de grifo, esa misma en la que la espuma cae en cascada untuosa hacia la barra de madera.
Cuál será la app que me entregue ese cuenco con las aceitunas aliñadas que me inundan el paladar de sabor a tierra andaluza.
Mientras intento descubrir el santo grial de la cibernética, me van a disculpar, pero los tengo que dejar pues me espera una ronda de copas con amigos en el Pelotilla de Pepe, que nos ha prometido una ensaladilla y una tabla de ibéricos que no pueden esperar.