Se aproxima un intenso calendario electoral en Argentina.
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Opinión > OPINIÓN

Argentina: un caos a contrarreloj

A meses del cierre de listas y de cara a las elecciones presidenciales, en Argentina hay un caos a contrarreloj
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08 de abril de 2023 a las 14:22

La dirigencia política argentina está sumida en una profunda preocupación por su propia supervivencia. Con una inflación interanual de tres dígitos y un 40% de país pobre sumado a crecientes microestallidos sociales, debería ser el futuro de la Republica su único y excluyente desvelo.

Sin embargo, ni esto es Disney ni ellos son Churchill.

Parecen haber olvidado la impronta de la variable sorpresa a lo largo de nuestra historia política. Y esa variable subestimada pega a su estilo una y otra y otra vez. Tal vez no sea  sorpresa, sino malas lecturas reiteradas que hacen que el escenario que esperan nunca termine siendo el que se imponen los acontecimientos.

El calendario lejos de ponerse en pausa parece correr: cierre de listas el 14 de junio, presentación de las listas el 24. Las alianzas electorales entre particos tienen fecha límite. Los precandidatos también. Y después las PASO, las elecciones Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias. Y finalmente las presidenciales.

Ya, ahora, mañana. Y nada parece estar encaminándose a un proceso ordenado.

El oficialismo llega dividido. Para ser justos, estuvo dividido desde el nacimiento de la gestión del gobierno de Alberto Fernández y nada logró torcer la imagen de un presidente debilitado, puesto a dedo y sin autonomía ni margen de maniobra. Nada, empezando por él que no pudo parar la anticipada sangría de funcionarios leales al inicio de su gobierno. La primera fue su mano derecha, la ministra de Justicia (y socia en su estudio jurídico), Marcela Losardo, que apenas se anotició que cada coma de su reforma judicial tenía que pasar por el visto bueno del Instituto Patria y de la propia vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner empezó a armar las valijas. ¿Cómo creyó Alberto Fernández que continuaría esta historia si entregaba con tamaña mesura a su incondicional más incondicional? La falta de resistencia original habilitó el efecto dominó. Tocar al resto, inclusive a él, se tornaría una tarea fácil si ese hubiese sido el objetivo de un kirchnerismo irritado ante un presidente que, entre otras cosas, les hizo pagar el costo electoral de la fiesta clandestina en Olivos de la primera dama en plena pandemia.

Alberto de salida intenta alguna instantánea que mejore su posición en el álbum de la historia. La bilateral con el presidente norteamericano Joe Biden pudo haberlo sido, pero no lo fue. Desvarió en el raconto del encuentro, dijo que se rieron del expresidente Donald Trump y alguna otra anécdota menor y color que le restó entidad a ese cara cara con el presidente del país que domina la posición en el Fondo Monetario: esa, hoy, nuestra real y concreta tierra prometida. Mientras, juega a la posibilidad de una reelección que se lee más como estrategia de supervivencia que otra cosa. Los propios le piden que se baje, que se corra, casi que no moleste. Pero sabe que debe dilatarlo porque pisar la Rosada y sobrevivir hasta diciembre sin ese mínimo atisbo de poder, aunque sea fantasioso, sería suicida.

Cristina Fernández de Kirchner no sabe/no contesta. Sólo ella podría decir si se escudará en la teoría lawferniana recientemente convalidada por el papa Francisco. Mientras, espera la perinola de casación: de encarar una campaña lo hará como ahora, sólo condenada por corrupción en la causa Vialidad ¿O se le sumarán la reapertura de dos juicios que son su espada de Damocles, Memorandum de Entendimiento con Irán y Hotesur y Los Sauces donde están imputados sus hijos? Se suponía que tremenda definición alcanzaría la luz pública antes de que terminase el mes de marzo. Pero la Justicia también juega su juego.

