Diego Battiste

Así se vivió la fiesta de Liverpool en un día histórico en la final del Intermedio

Llanto, abrazos interminables, emociones y recuerdos para los que ya no están

Tiempo de lectura: -'

09 de septiembre de 2019 a las 05:04

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

La mano temblorosa del hombre aprieta el auricular contra el oído. Con la otra sostiene una vieja bandera. A pocos metros, un joven no quiere mirar. Se lleva la mano a la cabeza. Pablo Caballero, parado detrás de la pelota. El árbitro Andrés Matonte da la orden y la tribuna de Liverpool explota. Gol. El hombre entrado en años hace flamear la bandera. El sueño es posible. Queda un penal para cerrar la definición del Intermedio en el Franzini. Es el turno del capitán de River Plate, Sebastián Píriz. Si lo mete seguirán rematando. Si ocurre lo contrario, Liverpool terminará con tantos años de oscuridad.

Diego Battiste

El golero argentino de los negros de la cuchilla ataja y la tribuna principal del Franzini se convierte en un enjambre que se abraza. Los ojos no alcanzan para observar cuanta felicidad contenida por años de frustaciones hay en esa platea. Atino a mirar al hombre de la mano temblorosa, cobijado debajo de su vieja gorra de pana.

Detrás de sus lentes caen las lágrimas. Grita lo único que le sale de las  entrañas en ese momento: “¡Liverpul!”. Así, como se lo conoce al club de Belvedere en Uruguay. La voz no le sale. Atina a levantar los brazos: “¡Liverpul nomá!”.

Se arrima y cuenta el motivo de su emoción: “Hace 54 años que vengo a ver a Liverpool. Nunca una alegría”, dice mientras se abraza con otro vecino de la tribuna al que seguramente, a lo largo de todos estos años, haya visto en más de una oportunidad.

Diego Battiste

En la cancha, los jugadores van al sector de la barra de aliento. Allí donde se remataron los penales. Se forma una montaña humana sobre el golero argentino Oscar Ustari que se quedó con el penal que le brindó el campeonato Intermedio a Liverpool.

A los pocos minutos caminan rumbo a la platea. Ustari dedica el título y se confunde en un interminable abrazo con el técnico Paulo Pezzolano.
El “Colo” Juan Ignacio Ramírez divisa en la tribuna negriazul al “Bolita” Nicolás De la Cruz, un jugador genuino de la cantera del club. El “Colo” no lo duda. Pese al frío de una tarde que perdía la batalla con la noche, se saca la camiseta y se la tira a De la Cruz, que se la pone sobre sus hombros.

Diego Battiste

Entonces los jugadores van a buscar a su entrenador y lo meten en una ronda al grito de “dale campeón, dale campeón”. Pezzolano salta y canta como uno más.
Se viene la premiación. El momento más sublime. Es entonces cuando los jugadores salen rumbo al portón de ingreso al vestuario haciendo señas. Y en eso entra un grupo de jugadores que por diferentes circunstancias no pudieron estar a la orden. Los que quedaron afuera del plantel o aquellos que están en pleno proceso de recuperación por lesiones.

El grupo le brinda un reconocimiento a un jugador que levantan en andas: Emiliano Alfaro. El delantero, en su regreso a Belvedere, sufrió la rotura del tendón de Aquiles.
Con los jugadores también ingresan funcionarios y dirigentes. Todos demuestran su felicidad con abrazos interminables.

Diego Battiste

Para la premiación se arma la fila mientras los integrantes de la Mesa Ejecutiva, con su presidente Juan Ceretta y Aldo Gioia, esperan con las medallas en la mano para engalanar el cuello de los campeones. Hasta que reciben la Copa de campeones del Intermedio.

El capitán, Nicolás Acevedo, recibe el trofeo y se arrima lentamente a sus compañeros. Se genera un instante de suspenso en el que  a la cuenta de tres le elevarán al cielo. En ese instante, miles de papelitos picados surcan por el aire. Luego de la foto, Héctor Acuña toma el trofeo y se va derecho al talud. Lo apoya en el césped de la cancha y toma carrera junto al resto de sus compañeros, que corren y se lanzan de cabeza para abrazar la copa. El rito se reitera de cara a la platea.

Por un instante, el técnico Paulo Pezzolano desaparece de escena. Se encamina rumbo al vestuario. Al rato regresa a la cancha con dos niñas en brazos. Sus hijas. Camina lentamente disfrutando de una sensación única. Y se dirige con ellas rumbo a la tribuna de Liverpool. Las baja a la cancha y saluda a la tribuna. 

Diego Battiste

Y mientras en la cancha los abrazos son interminables, en la tribuna se suceden las historias de los anónimos. Como la de un muchacho de Piedras Blancas que iba a la cancha con su pequeña hija, pero que falleció luego de pelearla contra una enfermedad. 

La felicidad de la consagración permitió también hacer un viaje por la memoria para recordar a los que se fueron del mundo sin poder ver a su Liverpool campeón. Un instante para transportarlos imaginariamente a la tribuna del campeón.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.