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02 de octubre de 2019 a las 07:36

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Un coloquio organizado por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE) para conocer las ideas de los candidatos sobre el mercado de trabajo dejó más dudas que certezas respecto de un asunto vital para el futuro del país.

Los asesores laborales de los presidenciables Luis Lacalle Pou (Partido Nacional), Daniel Martínez (Frente Amplio) y Ernesto Talvi (Partido Colorado) plantearon más bien las buenas intenciones de los partidos para enfrentar el problema del empleo, pero no hubo propuestas estructuradas en torno a los enormes retos que enfrentamos en este terreno.

Los referentes laborales de los candidatos no plantearon con claridad al público las reformas estructurales que necesita el país para la creación de empleos de calidad y que permitiría enfrentar con más músculo la pérdida de puestos de trabajo por el avance de la tecnología.

En ese sentido, nos referimos, por ejemplo, a la imperiosa necesidad de una profunda reforma de la educación.

No estamos hablando de la idea fácil de prometer más recursos a la enseñanza o de aumentar el salario de los docentes. Tampoco nos referimos a la creación de más establecimientos educativos ni al aumento del calendario escolar. 

Por supuesto que todo eso es necesario, pero nada de ello tiene sentido sin un cambio profundo en la concepción educativa.

Es necesario adecuar la educación a un siglo XXI de la sociedad del conocimiento que está muy lejos de nuestra enseñanza decimonónica.

El avance de la tecnología es un enorme reto que desafía tanto a las sociedades avanzadas como a las menos desarrolladas.

Países industrializados o no ya están perdiendo puestos de trabajo a pasos insospechados. Es el nudo del conflicto entre Estados Unidos y China, que se presenta como un problema de comercio. 

Expertos como Richard Baldwin advierten que al rápido avance de la robótica y la inteligencia artificial (IA) en el trabajo manual –la automatización de las fábricas– empieza a llegar de manera incipiente a la actividad de profesionales calificados, desde evaluaciones financieras hasta determinados trabajos científicos.

El reto de ese mundo dominado por la tecnología abre también una ventana de oportunidades, pero siempre y cuando estemos preparados para ello. 

Es un desafío enorme –comparable al que lideró en su tiempo José Pedro Varela– que trasciende el fenómeno de los deliveries y de las aplicaciones tecnológicas o la pérdida de puestos de trabajo puntuales como el del cajero de supermercado. No es un asunto que se pueda enfrentar con cursos de reconversión laboral.

Lo que estamos necesitando son jóvenes que completen los años de estudio, que tengan una atractiva oferta educativa y que adquieran una buena formación en asignaturas como matemática, ciencias, informática, idioma español e inglés.

En términos generales nos queda la sensación de que en este tema nos está faltando vuelo –o como dice el rector de la Universidad ORT, Jorge Grünberg, tenemos “carencia de imaginación” y “ambiciones limitadas”– para aprovechar las oportunidades que surgen en un mundo en el que es posible triunfar si se apuesta de verdad por la innovación y el empoderamiento tecnológico.

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