La primera es Rosana. Toca el timbre una vez y espera. No responde a la voz que le avisa que enseguida le abren y se queda estática, con las cuentas pagas en la mano. Son apenas pasadas las 20 horas, afuera la calle está un poco más lejos que de costumbre y ella seguro debe de haber visto el cartel en el ascensor recién o hace menos de media hora. No está pegado desde hace mucho más.
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