Espectáculos y Cultura > Yorgos Lanthimos

¿Quién es el griego que perturba al público con sus películas?

Con sus últimas tres realizaciones, Lanthimos se metió en la industria pesada, pero su costado retorcido está presente desde su primera película
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03 de febrero de 2019 a las 05:00

Son outsiders, vienen de países lejanos, ven el cine con otros ojos, generan rupturas entre el público y, de vez en cuando, algún vómito en la sala. El espectador promedio se escapa de sus proyecciones, turbado ante sus códigos inclasificables. Sus películas son incómodas y generan pensamientos que es mejor alejar. Perturban, sacuden el statu quo y dan oxígeno a un cine estadounidense anquilosado y anestesiado que subsiste, en general, al son de historias repetidas y diseñadas para recaudar. Son autores, artistas de la provocación. Y así, con esa reputación extranjera y extraña, consiguen de todos modos un lugar en el cine comercial, la industria que representa y erige los muros de los que ellos quieren escapar. Llegan sin buscarlo. Y para colmo, triunfan. 

Yorgos Lanthimos (Atenas, 1973) está en ese grupo; entró hace pocos años, cuando estrenó La langosta en 2015. Fue su primera película en inglés, aunque tuvo producción británica y no estadounidense. Antes del griego, también se pasearon por las pantallas industriales Lars Von Trier, Gaspar Noé y Michael Haneke, tres más que también comparten la pasión por provocar.

Lanthimos, que ahora tiene 45 años, viene funcionando como un disruptor desde sus jóvenes años atenienses. En su tierra filmó sus primeras cuatro películas; la primera de ellas, O kalyteros mou filos (Mi mejor amigo, 2001), en conjunto con otro director. Esa película apenas rozaba los tópicos que luego encantarían a Lanthimos, pero mostraba un aproximamiento a la toxicidad que con frecuencia se deja ver en las relaciones entre sus personajes.

Más tarde llegaría Kinneta (2005), donde, en solitario, el griego exploraría las bondades –o la capacidad de marear al espectador– de la cámara en mano. Después de esas dos producciones pequeñas llegó Kynodontas (2009), también conocida como Canino, Dogtooth o su explosión como cineasta.

En Canino –que en Uruguay se estrenó tres años después en el Monfic–, el realizador disecciona a una familia particular: siempre cercados por los límites de su casa en la Grecia rural, un hombre mantiene a sus hijos veinteañeros alienados y engañados sobre cómo es el mundo en realidad. Según las reglas del lugar, ninguno de ellos puede dejar la seguridad del hogar hasta que se le caiga un colmillo, y mientras deben superar extrañas pruebas que incluyen el incesto y la imitación de animales domésticos. La película ganó en Cannes el premio Un certain regard y estuvo nominada a mejor película de habla no inglesa en los Oscar de 2011.

Tras el éxito de Canino, Lanthimos siguió con Alps –donde las personas que pierden un familiar pueden sustituirlo por uno de los empleados de un servicio de acompañantes–, su última película antes de meterse en el idioma inglés con La langosta. En este debut anglosajón, el griego contó con dos actores de peso y fama mundial: Colin Farrell y Rachel Weisz.

Con un pie en la ciencia ficción distópica y otro en el absurdo, Lanthimos creó otro mundo extrañísimo en donde los solteros están prohibidos y hay centros especiales en los que se busca una pareja para los necesitados. Si finaliza el plazo del tratamiento y el soltero no está “emparejado”, se convierte en animal. Pero no se conforma el que no quiere: uno puede elegir el animal en el que, eventualmente, se podría convertir. La película se metió en los Oscar de 2017 con una nominación a mejor guion original y terminó de abrirle las puertas comerciales a Yorgos, que ni lento ni perezoso agarró de nuevo a Farrell y lo llevó a lugares todavía más oscuros en El sacrificio de un ciervo sagrado (2017), película previa a La favorita.

Con algo de Funny Games de Haneke, El sacrificio… pone a un cirujano al borde de una decisión catastrófica y sencilla: debe elegir si matar a su mujer, a su hijo o a su hija. Si no elige se mueren todos. Fin. Pero además de esta cuestión, Lanthimos también bucea en otros tópicos igualmente turbulentos, como la necrofilia, la manipulación mental y la locura progresiva.

Con este palmarés no es extraño que hoy La favorita esté espantando a más de un espectador desprevenido. Tampoco resulta extraño que esté tan nominada, porque si bien a Lanthimos no le tiembla el pulso a la hora de ponerse turbio, sigue siendo una de las mentes más originales y creativas del actual cine europeo (y ahora también, anglosajón). Que su sello se siga notando de manera tan limpia aun en una película que no tiene “su letra” –el guion de La favorita es el primero que no lleva su firma– es una grata confirmación de que, por encima de su actual reconocimiento, continúa preocupándose por una cosa sola: provocar con historias sólidas y bien contadas. 

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