PAU BARRENA / AFP

¿Cuánto cuesta la vida? Lo que debaten economistas en tiempos de cuarentena

Las restricciones adoptadas para frenar el coronavirus hace que en los ámbitos académicos y políticos se pregunten ¿cómo puede la sociedad calcular el punto intermedio entre el bienestar económico y la salud?

Tiempo de lectura: -'

29 de marzo de 2020 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Por Eduardo Porter and Jim Tankersley

¿Podemos medir el costo de cientos de miles de muertos?

El presidente Donald Trump y los principales representantes empresariales están cuestionando cada vez más la sensatez de una suspensión prolongada de la economía estadounidense —que ya está dejando sin empleo a millones de personas— para frenar la propagación de la pandemia del coronavirus.

“Nuestra gente quiere regresar a trabajar”, publicó Trump el martes en Twitter y añadió: “¡LA CURA NO PUEDE SER (mucho) PEOR QUE EL PROBLEMA!”.

En esencia, estaba poniendo a debate un tema con el que los economistas han batallado desde hace mucho tiempo: ¿cómo puede la sociedad calcular el punto intermedio entre el bienestar económico y la salud?

“Los economistas deberían estar haciendo este análisis de costo-beneficio”, señaló Walter Scheidel, historiador económico en la Universidad de Stanford. “¿Por qué nadie está poniendo las cifras de los costos económicos de una cuarentena de un mes o un año en contraste con las vidas que se salvan? Esta disciplina tiene los elementos suficientes para hacerlo. Pero la gente se rehúsa a asumir la responsabilidad”.

Algunos economistas a favor de que se levanten las restricciones actuales a la actividad económica dicen que los gobernadores e incluso el gobierno de Trump no han evaluado lo suficiente los costos y beneficios de estas restricciones.

“Le damos mucha importancia a salvar vidas”, afirmó Casey Mulligan, economista de la Universidad de Chicago que durante un año fue economista principal en el Consejo de Asesores Económicos de Trump.

“Pero eso no es lo único que se debe considerar. Por eso no suspendemos la economía cada temporada de influenza. No están considerando los costos de lo que están haciendo. Tampoco tienen mucha idea de cuántas vidas están salvando”.

No obstante, existe un consenso generalizado entre los economistas y los expertos en salud pública de que levantar las restricciones significaría enormes costos en más vidas perdidas a causa del virus… y que eso no le traería muchos beneficios perdurables a la economía.

“Es útil adoptar el marco de costo-beneficio, pero en el momento en que se hace esto, los resultados son tan abrumadores que no se necesitan los detalles para saber qué hacer”, señaló Justin Wolfers, economista de la Universidad de Míchigan.

Wolfers mencionó que el único caso en que los beneficios de levantar las restricciones superan los costos de vidas perdidas es que “los epidemiólogos nos estén mintiendo acerca de que hay personas muriendo”.

Es inevitable que parezca insensible equiparar costos económicos con vidas humanas. Pero las sociedades también valoran cosas como el empleo, la comida y el dinero para pagar los gastos, así como la capacidad de cubrir otras necesidades y evitar desgracias que no están relacionadas con esto.

“También hay consecuencias de salud si la gente se empobrece”, señaló Kip Viscusi, economista de la Universidad de Vanderbilt que ha dedicado toda su trayectoria profesional a usar técnicas de economía para evaluar los costos y beneficios de las disposiciones del gobierno.

La gente desempleada a veces se suicida. Es más probable que mueran los pobres si se enferman. Viscusi calcula que, en toda la población, cada pérdida de ingresos de 100 millones de dólares en la economía provoca una muerte más.

Las agencias gubernamentales calculan con frecuencia estas equivalencias. Por ejemplo, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) ha establecido un costo de aproximadamente 9,5 millones de dólares por cada vida que se salva como parámetro para determinar si se debe sanear un vertedero de basura tóxica.

Otras agencias utilizan valores similares para evaluar si deben invertir en la reducción de accidentes en alguna intersección o endurecer las normas de seguridad en algún lugar de trabajo.

