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Álvaro Lamé: En el campo informático

El expresidente de la CUTI, fundador de Netgate y dueño de esta y varias empresas más, explora y analiza diversos ecosistemas.
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23 de agosto de 2013 a las 17:55

Desde lo micro a lo macro, de la evolución y otras yerbas, con la mirada puesta en lontananza o en la chacrita propia, Lamé propone una ruta interesante que incluye algunas paradas polémicas. Acompañémoslo...

Adaptación. Si en lugar de con los términos que aparecen en un texto, la nube de palabras (tag cloud o word cloud) se hiciera con los conceptos que derivan de él o lo sobrevuelan, estoy segura que esa sería la palabra gigante que emergería de mi conversación con Lamé. Adaptación. Con adaptación me refiero a la capacidad individual, grupal y hasta nacional de ir con la corriente de los tiempos, abandonar lo obsoleto y cambiar lo que sea necesario para evolucionar saludablemente. Si la nube de palabras se hiciera como se hace, con los términos que aparecen con más frecuencia en un texto, las palabras que emergerían destacadas de mi conversación con Lamé serían educación, teletrabajo, tecnología, Estado, empresa. Es que, sin irnos por las ramas pero tomando ramificaciones pertinentes, la charla con Lamé pasaba del árbol al bosque rápidamente. Por ejemplo, si el tema era su decisión de vida de mudarse al campo de Lavalleja y dejar su “montevideano” atrás, enseguida pasábamos a hablar de las bondades del teletrabajo y la realidad laboral actual. Ya que lo nombré y que su lugar en el mundo es el escenario de los retratos fotográficos de esta entrevista, empecemos por ahí.

Atmósfera controlada
Lamé llegó a las afueras de Minas, donde reside y posee un tambo de cabras, buscando “tener espacios para mí. Podría haber sido en la playa, en cualquier lado. Fue ahí porque vi un lugar que me gustó y vivo en pareja con una minuana. Cuando llego a casa cambio de aire y enseguida me cambia la cabeza, estoy más consciente. Si se arrima una cabra y la acaricio un rato, intento estar presente en eso. Que no sea un acto reflejo o mecánico, sino algo que percibo y siento con todo el ser.Estoy feliz de vivir ahí”. Y más feliz está ahora que su hijo menor de 12 años (tiene otro varón de 30 años) se fue a vivir con él. Ambos ganaron en calidad de vida. “Tengo la tranquilidad de vivir en un lugar en donde no estoy pensando que me van a entrar a robar o a copar, o que a mi hijo le va a pasar algo cuando sale en bicicleta. El problema muy jodido de seguridad está en Montevideo. Y creo que el Ministerio del Interior tendría que hacer una estrategia para que no pase para el interior del país. Pero bueno, es lo que nos toca vivir. Cuando yo era niño, eran las 10 de la noche y estabas en el barrio dando vueltas. No es que uno quiera estar mirando para atrás, pero lo peor que le podía pasar a nuestros padres era no saber en la casa de cuál vecino estabas. Ni siquiera si habías merendado o no, porque seguro alguien te había dado la merienda. No había ningún riesgo, ningún problema de inseguridad. No sé en qué momento se perdió eso, qué fue lo que pasó, pero es un debe que tenemos con nuestros hijos. Lo de irme para Minas con mi hijo es un intento de entregarle esa calidad de vida que yo tuve de chico y que él hasta ahora no tenía”.