El ministro de Economía Sergio Massa sobrevive. Sin romperse y sin que lo rompan. Entre las cada vez más duras críticas de la oposición y la insistencia de sus amigos empresarios de preservarlo lo más intacto posible para una próxima ronda electoral, la de 2027. No ésta. Massa es joven. Puede esperar. El empresariado amigo está convencido que así llegue a octubre, no tiene nada que ganar facilitándole al peronismo el candidato que no tiene. Lo hizo público Jorge Brito, presidente del Banco Macro y River Plate: “Massa tiene que estar dispuesto a todo para que le vaya bien. Ese todo incluye no ser candidato”. Mientras tanto, Hernán Lacunza, exministro de Hacienda y cabeza de los equipos económicos del precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta fue breve y lapidario. Dijo que en estos meses Massa hizo poco y nada, pero lo manifestó de una manera más sofisticada: “Massa planteó algo de ortodoxia monetaria, que no se profundice el déficit, algo de humo productivo y bastante procrastinación financiera, patear la deuda. Estabilizó la inestabilidad".

El nombre del dialoguista ministro del interior Eduardo “Dado” de Pedro sonó con fuerza esta última semana como reemplazo de CFK, apalancándose en el que se erige dueño de la provincia de Buenos Aires y por lo tanto de casi el 40% del padrón electoral el gobernador Axel Kicillof. Pero el asesinato de un colectivero en La Matanza a las 4.30 de la mañana puso en cadena nacional lo que se buscaba ocultar sin éxito: el delirante grado de desconexión de los poderes políticos en la provincia que acuna el potencial para ganar una elección. Los colectiveros le pegaron al ministro de seguridad provincial Sergio Berni que se hizo presente en el lugar, el ministro de seguridad de la Nación dijo que lo llamó nueve veces sin que le respondieran, se pasaron facturas entre ambos y el propio gobernador que tardó más de 24 horas en dar la cara, y cuando lo hizo culpó a los buitres y no evaluó el caldeado clima que caminan los bonaerenses todas y cada una de las mañanas. El presidente algo dijo, pero no movió el amperímetro. Recordemos que el ministro de seguridad de la provincia había manifestado días atrás que "si Néstor Kirchner se levanta de la tumba lo saca a patadas en el orto a Alberto Fernández”. O sea… lejos de una mesa de diálogo, consenso o por lo menos un comité de crisis para mostrarle a un país angustiado y desconcertado que en momentos duros hay una conducción articulada, capaz de dejar de lado la mirada corta y tiempista de la política electoral, los conductores eligieron no conducir y si se impone el caos, pues se resolverá con curitas.

Mientras tanto la inflación no mengua y el mundo le cobra a la Argentina errores de la administración en forma de juicios por la adulteración de las cifras del índice al consumidor o le da un pequeño respiro al permitirle acordar a Repsol e YPF US$ 575 millones para cerrar un litigio que le costaría muchísimo más las arcas del Estado.

La oposición no está mejor. Sin Mauricio Macri en carrera el clima que iba a despejarse se empantanó. Horacio Rodríguez Larreta no termina de posicionarse como el heredero natural y las sospechas de fuego amigo se acrecientan. Nadie confía en nadie. Patricia Bullrich se prueba la banda presidencial y la Ciudad de Buenos Aires, cuna y acervo del PRO, es la manzana más disputada para la continuidad del proyecto político en caso de no hacerse con la primera magistratura. No se puede perder. Se descuenta que no en manos del peronismo, jamás abrazado por los porteños. ¿Pero, Martín Loustau? María Eugenia Vidal a días de su casamiento debe decidir si deja jugar a dos o es la tercera en disputa: a esta altura solo parecería esmerilarle votos a Larreta tomar ese camino. ¿Para qué lo haría?

Enfrascados en ellos, lejos de la agenda de la gente, de los bolsillos, de La Matanza, de asalariados bajo la línea de pobreza y una generación más instruida y pobre que la de sus padres, los políticos argentinos no logran ver que su propia supervivencia no puede escindirse de la de su propio del propio país y la de su propia gente. Más lejos que nunca y a la vez más necesitados de un voto que permita a quien gobierne los próximos cuatro años hacerse de la presidencia con una contundencia incuestionable que le genere el respaldo para las medidas incómodas de raíz que, de un lado y del otro, deben tomarse desde el primer día. Aun así, tan necesitados de ese apoyo popular, le dan vuelta la cara. Absurda contradicción que sólo beneficia a los militantes de la antipolítica y detractores de la casta.

Lo ven. Tal vez lo entiendan. Pero no logran hacer nada con eso. La por ahora precandidata de Juntos por el Cambio María Eugenia Vidal fue muy gráfica: “Estamos peleándonos entre nosotros en un circo, en medio de pista y con las plateas vacías”.

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