Saúl Gilvich

Saúl Gilvich

Vicepresidente del Congreso Judío Mundial

Opinión > Guerra en Israel

A seis meses del horror

Este aniversario no es solo un momento para recordar el dolor y la pérdida, sino también para reafirmar nuestro compromiso con la vida, la libertad y la búsqueda incansable de la paz.
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07 de abril de 2024 a las 08:21

Por Saúl Gilvich, Vicepresidente del Congreso Judío Mundial

Hace exactamente seis meses, Hamás iniciaba el ataque más devastador en su historia. Miles de terroristas fuertemente armados irrumpieron en las comunidades del sur de Israel, asesinando, violando, secuestrando. Arrasando con vidas y comunidades enteras a su paso. Seis meses después, el mundo ya no es el mismo. O al menos, nuestro mundo ya no es el mismo.

Hoy reflexionamos sobre una jornada que marcó un antes y un después en la región, desencadenando una serie de eventos que aún resuenan en el corazón de nuestra sociedad. Aquel día, la barbarie se hizo presente en su forma más cruda, no solo como un ataque a nuestra seguridad, sino también a los cimientos mismos de nuestros valores: la cultura, la libertad y la vida misma en Israel.

La reivindicación del derecho a la autodefensa es innegable y fundamental. En un mundo ideal, la paz sería la norma y no la excepción. Sin embargo, frente a actos de una monstruosidad incomprensible, se plantea el dilema sobre cómo responder proporcionalmente a tales actos de violencia que parecen buscar nada menos que la aniquilación. Es que, ¿acaso existe la proporcionalidad a tanta barbarie? La respuesta, dijimos, es un derecho indiscutible, un principio fundamental en cualquier sociedad que aspire a preservar la paz y seguridad de sus ciudadanos.

En este contexto, las palabras de Golda Meir adquieren una relevancia atemporal: "Cuando llegue la paz, tal vez con el tiempo podamos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos, pero nos resultará más difícil perdonarlos por habernos obligado a matar a sus hijos". Esta frase encapsula el tormento de un conflicto donde las pérdidas son profundamente personales y la esperanza de reconciliación, un horizonte lejano pero indispensable. Un conflicto donde los errores a veces son tan dolorosos como inevitables.

Sin embargo, esta guerra tiene más de un campo de batalla. Uno esta allí, a miles de kilómetros de Uruguay, en la Franja de Gaza. Pero en la era digital, las consecuencias de esta guerra se hacen sentir incluso en otros continentes. Las sentimos en los comentarios antisemitas que abundan en foros y redes sociales, en la información tergiversada e imágenes manipuladas que se vuelven virales en cuestión de segundos, minutos, horas. Y también en movilizaciones, con sus pancartas y consignas. Al grito de “desde el río hasta el mar” se animan a igualar la defensa del Estado de Israel al régimen nazi. Tal será la paradoja, que es su propio canto la mejor analogía del genocidio nazi. Un único estado palestino, desde el Río Jordán hasta el Mar Mediterráneo. La aniquilación total del Estado de Israel. Esta narrativa con su carga antisemita y su llamado implícito a la eliminación de un pueblo y un estado, no es más que un doloroso recordatorio de los días más oscuros de la humanidad, resonando con un dolor que trasciende palabras y generaciones.

Nuestro llamado hoy es a no perder de vista los valores éticos y morales que conforman el tejido de nuestras sociedades occidentales. En medio de la tormenta, debemos esforzarnos por mantener viva la llama de la humanidad, el respeto por la vida y el inquebrantable deseo de paz. Solo entonces podremos vislumbrar un futuro donde la reconciliación sea posible y la memoria de los días oscuros del pasado sirva como un recordatorio de lo que nunca debemos permitir que se repita.

Este aniversario no es solo un momento para recordar el dolor y la pérdida, sino también para reafirmar nuestro compromiso con la vida, la libertad y la búsqueda incansable de la paz. La historia nos enseña que incluso en las horas más oscuras, la luz de la esperanza nunca se extingue completamente. Es nuestro deber, como miembros de una comunidad global, trabajar incansablemente hacia un mañana donde el diálogo, el respeto mutuo y la comprensión sean las piedras angulares de nuestra coexistencia.

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