Germen tecnológico
Así como Lamé piensa en lo que quiere brindarle a su hijo, su padre lo pensó en su momento. Aun siendo contador público, en lugar del típico m’hijo el dotor, el padre de Lamé optó por presionarlo para que entrara al mundo de la informática. “Mi padre era un adelantado, estaba muy informado de todo lo que fuera tecnológico. Además, como yo no parecía querer estudiar nada, fue como un ‘manotón de ahogado’. Me mandó a IBM a estudiar RPG, un lenguaje de programación muy denso. Me dormía en las clases, lo sufría horrible. Pero me despertó un interés por otros aspectos de la tecnología y después aprendí a programar en Basic, que era mucho más amigable.” Lamé no se considera un programador, aunque trabajó unos cuatro o cinco años como tal. Igual, agradece haber tenido esa experiencia, porque sostiene que “me facilitó mucho, porque obviamente a partir de ese conocimiento me resultó muy fácil comprender lo que querés hacer por un lado y lo que podés hacer por otro. Y eso es siempre lo que más me ha gustado de la tecnología: entender cómo la gente puede aprovechar las cosas que van apareciendo. Mi obsesión ha sido tratar de que las personas identifiquen en la tecnología, y en las TICs concretamente, un instrumento de poder personal, de ganancia personal, que les permita romper fronteras, derribar barreras y desarrollarse en cosas que quizá sin la tecnología no hubieran podido hacer nunca”. Esa obsesión personal de Lamé lo ha llevado a orientarse al servicio y a la educación en varios de sus emprendimientos históricos y actuales. En el año 1994, abrió Lamé, Stratta y Asociados, una empresa de capacitación costumizada del software de base Microsoft. “Cuando estábamos en ese proyecto surgió internet. Empezamos a identificarla, conocerla, investigarla, y armamos lo que para mí fueron los primeros cursos que hubo acá de internet, se llamaban Pasaporte Internet. Nos quedaba pendiente ofrecer el servicio de conexión, pero para eso teníamos que hablar con Antel.”

“La evolución de la tecnología la hace el ser humano, pero no hay alguien puntual que la provoque. Yo no educo a mi hijo para que sea tecnológico, sin embargo lo es. No necesitó de mí para serlo, como yo necesité de mi padre. A mí me presionaron, yo a mi hijo lo tengo que frenar un poco”

Planeo ambicioso
No solo hablar con Antel, salirle a competir. Parecía una locura. En 1996, el presidente del ente era Ricardo Lombardo, quien junto al directorio y sorprendiendo hasta al propio Lamé, aceptó con la condición de que el servicio fuera más caro que el de Antel. “Obviamente, todo el mundo nos decía que no podíamos, que no tenía ningún sentido competir contra Antel. Sin embargo, en los negocios siempre aparecen condiciones que te permiten encontrar un nicho o una oportunidad. Siempre. La demanda del usuario de internet creció muy rápido y el problema de Antel era que siempre daba ocupado. Y nosotros siempre dábamos libre. Logramos ser competitivos por el producto que armamos (íbamos a la casa del que contrataba el servicio y le dábamos capacitación para que aprendiera a usar la herramienta) y porque siempre nos preocupamos de tener líneas suficientes. No podías llamar más de dos veces para comunicarte con nosotros. Eso que a Antel le pasó durante muchos años, fue uno de los principales diferenciales y motivos por los cuales Netgate creció. Yo siempre decía, si vos ves la cometa, soy el último pedazo de la cola. Y ahí voy a ir prendido. Tá, y la cometa es internet, que sube, sube y sube.” Ese último pedazo de la cola de la cometa pertenecía solo a Lamé. Cuando comenzó el proyecto Netgate y Lamé decidió destinar a la publicidad la mitad del dinero que había conseguido de inversionistas (100 mil de 200 mil dólares), sus socios de Lamé, Stratta y Asociados se bajaron del viaje. “Hice eso porque en ese momento pensé: ‘Si yo estoy viendo este negocio, tiene que haber 10 personas más que lo estén viendo, no puedo ser el único’. Necesitaba salir con mucha fuerza para impactar. Tiempo después, me encontré con dos personas, uno tenía una importante empresa de venta de computadoras y el otro era Arnaldo Castro, que me confesaron que tenían la idea de dar servicios de conexión y los frenó el lanzamiento de Netgate, porque pensaron que era una empresa estadounidense y les pareció una locura competirle. O sea que al final, la estrategia funcionó.” Pero Lamé estaba solo, y Netgate, como Antel, creció demasiado rápido y el empresario se desbordó.

