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29 de mayo 2025 - 5:00hs

La escuela graduada —esa que ordena a los niños por edades adentro de un aula— está cambiando de facto. Porque sin proponérselo —y como secuela colateral de la caída de la matrícula— en menos de cinco años se duplicó la cantidad de alumnos de educación inicial que comparten clase con compañeros más grandes o más chicos.

Las escuelas Artigas, José Pedro Varela y Estados Unidos, en Montevideo, trazan una especie de recta imaginaria que corta el barrio Cordón en sentido sur a norte. Entre un extremo y el otro hay menos de 600 metros de distancia. Y ante la falta de niños —en una zona céntrica de la capital que poco a poco se va vaciando— casi cuatro de cada diez de los alumnos que cursan la educación inicial están en “grupo familísticos”. Así le llaman los técnicos a los grupos escolares y urbanos en que los alumnos comparten aula con otros de diferentes grados/edades.

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Aquella vieja manera en que se organizan las escuelas rurales —que por razón de escala eran multigrados “hace décadas”— ahora gana terreno en las ciudades. Al menos 8.196 estudiantes de inicial cursaron el último año lectivo mezclados con otros grados (los de 3 con los de 4, los de 4 con 5, o cualquiera de las combinaciones imaginables). Eso significa que el 11,3% de la matrícula integró grupos familísticos.

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El Observador había informado cómo se están vaciando las escuelas uruguayas, como un efecto de la “gran caída” de nacimientos que se aceleró en 2016 y que en los últimos tres años repercute en las inscripciones de Primaria. En aquella nota periodística se daba cuenta de la “notable baja” de matrícula en las escuelas Aprender, de contexto más crítico. Son esas mismas escuelas (al igual que las urbanas comunes) las que, en educación inicial, están teniendo más porcentaje de niños en grupos familísticos: más del 25%.

A continuación puede ver, escuela por escuela o jardín por jardín público, aquellos que cuentan con alumnos en grupos familísticos.

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Para el maestro Límber Santos —que por su expertise en educación rural ha estudiado la pedagogía multigrado— “la escuela uruguaya está ante una gran oportunidad de romper con una organización escolar clásica y obsoleta para favorecer a los aprendizajes”.

¿A qué refiere? La “fantasía de la escuela graduada” consiste en meter en una misma aula a los alumnos de una misma edad, porque, interpretación de la psicología evolutiva mediante, el desarrollo humano hace que todos aprenden más o menos parecido a una misma edad. Entonces al término de primero de escuela hay que saber leer. En segundo se reafirma la escritura. En tercero hay que entender la diferencia entre en nominador y el denominador. Y así…

Pero la escuela que rompe con los grados, en cambio, entiende que los puntos de partida y de trayectoria de cada niño son distintos. Y que el aprendizaje se potencia entre “pares asimétricos”: un aula en la que caben estudiantes de distintos contextos o edades.

Una política que todavía no es tal

Cuando la demógrafa Tania Biramontes presentó el Monitor Escolar, a fines de abril, resaltó al pasar el crecimiento de los grupos familísticos. La mesa de comentaristas no se hizo la distraída y aprovechó la volada.

“En las ciudades hemos puesto murallas donde las didácticas que hace años se aplican a la educación rural no entran a las escuelas urbanas. (…) ¿Por qué no podemos llevar el multigrado a la escuela urbana?”, se preguntó el presidente del Codicen, Pablo Caggiani, quien en su época de consejero de Primaria había defendido el retraso de la edad de ingreso a la escuela (con seis años cumplidos) y ve en el multigrado una manera de lograr ese objetivo sin que el estudiante y su familia lo vea como un atraso.

“En la escuela 30 del Cerro las maestras se las ingeniaron para romper las paredes y organizar las clases de manera diferente”, resaltó la directora de Primaria, Gabriela Salsamendi, dando un respaldo a esa ruptura de la escuela clásica según las necesidades de cada centro educativo y su alumnado.

Pero aclaró: “es contradictorio” que ante la baja de la matrícula haya casi el doble de grupos superpoblados (con más de 30 alumnos). En el sentido de que la baja de alumnos debiera servir para reorganizar, trabajar con duplas, tener apoyos nuevos y no escatimar en recursos.

Sucede que en la educación inicial debiera haber más maestras por alumnos que en Primaria. Y, a la vez, debiera tener un equipo de psicomotricistas, psicopedagógos y otros ólogos a su alcance. Porque el pasaje de los CAIF a la enseñanza formal obligatoria, advirtió la psiquiatra Gabriela Garrido, está causando un nuevo “puente roto” educativo: el niño pasa de tener una batería de apoyos a ser un número más en una lista.

Pese a que la política de los grupos familísticos fue de facto y no una búsqueda per sé, en la transición de gobierno fue asunto de conversación. La exdirector de Primaria, Olga De Las Heras, aprovechó su experiencia como inspectora en educación inicial para comentarle a su sucesora lo beneficioso que eran los grupos heterogéneos. “Sin quitar cargos, sino optimizando recursos, es la oportunidad para romper la estructura organizativa de la escuela. Es algo que ya se abordaba en el plan de 1992, casi que por debajo de lo que permitía la normativa para evitar los cortes abruptos, y que ahora empieza a oficializarse”, explicó a El Observador.

Ese sistema, recordó, permitió solucionar un viejo problema que arrastra la escuela graduada: ¿cómo se trabaja con aquellos estudiantes muy rezagados o aquellos con altas capacidades (los que escapan a la media en la campana de Gauss)?

El nuevo director de Políticas Educativas, Antonio Romano, coincide con el fundamento, pero aclara que esto supone más formación para los docentes. Porque por más cambios en la práctica o los reglamentos, “existe una cultura de pensar la escuela por grados”. La prueba está en la tasa de repetición: ahora que no puede repetirse en primero de escuela, muchos maestros solo difirieron esa decisión al término del tramo (a fin de segundo). Pero no se modificó el asunto de fondo.

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