Shasha cuenta como su padre sufrió la atención en la UPA sin frazadas, sin comida, sin agua y se pregunta a cuántos les ocurrió lo mismo. "Cómo es posible que el Estado no esté presente", cuestiona.
La historia es estremecedora y su relato de formidable entereza. Shasha Ávila apenas tiene18 años y, casi en un abrir y cerrar de ojos, en veinte días devastadores, presenció como la muerte se fue llevando uno a uno a quienes eran el sostén de su familia.
Un calendario trágico: el viernes 4 de setiembre murió su abuela Flora; el 12, su madre Mabel; el 22, su tío Carlos; y el jueves 24, hace tan solo una semana, Javier, su padre.
Ahora Shasha, junto a una hermana un año mayor, otra de 16 y el menor, Mijail, de 12 y el más sensible, reinician la vida en medio del desamparo y sin explicaciones.
En el relato en video que acompaña esta nota, cuya historia reseña este jueves Infobae, Shasha, de la que se ve su rostro sereno, pelo negro y largo, comienza diciendo: "El coronavirus no es un invento de Bill Gates, el coronavirus no es un invento del gobierno… el coronavirus es algo que existe".
Cuenta que ella se contagió, al igual que sus hermanos, y sus familiares que han muerto –"como mi tío, como mi abuela, como mi padre y como mi madre"– y reitera que no es un invento, que a la gente le falta oxígeno, la gente no puede respirar por su cuenta, la gente necesita un respirador para poder vivir. "No es manera de vivir esa", dice.
La enfermedad en su familia empezó por la abuela Flora, de 93 años, que no resistió los terribles síntomas del contagio y falleció. Su tío Carlos, de 68 años, que vivía con la abuela Flora, contrajo luego el covid-19 y lo golpeó con suma dureza.
"Se caía y no se podía parar. Mi abuela tosía y le daba frío", relata a Infobae los recuerdos de esos días imborrables y dolorosos.
Después la que se enfermó fue su mamá, Mabel Levandosky, de 50 años, maestra de jardinera, que padecía fibrosis pulmonar idiopática (FPI), que ya de por sí dificulta cada vez más la respiración. Fue internada en la clínica Medical Center de Avellaneda pero no superó las complicaciones agravadas por el contagio.
Javier Ávila, profesor de historia, de 64 años, con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y asma, fue la cuarta víctima mortal de la familia.
Ávila, sus esposa y sus hijos, vivían en Ingeniero Budge, en Lomas de Zamora, en la provincia de Buenos Aires. El matrimonio fue a atenderse en la Unidad de Pronta Atención (UPA) en Villa Fiorito. De allí, la madre fue llevada a la clínica de Avellaneda, y el padre permaneció en la UPA. Nunca más volvieron, cuenta Infobae.
Shasha no pudo despedirse de la abuela, ni del tío, ni de su madre. Solo alcanzó a ver a su padre, tras un vidrio, mientras luchaba por su vida entre tubos, cables y aire artificial.
Ellos, dice Sasha en el relato en video, se hubieran podido salvar. No se salvaron porque no se está invirtiendo lo adecuado en el sistema de salud y se prioriza más a la clase alta que a la clase baja.
La joven reconoce el esfuerzo de los médicos que están "explotadísimos", de los enfermeros también y del personal de limpieza del hospital. "Es un desastre, si uno se pone en el lugar de ellos es terriblemente malo. La verdad, no caben palabras para describir todo lo que yo siento".
Pero por encima de la "bronca" que expresa con todas las palabras, pide que "se dejen de joder", porque el virus existe. "Basta de marchas anticuarentena, basta de quemar barbijos. Basta".
La chica, que antes de toda esta tragedia familiar dudaba entre estudiar periodismo o ser profesora de historia, se lanza ahora en este breve y sentido discurso para expresar, sin estridencia, que lo que está pasando "no es lo que dicen los gobiernos, no es lo que te dice el presidente, no es lo que transmiten los medios de comunicación… hay cosas que no han sido mostradas y la verdad es que están muriendo un montón de personas y esas personas no están siendo registradas, porque no les hacen hisopados, ni las testean".
Shasha cuenta como su padre sufrió la atención en la UPA sin frazadas, sin comida, sin agua y se pregunta a cuántos les ocurrió lo mismo. "Cómo es posible que el Estado no esté presente", cuestiona.
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