Limpiar el terreno
Sin carga melodramática, Lamé dice que durante dos años le costaba dormir, se despertaba en mitad de la noche llorando, laburaba 15 horas por día sin fines de semana, la esposa (madre de su primer hijo) le pedía que “me dejara de pelotudeces y me dedicara a un trabajo en serio”, el ingreso de Netgate le daba solo para pagar los sueldos, vivía a tarjeta de crédito y pagaba el alquiler un mes sí y otro no. Lo cuenta porque “quizá es de las experiencias más ricas para la gente”. Más allá de que en algunos momentos tenía ganas de abandonar, el empresario asegura que estaba convencido de lo que estaba haciendo. “Siempre digo que es fundamental tener la pasión, la convicción. A pesar de que en ese momento un montón de gente me advirtió: ‘ojo que te vas a hacer mierda’, yo veía que había factores de crecimiento, por ejemplo la cantidad de clientes (3.000, aproximadamente), y pensaba que había un camino por ahí.” Sin embargo, el camino cambió cuando recibió una oferta de compra de una empresa argentina del mismo rubro de Netgate por un millón de dólares. En lugar de aceptarla, Lamé habló con sus inversores originales, quienes volvieron a creer en el proyecto. “Ellos fueron los que tuvieron la visión de trabajar para ordenar la empresa, porque así las ofertas iban a ser más y mejores. Durante seis meses hicimos un proceso de ordenar, de lograr prolijidad en el tema contable que se nos había ido de las manos por la velocidad de crecimiento. Ahora, es lo que les recomiendo a los jóvenes y la gente que arranca, que traten de tener todo ordenado. Si empezás ordenado, es mucho mejor y más fácil.” Con la casa en orden, buscaron interesados. Aparecieron 15, entre ellos PCINet, una empresa estadounidense a la que Lamé terminó vendiendo Netgate por “cinco veces más que la oferta que había recibido espontáneamente un tiempo antes”. Era diciembre de 1999. El timing no pudo ser mejor (o peor, según se mire). Solamente un mes después, la bolsa tecnológica Nasdaq se desplomó y las acciones de PCINet con ella. ¿Cuándo y cómo vuelve Lamé a adueñarse de Netgate? Lo dejo en suspenso, y hago una pausa “laboral”.

Fuerza virtual
Probablemente recuerden las publicidades radiales de los cursos de teletrabajo de Netgate que tenían la voz inconfundible de Rosario Castillo. Desde hace más de una década, Lamé es un fervoroso creyente e impulsor del teletrabajo, que para él les cambia la vida a las personas. “La idea surge en la crisis de 2002, en que la empresa estaba mal. ¿Qué veíamos? Un 20% de desocupación, un mercado de tres millones y medio de habitantes con poca capacidad de absorción rápida de esa desocupación y una internet que nos permitía pensar o vender productos y servicios para cualquier parte. Y así empezamos, con un proceso de investigación y generación de contenidos para enseñar teletrabajo.” Luego de dictar casi al costo talleres por todo el país en los que capacitaron a unas 60 mil personas, la formación se empezó a vender al exterior. “Hasta ese punto, fue una actividad sin fines de lucro. No por una cuestión de responsabilidad social empresarial, yo no creo en eso. La responsabilidad está en el individuo mucho antes que en la empresa. Si uno es empresario, automáticamente la empresa tiene esa condición de velar por los demás generando trabajo, ayudándolos a mejorar su situación económica. Creo que así debe ser y todos lo tenemos que hacer sin buscar un beneficio directo.” Actualmente, la capacitación online vinculada a las TICs está centralizada en Epistele, que próximamente será una empresa spin-off de Netgate. Para Lamé, el mundo va hacia el teletrabajo y la capacitación online, y va cambiando progresiva e inexorablemente. “Si observás con un poco de atención cómo impacta la tecnología en la sociedad, en los modelos de negocios, de educación, de trabajo… está cambiando radicalmente la forma de hacer las cosas. Hay gente joven que sabe cómo pienso al respecto y me dice: ‘A mí me encanta trabajar, pero necesito un poco más de independencia y libertad, me mato si tengo que pasarme toda la vida trabajando 8 o 10 horas en un lugar’. Y eso va a ser así porque la tecnología permite que eso cambie. La gente va a elegir tener un trabajo mucho más flexible. Está todo bien con que venimos con una cultura que nos condiciona a ese modelo rígido y de ocho horas y que a los más veteranos nos condiciona. Pero para la gente más joven, la gente digital, ese modelo no existe. Ni se lo plantean. Y van a ser mucho más eficientes si se flexibiliza esto.” Y, como Lamé sigue subiendo la apuesta, lo dejo seguir a él. “La revolución digital está provocando un impacto enorme en todas las cosas, al que más rápido aprenda, mejor le va a ir. A diferencia de la revolución industrial, que daba posibilidades solamente si se tenía capacidad de inversión, producción, etcétera, la revolución digital dio vuelta la torta. En Uruguay tenemos la enorme oportunidad de ser mejores que cualquiera. Quizá no lo veamos todavía porque sigue habiendo muchos centros de poder y cuestiones que se mantienen y se resisten. Pero la internet va a cambiar los modelos de tal forma que un país chico como Uruguay va a tener más posibilidades que uno grande como Colombia.”

