La historia del extranjero de Sporting que encontró al básquetbol como vía de salvación
Perdió a su madre a los siete años y tiene un hermano en prisión; la vida le curtió la piel pero no se queja y dice que el deporte le dio carácter y lo hizo un hombre fuerte
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20 de enero de 2019 a las 05:02
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Su presencia impone respeto. Mide 2,03 y tiene una complexión ancha y un rictus serio. Cuenta su historia con naturalidad, como impulsado por la necesidad de liberar algo apretado en su corazón. Y deja en claro su orgullo, su fortaleza mental, su determinación. Esa con la que martilla cada noche de Liga Uruguaya debajo del tablero con la camiseta de Defensor Sporting.
Es Anthony Johnson, un pívot de 30 años que llegó al Metropolitano 2012 para defender a Atenas y que tras romperse el tendón de Aquiles en Weber Bahía Basket de Argentina pegó la vuelta al básquetbol uruguayo.
“Sin dudas que es el pívot extranjero más dominante de nuestra Liga. Sin ser Esteban Batista no hay pívots pesados. Es un gran jugador, conoce el torneo y es un líder para nosotros los nacionales que somos todos jóvenes”, dice a Referí el base Alejandro Acosta mientras Gonzalo Iglesias y Sebastián Ottonello pasan haciéndole bromas a Johnson en su sesión de fotos. “Handsome” le grita Iglesias robándole una sonrisa.
Johnson nació y se crió en Lake Wales, al norte del estado de Florida, una pequeña ciudad de 14 mil habitantes.
“Es difícil salir de ahí, para ser honesto es un lugar en el que es fácil meterte en problemas. Tengo un montón de amigos que no pudieron irse y terminaron mal”, cuenta.
Su madre murió a los siete años y fue criado por su tía.
“Vengo de una familia pobre y mi tía hizo todo lo que pudo. La respeto hasta el día de hoy. Me dio todo lo que necesitaba”, explica.
“Pero nunca veo el lado negativo de las cosas, siempre soy positivo, cuando me lesioné el año pasado no dije ‘oh, pobre de mí’, solo dije ‘vamos a arreglarlo’. Para cualquiera perder a la madre a los siete años es difícil. A mí me hizo el hombre que soy ahora”, explica.
“Fui bendecido por estar rodeado de las personas adecuadas. Fueron quienes me empujaron a jugar al básquetbol, a que los sábados de noche en vez de salir a bailar fuera al gimnasio a trabajar duro. Eso me permitió aprender a disfrutar del deporte en vez de disfrutar de ir al cine o de salir. Puedo ir al gimnasio y tener la mejor noche de mi vida”.
Por su complexión y por la popularidad que tiene el deporte en su país, Johnson comenzó a jugar al fútbol americano siguiendo los pasos de su hermano mayor.
“El problema es que hace tanto calor en Florida, todo el año, que o soportás el calor o te metés en un gimnasio y eso fue lo que hice”, explica.
“En el liceo mi entrenador era un oficial de policía y me ayudó a saber qué era lo que tenía que hacer. Me llevó al gimnasio los viernes, sábados y domingo de noche. Entre semana iba al liceo. Eso me mantuvo alejado de las calles y de las malas juntas. Una vez que estuve en ese mundo me di cuenta de que soy una persona que si va a hacer algo quiere hacerlo bien. Y empecé a trabajar duro para ser el mejor”, revela.
"Nunca veo el lado negativo de las cosas, siempre soy positivo, cuando me lesioné el año pasado no dije ‘oh, pobre de mí’, solo dije ‘vamos a arreglarlo’. Para cualquiera perder a la madre a los siete años es difícil. A mí me hizo el hombre que soy ahora”, Anthony Johnson
Su hermano, en cambio, terminó en prisión. Johnson lo cuenta a corazón abierto. Sin vergüenza, como aceptando los designios del destino: “Se metió en problemas, así es mi ciudad: un día estás en lo más alto y al otro estás en problemas. Y fue a la cárcel. Le quedan cuatro años por un intento de homicidio, en un incidente que tuvo. Somos muy diferentes. Yo estoy bien sin mucha gente alrededor, acá hablo español solo si es necesario. Él, en cambio, ama a la gente. Y a veces se ha rodeado de personas que le han hecho daño”.
