¿Qué hacemos si nadie nos ve? La vuelta del hombre invisible y 120 años de historia

El Hombre Invisible y su camino en literatura, cine e historietas, y una nueva versión que ya se puede ver

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12 de marzo de 2020 a las 05:04

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La premisa escapa por completo al hecho en sí. El hecho en sí es volverse invisible -mediante algún método, puede ser científico o no, da igual- pero esto es circunstancial. La premisa es en realidad una pregunta ¿qué hacemos si nadie nos ve? O mejor aún ¿los límites éticos y morales permanecen cuándo nadie puede verte para marcarlos? Si nos guiamos por cómo ha funcionado en su inmensa mayoría esta premisa en la ficción, la respuesta es absolutamente no.

Así ocurría incluso en 1897, cuando el afamado escritor británico H.G. Wells –una máquina de éxitos dentro de lo que se conoce como literatura de anticipación o pre ciencia ficción, tanto por la que hoy nos compete como por La Guerra de los Mundos o La Máquina del Tiempo- imaginaba la historia de Griffin, un hombre misterioso que llegaba a un pequeño pueblo británico –Iping- durante una tormenta de nieve.  De Griffin no se ve un pelo, tan tapado llega por la ropa que lo cubre. Pronto, en el pueblo comienzan a suceder misteriosos robos a cuyo autor nadie ve. No tardamos en descubrir que el perpetrador no es otro más que el recién llegado, que es un científico (loco, obviamente) que ha descubierto la manera de volverse invisible. Libre de toda atadura, hace y deshace a su voluntad sin restringirse por ningún código moral. Esos robos son sólo la punta del iceberg de una serie de funestas acciones que terminarán con el hombre invisible como el terror que asola la zona hasta que encuentra su fin siendo asesinado a golpes por una turba furiosa. El mensaje de Wells era claro: sin la sociedad para restringirnos, seríamos capaces de las peores atrocidades. Nos transformaríamos en algo tan terrible que sólo la muerte podía detener. Un mensaje bastante aciago y pesimista, que cerraba en sí mismo para no dar lugar a nada más. Sin embargo, no importaba ya, había nacido el mito. El monstruo. Y amamos a los monstruos.

Filmar lo invisible

Hubo que esperar bastante –llama la atención que no haya sido adaptado a teatro o recogido en radioteatros a principios del Siglo XX, una práctica bastante popular- para que El Hombre Invisible volviera a aterrorizarnos. No fue sino hasta que la Universal –la productora cinematográfica- descubriera el filón que significaban las películas de monstruos –empezando por los más populares Drácula, Frankenstein y El Hombre Lobo- y empezara a rastrear con puntillosa dedicación toda fuente literaria que pudiera alimentar esta gallina de los huevos de oro. Es así que en 1933, el director James Whale –de los mejores que podían encontrarse dentro de este “universo compartido” que desarrollaba Universal- estrena El Hombre Invisible, con Claude Rains en el rol principal. Una adaptación prácticamente literal de la novela de Wells (Griffin gana aquí un nombre propio que no tenía antes: Jack) que sería el exitoso punto de partida de las aventuras del personaje (con Griffin como protagonista o como secundario propietario de la fórmula de invisibilidad que propiciaba aventuras de un tercero) que se sostuvieron –gracias, sobre todo, a los imaginativos efectos especiales que lograban muy convincente recrear la invisibilidad- a lo largo de varias décadas con películas como The Invisible Man Returns (1940, ahora con el ícono de cine de terror Vincent Price en el rol principal), The Invisible Woman (1940, y en el primer giro hacia la comedia, algo que se sostendría a través del tiempo), Invisible Agent (1942, un inesperado giro de la trama transformada ahora en cine de propaganda anti-nazi, con el nieto de Griffin combatiendo alemanes), The Invisible Man’s Revenge (1944, y la primera vez que no se trata de Griffin o derivados como personaje principal) y, cerrando el ciclo de Universal, dos apariciones nada menos que junto a Abott y Costello: Abbot y Costello meet Frankenstein (el título engaña, porque en realidad el dúo cómico se encontraba con todos los monstruos de la compañía y aquí regresaba Vincent Price a darle voz al invisible enemigo) y Abbot y Costello meet The Invisible Man (con el hombre invisible –otro- ahora como héroe).

Los monstruos de la Universal pasaron de moda y la creación de HG Wells con ellos. Sin embargo, El Hombre Invisible regresó en varias ocasiones –ya convertido en un ícono cinematográfico, además de literario- a lo largo del Siglo XX. Ya fuera como derivados lejanos de la idea original (The Amazing Transparent Man, 1960); como parte infaltable de la pandilla de monstruos (Mad Monster Party, 1967); en parodia directa de la película original (el sketch divertidísimo de Amazon Women on the Moon, 1987, donde la fórmula simplemente no funciona y tenemos un tipo desnudo que corre de aquí para allá al que todo el mundo le sigue la corriente de que es invisible por lástima); y hasta versiones adolescentes para toda la familia (The Invisible Kid, 1988). Pero en ninguno de estos casos el personaje ocupaba el peso que merecía o que se había ganado en sus versiones anteriores.