“Una empresa exitosa para mí es tener un equipo de gente que trabaje en buenas condiciones y esté lo mejor remunerado posible; en la que uno como empresario tenga una vida digna que quizá es el plus que compensa el riesgo que corrió y el sacrificio personal”

Pinta tu aldea
“Algún día voy a recomprar Netgate”, fue la declaración que hizo Lamé a unos amigos y exempleados de su empresa en un asado al poco tiempo de haberla vendido. Le consulté si estaba envalentonado por alguna bebida espirutosa, y me explicó que es imposible porque él no toma alcohol. El deseo expresado se volvió una predicción. En 2002, PCINet dio quiebra y todavía debía a Lamé el 15% del monto de la compra. “Ellos me decían que no me iban a pagar, entonces les dije que me devolvieran la compañía. Negociando lo que me debían y otras cosas, volví a comprar la compañía junto a mi socio Jorge Pereira por la quinta parte del precio al que la había vendido. Nuestra idea era actualizarla para revenderla después.” Eso no sucedió. Hoy Netgate factura alrededor de cuatro millones de dólares anuales y emplea a 67 personas. Sin embargo, la pregunta para un hombre que claramente vive en estos tiempos y hacia el futuro, es qué pasa con una empresa que vende servicios de conexión ADSL. “Es cierto que el producto principal de la compañía se ha commoditizado un poco. Ahora con el advenimiento de la fibra óptica, somos una de las 60 empresas autorizadas a instalarla. No es nuestro negocio original, pero bueno, esta es una empresa que se reinventa permanentemente.” Tanto, que ya tuvo un spin-off llamado Expand que dirige el socio de Lamé y brinda soluciones tecnológicas para comunicaciones unificadas (lo que antes podría ser un call center). Y próximamente, bajo el mando de Lamé se producirá el spin-off de Epistele, “un proyecto para el mercado hispanoparlante de internet (250 millones de personas) enfocado en enseñar y capacitar en trabajo digital, comercio electrónico y otras competencias vinculadas a las TICs. El objetivo es vender 10.000 cursos al mes, y eso es mucha plata de facturación, mucho más de lo que puede tener Netgate.” A diferencia de Netgate que es claramente nacional, tanto Expand como Epistele están enfocadas al mercado global. No es una mera coincidencia. “Hoy no haría nada que no fuera un proyecto global. Tengo un tambo de cabras, sí, pero si voy a desarrollar un proyecto, y le digo lo mismo a todo el mundo, tiene que ser global. Probá acá, tenemos un buen laboratorio, pero tiene que ser global [reafirma cada sílaba con un suave golpe con la mano en la mesa].” Apenas termino de poner las comillas finales para esta última idea de Lamé que pensé cerraba la entrevista, prendo la televisión (un ritual inevitable para mí). En el canal de la BBC empieza un documental sobre las islas Galápagos. Un archipiélago volcánico, árido y salitroso al que la vida animal y vegetal llegó migrando desde otros lugares mucho menos inhóspitos, atravesando kilómetros y kilómetros por agua y aire. Y pienso en la capacidad de adaptación.

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