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¿Están marcando el ritmo los populistas europeos?

El giro de Europa hacia gobiernos de extrema derecha está dejando a la canciller alemana Angela Merkel en una posición incómoda y se ve forzada a ceder, al tiempo que enfrenta presiones internas
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15 de julio de 2018 a las 05:00
Por Mark Leonard - Project Syndicate

En 2011, el presidente francés Nicolás Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel obligaron al primer ministro italiano Silvio Berlusconi a dejar su cargo, reemplazándolo por Mario Monti, un capaz tecnócrata que parecía haber sido diseñado por la Comisión Europea y Goldman Sachs.

Hoy se pisa con el otro pie. Una impresionante coalición populista compuesta por el primer ministro húngaro Viktor Orban, el Canciller austriaco Sebastian Kurz, el ministro del Interior italiano Matteo Salvini y el ministro Federal del Interior alemán Horst Seehofer, amenaza con derribar a Merkel por sus políticas migratorias.

En un intento de proteger su posición, Merkel realizó una cumbre con el presidente francés Emmanuel Macron en el Castillo Meseberg en las afueras de Berlín, donde aceptó emprender una agenda de reformas a la Unión Europea que iría más allá de lo imaginable para la mayoría de los eurófilos.

Pero la cumbre de Meseberg misma parecía más un cónclave franco-germano que un relanzamiento del proyecto europeo. Macron intenta proteger a Merkel de las fuerzas rebeldes de su propia coalición, y ambos parecen actuar como si todavía fueran amos del universo. Sin embargo, más allá de las declaraciones sobre transformar el Mecanismo de Estabilidad Europeo en un Fondo Monetario Europeo y limitar el comportamiento del gobierno italiano sobre los refugiados, uno percibe que son los populistas quienes marcan el paso.

Parece que se acabó la época en que Alemania podía solucionar crisis de nivel europeo tomando, en la práctica, decisiones políticas internas de otros estados miembros. En la situación actual, la Alemania de Merkel es la spielball ("la pelota de juego"). Las decisiones que podrían determinar el destino de su gobierno se toman en Roma, Sofía y otras capitales de la periferia de la Unión Europea.

Este cambio en el equilibrio de poder se ve en la ansiedad de Merkel de reunirse con Orban en la cumbre de la UE a principios de julio, apenas tres meses tras su negación a felicitarlo por su reelección. Desde entonces, varios factores han modificado las condiciones de juego en la política europea.

Para comenzar, la Unión Social Cristiana, el partido hermano bávaro al que pertenece Seehofer y que gobierna en coalición con la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, se prepara para protegerse de Alternative für Deutschland, de extrema derecha, en las elecciones regionales de octubre. La USC recibe con regularidad a Orban en sus reuniones de partido, y él y Seehofer han estado en estrecho contacto a lo largo de la crisis de los refugiados.

En segundo lugar, Kurz, que está en coalición con el populista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), declaró hace poco que reformar las políticas migratorias de la UE sería una importante prioridad durante la presidencia de Austria del Consejo de la Unión Europea. Y, tercero, a principios de junio el Movimiento Cinco Estrellas italiano y el derechista Partido de la Liga de Salvini formaron un gobierno que combinó dos formas muy diferentes de populismo. Al hacerlo, crearon un modelo para que en otros estados miembros los populistas de izquierda anti-austeridad y los populistas de derechas anti-inmigración formen gobiernos similares, incluso en Alemania.

Como ministro del interior, Salvini ha adoptado una política de mano dura con respecto a la inmigración, no en menor medida rechazando barcos que transportan solicitantes de asilo rescatados en el Mediterráneo. Y este enfoque resulta inspirador para que Seehofer y Kurz, siempre oportunistas, doblen la apuesta en sus propias propuestas sobre inmigración.

Como ministro del interior de Alemania, Seehofer desea comenzar a rechazar solicitantes de asilo que estén registrados en otros estados miembros, lo que lo ha enfrentado a Merkel, que preferiría forjar un acuerdo a nivel de la UE para arreglar el sistema de asilo europeo.

Este mes, cuando la disputa entre Merkel y Seehofer se estaba acalorando, Kurz hizo una aparición en Berlín llamando a Austria, Hungría, Italia y Alemania –o, al menos, al ministro del interior germano– a formar un "eje de los dispuestos" sobre el tema migratorio. A principios de 2016 también intentó socavar a Merkel, cuando cumplía funciones como ministro de exteriores de Austria: declaró en directo en la televisión alemana que cerraría la ruta de los Balcanes a los refugiados que huyeran de Siria hacia el norte de Europa.

Merkel pudo defenderse de este intento de interferencia interna, pero, a día de hoy, se han ampliado las divisiones en Europa y Alemania, y ella debe encontrar una manera de cerrar brechas. Por ejemplo, si bien el primer ministro holandés Mark Rutte ha intensificado su oposición a una "unión de transferencias" en la eurozona, Merkel ha aceptado en principio la propuesta de Macron de un presupuesto conjunto para la eurozona.

Sin embargo, Alemania está atrapada en medio de la Liga Hanseática (Europa del Norte), que plantea la obligación de ser "responsables en lo fiscal", el Grupo de Visegrado (compuesto por la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia, y que se opone a la inmigración) y las fuerzas antiausteridad del sur de la eurozona. En otros tiempos, un canciller fuerte y visionario podría haber aprovechado el hecho de que todas estas corrientes están presentes en la escena política alemana. De hecho, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, Merkel misma pudo forjar compromisos internos que funcionaron en todo el continente.

Pero la diferencia clave entre entonces y ahora es que al gobierno estadounidense ya no le interesa que exista una Europa unida y sólida, ni estabilidad global, en todo caso. Tras la anexión de Crimea, Merkel podía contar con el apoyo del entonces presidente Barack Obama. No se puede decir lo mismo del presidente Donald Trump ni de Richard Grenell, su embajador en Alemania, ambos de los cuales buscan activamente desacreditar a Merkel en su propio país.

Por supuesto, no se puede descartar a Merkel todavía. Tras 13 años en el poder, ha demostrado ser extremadamente resistente y capaz de derrotar a ambiciosos personajes masculinos. Seehofer, Kurz, Salvini, Orban y Trump harían bien en no subestimarla.

Europa sigue estando en una encrucijada crítica. Quienes favorecen una integración más profunda y mayor apertura han desperdiciado mucho tiempo, mientras que los populistas y nacionalistas han disciplinado sus fuerzas. Tras su cumbre en el Castillo Meseberg, cabe preguntarse si Macron y Merkel estarán listos para un largo asedio.

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