Fracaso

Esto podría haber cambiado en 1992, cuando el comediante Chevy Chase –en la cresta de la ola- hacia tandem con el fantástico director John Carpenter en Memories of an Invisible Man, un salto en importancia para el personaje, pero el resultado fue en cambio un fracaso estrepitoso, una comedia fallida que alejara para siempre a Carpenter del cine comercial y marcara otro mojón (de tantos) en la carrera de Chase como un tipo insoportable con el que era imposible trabajar. Acaso si queda algo muy valioso de esta versión y son, una vez más, los efectos especiales (a cargo de Light & Magic, de George Lucas) impresionantes todavía hoy.

Otro maestro del terror –Paul Verhoeven- tuvo también su turno al bate con el personaje. Su versión se llamó Hollow Man, 2000, y tuvo un elenco estelar a bordo (Kevin Bacon era el científico loco, Elizabeth Shue y Josh Brolin quienes lo enfrentaban) pero el resultado, una vez más, dejó mucho que desear. Una película bastante aburrida, predecible y desganada, donde tan sólo el aporte en gore (algo lógico con Verhoeven a bordo) amaga a darle personalidad. El siglo terminaba y el personaje, al menos en su versión cinematográfica, no daba pie con bola.

En casas, kioskos y librerías

Pero no sólo de cine vive el hombre (invisible). La pantalla chica lo albergó en muchas ocasiones, entre 1958 y 2005, en las más variadas y dispares encarnaciones, pero siempre en tono de comedia paródica o transformado el ocasional hombre invisible en un héroe de las fuerzas del bien, que utilizaba sus capacidades en nobles tareas (algo bastante alejado de la idea y mensaje original de HG Wells). La única excepción –y, convengamos, única digna de mención por sus méritos artísticos- es la miniserie homónima que desarrollara la BBC en 1984, adaptando en 6 episodios la novela original de Wells con rigor y éxito. Es tal su fidelidad que no son pocos los conocedores que establecen que esta miniserie es probablemente la mejor adaptación que existe del personaje y su creación original.

Pero más allá de su padre Wells, no fueron pocos los escritores que decidieron versionar o dar su impronta personal al protagonista invisible. Dignas de mención son la versión de Ralph Ellison de 1952 o la biografía del propio Wells, The invisible man : the life and liberties of H.G. Wells de Michael Coren. Por su parte, hay un maravilloso cuento de GK Chesterton llamado El Hombre Invisible donde se juega desde el otro lado: una investigación policial de un crimen cuyo culpable no parece poder ser visto por nadie. Como siempre con Chesterton, la explicación es maravillosamente imaginativa.

Griffin también se trasladó al mundo de las historietas, ya fuera inspirando a otros personajes –incluso hay en DC cómics un miembro de la Legión de Superhéroes llamado Invisible Kid- o siendo adaptado en sí mismo. Probablemente la mejor adaptación de todas le corresponde a The League of Extraordinary Gentlemen de Alan Moore y Kev O´Neill, donde Griffin (ahora bautizado Hawley) reaparece como el inventor de la fórmula invisibilizadora pero que cae en manos de un ladrón llamado Rodney Skinner quien, una vez invisible, será capaz de las peores trastadas. A desgano, forma parte de esta suerte de equipo de superhéroes victorianos que se completa con Jeckill/Hyde, el capitán Nemo y Mina Murray (de la novela Drácula), entre otros.

Volvamos a intentar

Al igual que en su ya lejano primer intento, es un universo cinematográfico el que pone en la palestra nuevamente al Hombre Invisible. La idea de Universal de hacer resurgir a todos sus personajes de terror combinados tuvo un funesto disparo de largada con The Mummy (protagonizada por Tom Cruise y un desaguisado de aquellos), lo que mandó al cajón casi de inmediato al proyecto (con Johnny Depp confirmado incluso como Griffin). Pero no pasó mucho tiempo para que se rescatara la idea y ahora, sin estar vinculada especialmente a nada, vuelve a ocupar nuestras carteleras. Griffin vuelve a ser el Hombre Invisible, vuelve a ser un despiadado villano y la versión actual transcurre por una historia de abuso sobre su ex novia (la gran Elizabeth Moss) que escapa de él con todas sus fuerzas. Con un gran éxito de taquilla en EEUU, bien podría ser este el regreso de uno de los peores monstruos que la ficción ha creado, aquello que no se ve y que carece de todo código que lo contenga, uno que es tremendamente humano pero al mismo tiempo carece por completo de la más mínima humanidad.

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