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Catastrofismo climático y revueltas populares

El apocalipsis climático predicho por modelos computacionales se ha pospuesto durante más de treinta años, mientras el costo del combatirlo se ha agiganta cada vez más
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15 de julio de 2019 a las 05:03

No hay una única ciencia ni un único método científico. Hay muchas ciencias distintas y cada una de ellas emplea sus propios métodos. A continuación evocaré dos "formas de hacer ciencia" muy distintas entre sí. 

El descubrimiento de Neptuno

En la primera mitad del siglo XIX varios científicos estudiaron las irregularidades de la órbita del planeta Urano, descubierto en 1781. Dicha órbita se apartaba de las predicciones basadas en las leyes de Kepler y de Newton. El matemático francés Urbain Le Verrier, experto en mecánica celeste, estudió ese problema utilizando sólo cálculos matemáticos y datos de las observaciones astronómicas disponibles. Le Verrier supuso que la órbita de Urano, séptimo planeta del sistema solar, sufría perturbaciones debidas a un octavo planeta, en ese entonces desconocido. Después de muchos meses de trabajo, Le Verrier presentó los resultados de sus cálculos a la Academia de Ciencias de Francia y en una carta a Jean Gottfried Galle, astrónomo del Observatorio de Berlín. Galle recibió la carta el 23 de setiembre de 1846. En la noche de ese mismo día Galle apuntó su telescopio a la zona del cielo indicada por Le Verrier y allí, con un error menor que un grado, descubrió el planeta Neptuno. ¡Asombroso! 

Medicina y estadísticas

Gran parte de los conocimientos médicos actuales se basan en estudios estadísticos observacionales o experimentales. Los estudios de esa clase tienen limitaciones importantes: 1) la muestra utilizada puede no ser muy representativa de la población general; 2) el estudio puede no considerar variables que influyen en los resultados; 3) una correlación estadística entre las variables A y B puede o no deberse a una relación de causalidad, y la eventual causalidad puede ser de varios tipos: A causa a B, B causa a A, C causa a A y B, etcétera. Esas limitaciones hacen que a menudo debamos tomar con mucha precaución algunos presuntos descubrimientos de la medicina. Esto se puede comprobar por ejemplo leyendo habitualmente los informes de prensa sobre el impacto de determinados alimentos o bebidas en la salud humana: no es nada raro que un día se anuncie un estudio que dice que cierto alimento o bebida es perjudicial para la salud y poco después se anuncie otro estudio que dice que el mismo alimento o bebida es beneficioso para la salud. A menudo la prensa no destaca las limitaciones de los estudios correspondientes e ignora los necesarias matices, favoreciendo generalizaciones erróneas, interpretaciones exageradas, etcétera.

Además, la prensa suele presentar de un modo sesgado las modernas controversias científicas.

Estas dos formas de hacer ciencia son válidas y útiles en sus ámbitos respectivos, pero no deben ser confundidas. La primera forma, gracias a éxitos espectaculares como el descubrimiento de Neptuno, es la base principal del enorme prestigio de la ciencia en nuestra cultura. En cambio la segunda forma a menudo se beneficia indebidamente del mayor grado de prestigio y de certeza de la primera forma, y es usada para apoyar medidas cuestionables, como por ejemplo la lucha indiscriminada contra el consumo humano de sal.

El calentamiento global y los gilets jaunes

Nunca se subrayará lo suficiente que la teoría del calentamiento global antropogénico catastrófico (TCGAC) se basa mucho más en la segunda "forma de hacer ciencia" evocada aquí que en la primera. La TCGAC no se deduce matemáticamente de las leyes fundamentales de la física. Nadie, haciendo cálculos a partir de esas leyes, ha llegado a ningún resultado capaz de demostrar irrefutablemente la verdad de la TCGAC mediante una simple observación.

La TCGAC se basa en una correlación estadística entre la temperatura global y el nivel de CO2 en la atmósfera, correlación que por lo común se interpreta así: el aumento del CO2 causa un aumento de temperatura. El carácter presuntamente antropogénico y catastrófico del calentamiento global surge de modelos computacionales del clima de la Tierra que simplifican mucho la enorme complejidad del sistema climático y que han fallado repetida y notablemente en sus predicciones de la temperatura global a mediano plazo (cinco o diez años), de un modo no del todo diferente a las frecuentes predicciones meteorológicas fallidas a corto plazo (una o dos semanas).

Es muy preocupante que los gobiernos del mundo estén gastando más de un billón (es decir un millón de millones) de dólares por año para combatir el supuesto calentamiento global antropogénico catastrófico sin tener en cuenta las grandes limitaciones y el importante grado de incertidumbre de las predicciones de los modelos computacionales del clima. Si la comunidad científica en su conjunto continúa faltando a su deber de considerar lealmente la controversia sobre la TCGAC, y los gobiernos siguen impulsando políticas energéticas y ecológicas radicales con base en esa teoría, tarde o temprano proliferarán revueltas populares semejantes a las de los gilets jaunes de Francia. Llegará un momento en que muchos ciudadanos se hartarán de pagar impuestos y tarifas energéticas cada vez más insoportables para combatir una supuesta catástrofe cuya misma existencia depende de modelos computacionales pobres y de interpretaciones dudosas. 

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