El Departamento de Agricultura tiene una calculadora para estimar los costos económicos —atención médica, muertes prematuras, pérdida de la productividad por casos no mortales— de las enfermedades provocadas por los alimentos.

Ahora, algunos economistas han decidido asumir la responsabilidad y aplicar este razonamiento a la pandemia de coronavirus.

En un artículo publicado el lunes, Martin S. Eichenbaum y Sergio Rebelo de la Universidad del Noroeste, junto con Mathias Trabandt de la Universidad Libre de Berlín, usaron las cifras de la EPA para calcular la manera idónea de reducir la propagación de la enfermedad sin generar costos económicos que superen los beneficios.

La economía se contraería de manera drástica incluso sin una cuarentena impuesta por el gobierno si la gente decidiera no asistir a su lugar de trabajo ni a las tiendas con la esperanza de evitar el contagio. En el caso del aislamiento voluntario, Eichenbaum y sus colegas calcularon que la demanda de los consumidores de Estados Unidos se reduciría en 800.000 millones de dólares en 2020, o cerca del 5,5 por ciento.

Con base en las proyecciones epidemiológicas, si el virus circulara sin control, se propagaría rápidamente e infectaría a más de la mitad de la población antes de que la inmunidad colectiva desacelerara su curso. Si hubiera una tasa de mortalidad de cerca del uno por ciento entre las personas infectadas, morirían más o menos 1,7 millones de estadounidenses en un año.

Una política para contener al virus mediante la reducción de la actividad económica desaceleraría el avance del virus y reduciría la tasa de mortalidad, pero también impondría un costo económico mayor.

Eichenbaum y sus colegas dicen que la política “idónea” —evaluar las pérdidas económicas y las vidas— requiere restricciones que desaceleren la economía de manera importante. Según su enfoque, la reducción del consumo en 2020 sería más del doble, de 1,8 billones de dólares, pero morirían medio millón de personas menos. Esto significaría dos millones de dólares en actividad económica perdida por cada vida salvada.

En este caso, “se quiere empeorar la recesión”, señaló Eichenbaum. Pero una consideración importante es que existen límites para este sacrificio: después de cierto punto, no valdría la pena sacrificar más actividad económica con el fin de salvar a más personas.

Este modelo, señaló, depende mucho de la premisa que conlleva, la cual tiene como objetivo reflejar la magnitud de la compensación. Y los economistas aún están haciendo ajustes. La relación costo-beneficio cambiará si se considera la posibilidad de que el sistema de salud se vea superado por los casos de COVID-19, lo que aumentaría las tasas de mortalidad. Eso justificaría una suspensión más enérgica y acelerada.

Todo se reduce a cuánto vale una vida.

En la década de 1960, el ganador del premio Nobel en economía, Thomas C. Schelling, propuso dejar que la gente le pusiera precio a su propia vida.

Al observar cuánto estaba dispuesta a gastar para reducir sus probabilidades de morir —comprar un casco para andar en bicicleta, conducir dentro de los límites de velocidad, no comprar una casa cerca de un vertedero de basura tóxica o exigir un mayor salario por un empleo más peligroso— las agencias gubernamentales pudieron calcular un precio.

Sin embargo, eso puede dar lugar a cifras peculiares. Como señaló Peter Singer, el filósofo de ética australiano, se puede salvar una vida en los países pobres con 2000 o 3000 dólares, y aun así se permite que se pierdan muchas de esas vidas. “Si lo comparamos con nueve millones de dólares, es disparatado”, comentó.

El debate se vuelve aún más sensible cuando se considera el perfil de edad de los muertos. Esto plantea la pregunta de si vale lo mismo salvar la vida de una persona de 80 años que salvar la vida de un bebé.

Parece que la COVID-19 es mucho más letal para las personas mayores, sin importar su valor económico.

Pero Trump dijo el martes que incluso al estar protegiendo a quienes tienen mayor riesgo, la economía podría estar “lista para seguir” en tres semanas. “A las personas mayores se les cuidará con mucho esmero”, publicó en Twitter. “Podemos hacer las dos cosas al mismo tiempo”.
 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.