Axel Kuschevatzky

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Axel Kuschevatzky: entre los premios Oscar, Natalia Oreiro y el futuro del cine pospandemia

El conductor y productor cinematográfico argentino habló sobre los cambios y el estado actual de la producción audiovisual
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01 de septiembre de 2021 a las 05:00

Para buena parte del público, el argentino Axel Kuschevatzky (48) es “el de los Oscar”, uno de los habituales de cada una de las transmisiones que se pueden ver a través del cable en los premios más famosos de Hollywood. Su presencia en la alfombra roja y como parte de las transmisiones previas a la ceremonia son la faceta más conocida de un hombre de largo recorrido televisivo, fundador de una revista sobre cine (La cosa) y además, un productor cinematográfico y televisivo con más de ochenta títulos a su nombre, entre los que se cuentan El secreto de sus ojos, El ángel, Relatos salvajes y hasta el documental sobre Natalia Oreiro Nasha Natasha.

Con Oreiro, a quien define como “productora no declarada”, por su capacidad para lograr que determinadas producciones reciban luz verde o se vendan al exterior por su presencia en el proyecto, fueron los encargados del conversatorio Valor y costo: elige tu propia aventura, parte de los eventos del Faciuni Fest, un festival de escuelas universitarias de cine de la región. Esa fue la excusa para una rueda de prensa en la que participó El Observador, en la que Kuschevatzky, en su faceta de productor, habló sobre el futuro del audiovisual, los cambios generados y acelerados por la pandemia en el consumo y la producción de cine y televisión, y la situación de la producción en Latinoamérica en comparación con el resto del mundo.

¿Cómo ve el panorama para el futuro del cine luego de la pandemia?

La pandemia llegó en un momento transicional para la industria, hay un sistema que venía de un montón de décadas, en el que tenías todo departamentado: cine, televisión de aire, televisión paga, plataformas. Estas líneas ahora se vuelven más difusas. Es interesante porque este movimiento acelerado por la pandemia nos obliga a todos a repensar cómo producimos y cómo se consumen los contenidos. Yo crecí en los 70 y en los 80, y no tenía acceso a los contenidos que mi hijo tiene hoy. Yo quería ver una película de Alfred Hitchcock, y no tenía manera. No estaban editadas en VHS, no las pasaba la televisión. Con un poco de suerte, la Cinemateca hacía un ciclo, y si a lo mejor le pegaba, tenía la película que buscaba. Mi hijo toca un botón y accede a todo. Va a ser interesante ver qué pasa con estas generaciones, que piensan que todo es accesible, que no ven la tecnología como inalcanzable, porque hoy podés ver una película en tu celular, o hacer una serie con una computadora y celulares. Yo hice una serie para la BBC con computadoras y celulares. Para el horario central, con actores como Samuel Jackson o Cate Blanchett, que se llama Staged. Lo que para nosotros es un descubrimiento, las generaciones nuevas lo transitan con una naturalidad que nos hace quedar como unos tarados. Para mí es interesante esa combinación, la necesidad de una curaduría, de una orientación, pero también el acceso a todos los recursos y contenidos en un universo cambiante. 

¿Qué rol le dejó la pandemia a la experiencia de ir al cine? ¿La revalorizó o se emparejó con la visualización doméstica?

Estuve un año y medio sin poder ir al cine, y arañaba las paredes. Me golpeaba la cabeza, porque ver una película e ir al cine no son equivalentes, son dos experiencias diferentes. Vos podés ver una película en tu celular sentado en el inodoro. Cuando vos estás en una sala, hay una supresión de estímulos externos, entonces la emocionalidad del proceso aumenta. Además el cine tiene una raíz social, es un ritual para ser parte de una experiencia comunal donde te despersonalizás. Funciona con la lógica de la tribu alrededor del fuego, donde registrás la emocionalidad del otro, algo que en tu casa es más complejo, porque es un acto mucho más individual. Sí, es verdad, por ahí en un estreno en televisión la gente está tuiteando, pero no es lo mismo que una risa al lado. Después de tener a la gente encerrada un año y medio, o dos años, el día que pueden volver al cine sin ninguna preocupación, vuelven en manada, y al mismo tiempo no se van a borrar de las plataformas que están consumiendo. Hay muchísimos estudios que dicen que la gente que más ve películas en su casa también es la que más ve películas en el cine.

¿Hay competencia entre el cine y el streaming?

