Juan Samuelle

“El Prado y su gente son una verdadera reserva de valores”

Mario Grandal, jefe de exposiciones de la Asociación Rural del Uruguay, disfruta su última muestra con ese rol

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04 de septiembre de 2019 a las 17:26

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En abril de 2020 Mario Grandal dejará de ser el jefe de exposiciones de la Asociación Rural del Uruguay (ARU). Tras la IX Expo Melilla no estará para auxiliar en cualquier necesidad a quienes de una u otra forma accionan en cada una de las muestras organiza la gremial en la que trabaja desde hace 42 años. A pocos meses de su jubilación, disfruta de su última Expo Prado en el ejercicio de un rol clave para el éxito de la exposición. Dentro de uno de los históricos galpones de la Rural del Prado, por momentos con mucha emoción, Grandal dialogó con El Observador. A continuación, un resumen de la charla con una pieza clave en la ARU, una que todos saben se extrañará.  

 

Seguro está viviendo una Expo Prado diferente.

Obviamente, es muy especial, con la pena de dejar esto y la alegría de seguir adelante porque acá hay una decisión muy pensada, que se planificó a nivel familiar y que responde a un proyecto en lo personal. Hay una etapa que se cumple, son 42 años en la Rural y es tiempo de tomar otros caminos.

 

¿Recuerda cómo llegó a esta casa? 

Sí, como si hubiese sido ayer. Mis tíos eran muy cercanos a la Rural, eran funcionarios de ARU, en la Secretaría, en Registros y en Exposiciones, me hicieron conocer esto y en un momento hubo un llamado, cuando había entrado a la facultad pero cuando en mi familia había que generar otro ingreso, se presentó esa oportunidad y empecé en Registros. Estuve ahí, pasé por Contaduría, estuve en casi todas las secciones hasta que en 1981 pasé a Exposiciones y hasta ahora estoy acá y en el año 2000 accedí al cargo de jefe de exposiciones, algo no pensado, pero las circunstancias así lo quisieron.

 

Desde aquellos años hubo en la Expo Prado cambios que eran difíciles de imaginar.

Cambió todo, como en el mundo. Hoy hay códigos de convivencia y de trato distintos, formas de comunicarse distintas, éticas distintas. Uno ha tenido que irse ajustando a esa nueva realidad. Parte del éxito que la muestra sigue teniendo está en su capacidad de adaptarse a las nuevas realidades. Y no tengo dudas que ese es el gran secreto para estar llegando ahora a 114 ediciones. 

 

Cada año debe interacturar con cientos de expositores y entre ellos los cabañeros que exponen los animales, con el público y con el resto de los integrantes de ARU. No ha de ser fácil.

No, pero como me gusta y pude ir haciendo un aprendizaje lo disfruto. Más allá de lo personal se puede porque siempre hubo un equipo en Exposiciones. Esto no se puede aprender en ningún lado, se va conociendo y mejorando día a día, año a año. Es fundamental escuchar a la gente, al expositor, al cabañero, a cada funcionario. Acá hay cosas que no se negocian ahora conmigo ni se van a negociar después, como poner el corazón, hacer todo lo que hay que hacer cada día y no postergar las responsabilidades, dar el servicio como hay que darlo. Eso y conocer las potencialidades del predio son cosas fundamentales. El Prado va mejorando y eso obviamente no lo logra solo una persona.

 

Eran más complicados aquellos Prado con las calles de tierra.

También eran lindos. No había celulares, no había un handy, no había grupos de Whatsapp... para consultar algo con el director de exposiciones había que esperar cinco o seis horas porque estaba en medio del campo. Las entradas de los animales duraban tres días y no uno. En realidad de cada Expo Prado, de cada tiempo, quedan cosas lindas para recordar.

 

La convivencia con el cabañero es algo especial, imagino. 

El cabañero es un tesoro, es el alma de cada Prado, una de las cosas lindas de este trabajo ha sido estar en contacto con ellos. Tengo claro que el Prado y su gente son una verdadera reserva de valores. Por lo que saben y por su capacidad para trasladarte todo eso. Por eso nos interesa tanto que el ciudadano valore lo que el cabañero hace, lo que trae para mostrar, el esfuerzo que hay atrás. Eso es fundamental, es de las cosas importantes que el Prado permite, mostrar la capacidad de ese cabañero, del dueño de la cabaña que es quien dirige e invierte y del trabajador que está todo el año con los animales y los trae y presenta. También nos importa que se tenga paciencia en explicarle a la gente de la ciudad lo que se hace en el campo porque a veces el ciudadano no sabe y no es por maldad, no sabe porque lo suyo es otra cosa. Está esa brecha entre campo y ciudad y me parece que para acortarla es lógico que de cada parte haya que poner algo para comprender y entender al otro y en eso el Prado suma.

 

El sector tiene rubros que están complicados, estar en la Expo Prado tiene su costo, ¿le ve un futuro seguro a esta muestra?

Sí, no lo dudo. Van 114 años y en todo ese tiempo pasó de todo, hubo guerras civiles, crisis espantosas, momentos en los que parecía que todo se acababa, años de endeudamientos terribles, ahora mismo hay dificultades, pero el Prado está y estará, de una manera o de otra la cabaña sigue, hay años de mayor glamour y otros con muestras más humildes, pero sin faltar  y no creo que eso vaya a cambiar. El Prado es necesario y la gente lo avala porque nunca deja de venir. 

 

 

Con contenidos que uno ve que se van sumando, ¿lo genético es aún el centro de la muestra?

Sí, ese espíritu no cambió. Ese es el núcleo fundacional y la razón que sigue existiendo para que todo lo demás esté. Aparecen otros atractivos que se suman porque la muestra ganadera de la ARU es un espacio ideal para lanzar un producto o un servicio y darse a conocer. Estar acá sirve, eso se sabe. 

 

De todo lo que le ha tocado vivir acá, ¿con qué se queda?

Me quedo con las personas que he conocido acá y entre todas quiero destacar a los cabañeros veteranos que cuando tenía 18 años y era un gurí montevideano me fueron enseñando un mundo precioso, me rezongaron, me pararon el carro cuando correspondía y así fui aprendiendo, me ayudaron a crecer en lo profesional para ser más eficiente en cada proceso y en lo humano, soy amigo de muchos y es de las cosas más lindas que me guardo del Prado.

 

¿Cómo se ve en el Prado 2020?

Y me veo caminando como uno más, disfrutando de la exposición, visitando amigos desde un lugar distinto y si toca dar un consejo se dará, pero la Rural tiene un grupo de funcionarios muy integrado, muy lindo y soy parte de él así que siento que me voy, pero que no me voy a ir nunca. 

 

Vida y muerte
Mario Grandal señaló que una de las cosas que más lo impacta en cada Expo Prado es el llanto del cabañero que trabaja con el animal y el del dueño de la cabaña cuando cada tanto toca que un animal muera por algún tema sanitario, pero lo sacude también el llanto felíz cuando –pasa con más frecuencia por suerte–, hay nacimientos en el predio de la Rural del Prado. “Vi gente llorar en forma desconsolada, de tristeza en algún caso y de alegría en otro”, mencionó. Reflexionó que “son cosas que pasan en los campos y no veo por qué deban actuar distinto cuando les pasa acá”. Y en el caso de las alegrías, agregó, “he visto muchas cuando se dan los premios en las pistas y no solo cuando se logra un Gran Campeón o una Gran Campeona, también cuando alguien llega a la meta de un premio menor, sin tanto ruido, pero que para ellos es algo tremendo”.

 

Juan Samuelle

 

 

 

 

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