Sus progresos basquetbolísticos le reportaron una beca de estudio. Eligió irse a la Fairfield University de Connecticut. A verle el frío al rostro de Estados Unidos. A irse lo más lejos posible de Lake Wales: “Me quise alejar de los problemas y aprendí a ser el hombre que soy ahora. Tuve grandes entrenadores que no solo me enseñaron a ser mejor jugador sino también una mejor persona”.
“No soy de motivarme por lo que hacen otras personas sino por aquellos que tienen las palabras correctas para decirme lo que puedo llegar a hacer. Y eso es parte de la razón por la cual soy exitoso en lo que hago”, comenta al recordar su etapa universitaria y los entrenadores que lo moldearon.
“Jugué en la NCAA. Enfrenté a un montón de jugadores que luego entraron a la NBA. Mi compañero de liceo Dominique Jones llegó al draft y fue elegido (en 2010 donde jugó en Dallas Mavericks). Pero en Florida, en los torneos de verano, vas a los gimnasios y te podés encontrar y jugar con cualquiera. Y ahí se juega por diversión”. De la Universidad salió con un título en Ciencias Políticas y Ciencias Sociales: “Todavía no sé a qué me voy a dedicar a futuro. He estado tanto tiempo con el básquetbol que mi mente está consumida por el juego. No sé de empleos, no sé en qué trabaja la gente. Para el futuro solo sé que no puedo ser entrenador. La pasión que tengo y lo competitivo que soy hace que eso sea imposible, no tengo la paciencia para ser DT. Estoy aprendiendo qué puedo hacer cuando me retire y por ahora solo sé lo que no quiero ser”.
"No sabía nada de Uruguay cuando en 2012 Juan Pablo Da Prá me acercó la posibilidad de jugar el Metropolitano con Atenas, ni siquiera googleé porque no me importa cómo es el lugar al que voy a ir: solo pregunto cómo es el gimnasio, cómo es mi apartamento y dónde me voy a quedar. No me interesa la sociedad. Mi vida es estar rodeado por el básquetbol, no me importa nada más", expresa.
“Volví a Uruguay para ser campeón, esa fue la gran razón. Si volvía era para ganar el campeonato, no me importa la fase regular sino ser campeón. Hice una gran carrera aquí en Atenas y Biguá pero nunca pude ser campeón. Y si volví es para ganar”, afirma. Los hinchas de Defensor Sporting se frotan las manos.
"Mi primer contrato profesional fue en Chipre (en Keravnos). Me cortaron porque intenté jugar para el equipo y no me enfoqué en lo que tenía que hacer. Luego de eso me prometí a mí mismo que a partir de ahí iba a jugar para mí, hacer mi juego y dar todo lo que tengo para ganar. Nunca me vas a ver tirar un triple. Juego a lo que tengo que jugar. Jugué en Ucrania donde me fracturé un pie y en Israel antes de venir a Atenas. Anduve bien ahí pero cuando terminó el torneo leía en los blogs que se decía que era bueno pero que ese era un torneo de segunda división. Por eso rechacé una oferta de volver a Israel y me quedé para demostrar que también podía jugar y rendir en la Liga y llegué a Biguá que tiene una organización maravillosa y tuve una gran experiencia”.
"Muchos dicen que amo el juego físico, pero vuelves a casa y te duelo todo (risas). Me gustan las ligas donde tenés que pensar y acá cada noche tenés que prepararte para jugar ante el que te va a marcar y pensar también en el equipo rival. En Argentina te tenés que preparar para todo porque son todos buenos, juegan más sistemas, para mí es perfecto porque me encanta pensar en básquetbol. Llego a casa y miro videos, los partidos, me encanta verme a mí. Me gusta más Argentina porque el juego es mejor, se viaja más y te exige ser un profesional. Y yo amo la perfección", explica.
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