No creo que haya una competencia. Son complementarios. Hay películas que habitan muy bien el streaming, otras para las que el cine es su destino natural y lógico, para luego pasar al streaming. En general no soy de los que cree en estas oposiciones. Cuando desarrollás un proyecto siempre buscas el lugar correcto para poder conectar con el público. Staged estaba pensada para verse en hogares, porque reflejaba la pandemia y era lógico y natural. No sé si voy a querer ir al cine a ver una película sobre la pandemia, donde los personajes están encerrados en una casa.

¿Cuáles son las principales ventajas que el mundo digital le da a la producción audiovisual?

El gran regalo del mundo digital es el alcance. La capacidad de hacer algo y que tenga una distribución inmediata en todo el mundo o en muchos países al mismo tiempo. Nasha Natasha era un proyecto que en un momento pensamos llevarlo al cine, y en las charlas le dije a Martín (Sastre) y Natalia (Oreiro), "tengo la sensación de que vamos a hacer todo este movimiento, y la película, que está buena, va a estar una semana en los cines. La otra opción es que Netflix la tome, y el día que se estrene sea de forma global”. Y las devoluciones que tuvimos de, por ejemplo, Europa del Este fueron alucinantes. Si nosotros íbamos por el camino tradicional probablemente no habríamos llegado a ese lugar. Si vos hoy tenés que establecer una narrativa que llegue a todo el mundo, ¿cómo hacés para no perder identidad local pero que sea accesible para personas en culturas completamente disímiles? Ese es un desafío muy interesante. Y se puede hacer. El éxito mundial de Parasite es la demostración.

A nivel de producción, ¿cómo compite Latinoamérica con otras regiones del mundo?

Los países de Latinoamérica tienen cada uno una situación diferente con respecto a su producción audiovisual, y a los recursos que tienen para hacerlo. México y Brasil son mercados gigantescos, pero la capacidad de autosustentarse a través de la venta de entradas o del mercado interno del resto de los países es limitada. No todos tienen el mismo andamiaje. Hay países que tienen beneficios fiscales, que tienen fondos públicos con un perfil más cultural, hay países que combinan las dos cosas. Otros que tienen ley de cine hace muy poco tiempo, como Paraguay, que tiene menos de tres años. Hay países que atraen producción tanto local como internacional con devolución de impuestos, como Chile, Colombia y Uruguay. Otros siguen con un modelo de puros fondos públicos, como Argentina. Entonces es difícil encontrar equivalentes. Lo que pasa es que cuando aparecieron las plataformas, todo el mundo empezó a creer que eran la solución a todos sus problemas, lo cual es también una fantasía. La plataforma no está obligada a comprar todos los contenidos que se producen en un país. Toman los contenidos que consideran útiles en función de su búsqueda de audiencia y su perfil. Me gusta cómo trabajan con la producción propia en Alemania, Reino Unido y Canadá, que tienen fondos públicos que sostienen un tipo de película que no existiría sin ellos, y al mismo tiempo tiene mecanismos financieros más industriales para lograr que haya actividad económica vinculada con el sector. Lo ideal es una combinación de esas dos cosas. No hay muchos ejemplos de eso en Latinoamérica, por ahora. 

Vivís y trabajás en Los Ángeles, ¿cómo ves el futuro de Hollywood?

Lo que pasa en Los Ángeles, no en Hollywood, es que es una ciudad muy enfocada a la producción de entretenimiento: cine, tele, música, videojuegos. Es una comunidad muy grande relacionada con la producción de contenido. Pero no es una quimera a la que hay que mirar. Porque hay un montón de otros polos de producción en el mundo que tienen un montón de cosas interesantes. Estoy en Los Ángeles porque me interesaba estar cerca de donde estaba esta comunidad, ser parte de las conversaciones de esta comunidad, sin dejar de hacer películas en otros países. Lo de la meca del cine es de otra generación, ahora podés armar un proyecto en cualquier parte del mundo. Y a nivel industrial, hay cambios que hacen que, si tenés las credenciales correctas, puedas llegar a lugares que antes no. Hoy hay directores de minorías que antes no accedían, como Chloe Zhao, dirigiendo una película para Marvel. Eso es porque el sistema empezó a leer cosas que no leía antes, y porque dentro del sistema hay gente que no tiene prejuicios, o que son inmigrantes o hijos de inmigrantes, o parte de minorías que usualmente no son representadas. Por supuesto que no es equitativo, pero no creo que sea una falsa promesa. La sensación que tengo es que las reglas con las que nosotros vivíamos hace cinco años hoy están en transición. Las limitaciones de otra época hoy son relativas.

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