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Alertan por la incidencia que siguen teniendo los combustibles fósiles en las economías regionales
Desde la Organización Latinoamericana de Energía (Olade) destacan la fuerte apuesta de la región por las transiciones energéticas y la descarbonización y promueven a la seguridad energética pero alertan sobre la incidencia que tienen los combustibles fósiles en las economías a partir del consumo en el transporte y la importancia de que cada país tenga su propio sendero acorde a su dotación de recursos.
Las actuales apuestas de la Olade se enmarcan dentro de la Iniciativa Relac, que está orientada a tratar de generar una meta regional del 70% de participación en energías renovables en la matriz energética de América Latina y el Caribe a nivel de generación eléctrica en capacidad instalada de generación renovable.
El uruguayo Alfonso Blanco es el secretario ejecutivo de la Olade desde 2017. En diálogo con El Observador, dijo que la región de América Latina y el Caribe es “la más verde del planeta” con un 30% de energía primaria proveniente de fuente renovable por lo que está “bastante mejor posicionada” que el resto del mundo, que alcanza un 13% de energía de fuente renovable.
El ingeniero señaló que la región está “avanzando fuerte” en los procesos de transiciones energéticas, apuntando a “salir de los combustibles fósiles y descarbonizar las economías”. En esa línea, expresó que la región posee “indicadores en términos de renovabilidad” como es la “historia de gran participación de la hidroelectricidad como parte de la matriz energética” y también la “alta participación de las bioenergías”. “Tenemos lo que yo denomino un ADN renovable en América Latina y el Caribe”, agregó.
Sin embargo, el secretario ejecutivo de la Olade alertó de la “muy alta participación del transporte como consumo final de la energía” y sostuvo que aun teniendo “participación de biocombustibles en mezclas” en grandes economías como Brasil, el transporte representa el 40% del consumo final y está “fuertemente condicionado a los combustibles fósiles”.
“El transporte representa entre el 30% y hasta un 45% —en algunas economías— del consumo final de energía y eso hace que la incidencia de los combustibles fósiles sea importante desde el punto de vista de la balanza de pagos de los países y aún más en aquellos países que no tienen producción de hidrocarburos”, explicó.
A su vez, Blanco señaló que en muchas economías de la región “la renta petrolera tiene una incidencia muy importante dentro de lo que son los presupuestos”. Eso sumado a que en varios países “existe un subsidio a los combustibles fósiles y a toda la energía”. Por lo tanto, ante “shocks externos” —como el que significa actualmente el conflicto entre Rusia y Ucrania— los mercados regionales de energía “tienen cierto grado de vulnerabilidad”.
Caminos diversos hacia la descarbonización
Según el secretario ejecutivo de la Olade, en los distintos ámbitos de negociación internacional de cara a los procesos de descarbonización, gran parte de la discusión tiene que ver con “los senderos destinados a las transiciones energéticas y cuáles son aquellos caminos a nivel de adopción tecnológica que te llevan una descarbonización de las economías”.
En ese sentido, Blanco afirmó que se debe “respetar la dotación de recursos por parte de los países” por lo que aquellos que disponen de recursos fósiles van a tener senderos de descarbonización que posiblemente sean diferentes a los que tienen países como Uruguay que son netamente importadores de petróleo”.
Para el ejecutivo, existe una “clara asignación de recursos” destinada a reducir la dependencia de la importación de combustibles fósiles pero esto refiere “no solo a la dotación de recursos desde el punto de vista de las industrias extractivas del país” sino que también refiere a “la posibilidad de acceso a capital”.
A modo de ejemplo, Blanco explicó que un proyecto en el norte de Chile alcanza “costos nivelados de la energía para el megaWatt- hora (MWh) generado con energía solar que está por debajo de los US$ 20” y que ese fue el precio de las últimas licitaciones en el sistema chileno.
Sin embargo, alertó que “economías más vulnerables, que no tienen grado inversor, tienen problemas de acceso al capital y problemas de estructuración financiera de los proyectos” observan para esa energía costos muy superiores a esos US$ 20 por MWh. Por lo tanto, es necesario entender que “eso también incide en el ritmo y la velocidad en la cual se llevan adelante las transiciones energéticas en cada país”.
“Nosotros no podemos imponer un modelo de desarrollo energético sino que cada modelo tiene que ser propio de cada país y estar fuertemente asociado a lo que es su dotación de recursos, la capacidad que tiene el país de respuesta y también a la capacidad que tiene de monetizar sus recursos existentes”, sostuvo.
Según Blanco, muchas economías regionales tienen gran parte de su presupuesto vinculado a la renta petrolera y que casi el 30% de su ingreso fiscal proviene de esta por lo que es necesario “tiempo para readecuar sus sistemas de recaudación a lo que es los nuevos sistemas energéticos”.
Cómo va Uruguay y la integración regional
El secretario ejecutivo de la Olade manifestó que Uruguay ha logrado diversificar de buena forma su matriz energética y ha dado “grandes pasos” en el sector de energía, proyectando una estrategia de movilidad eléctrica y particularmente de hidrógeno verde que “puede potenciar el rol del país como un potencial exportador a nivel global”.
Estos avances logrados por Uruguay son claves para “reducir la dependencia de la importación de petróleo y el impacto que tienen los shocks externos dentro de la economía del país”. Sin embargo, la participación de los combustibles fósiles —fundamentalmente en el transporte – “sigue siendo un elemento que incide dentro de la cadena de costos del país y que ante una subida importantes del precio internacional de petróleo tiene un impacto y un efecto interno relevante”.
Siesur es una plataforma de integración eléctrica creada en 2020 por la Olade, que tiene como foco apuntar a mercados eléctricos más integrados y dinámicos entre Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay y Chile. Con la misma se apunta a que la energía eléctrica generada en Uruguay pueda llegar al mercado chileno, por ejemplo, utilizando los sistemas de tránsito de los países limítrofes.
Para Blanco, la integración regional es “una línea de trabajo que da sus frutos y que se ha convertido en un elemento que sustenta el desarrollo del sector energético de América de América Latina y el Caribe y en particular en el cono en el Cono Sur”. En ese sentido, ejemplificó con el rol que jugó Uruguay en 2021 para respaldar la crisis de abastecimiento interno que tenía Brasil ocasionada por deficiencias en su régimen hídrico.
El ejecutivo indicó que existen elementos y estudios que demuestran que la interconexión y el aumento de los intercambios entre países “tiene una racionalidad económica y que existen beneficios para los países desde el punto de vista de mercados eléctricos más integrados y dinámicos”.
Según Blanco, la integración regional está “empezando a caminar” y que no es algo que vaya a ser inmediato ya que requiere una maduración de los procesos y que se “aceiten” procesos de intercambio y modalidades comerciales. No obstante, afirmó que la integración energética “sustenta la seguridad de los sistemas a nivel regional” y que también reduce “el impacto que tienen los distintos shocks externos que se pueden dar”.
“Con los altos precios del petróleo, los intercambios que pueden darse a nivel de los sistemas eléctricos tienen una racionalidad económica para que esa energía que respalda los sistemas de los países vecinos tenga un costo de generación inferior al de la generación con combustible fósiles de alto costo entonces eso es lo que estamos respaldando y sustentando”, expresó.
