Leonardo Carreño

Colorado: el partido fundacional y su fundición

Su andar errático no solo afecta al propio partido sino también a sus socios

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28 de agosto de 2021 a las 05:00

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Hace ya muchos años que el Partido Colorado viene en picada, a pesar de lo cual en este gobierno tiene una influencia y peso político muy por encima de su caudal electoral. Esto tiene su lógica en la alianza que el actual presidente Luis Lacalle Pou logró hilar para llegar al poder, y en las movidas estratégicas que ha debido hacer para mantener contentos a líderes muy disímiles que, sin embargo, tienen algo en común: todos quieren impulsar a sus colectividades políticas y lograr que esta administración sea una plataforma de despegue para una mejor performance en las próximas elecciones. 

El de los colorados es un caso particular, porque es uno de los llamados partidos fundacionales (antes “tradicionales), que gobernó este país con escasas interrupciones durante buena parte del siglo XX, y que volvió a triunfar tres veces en las urnas con la vuelta a la democracia. Luego del último presidente colorado, Jorge Batlle, comenzó la debacle del partido, que tuvo atisbos de esperanza en la figura de Pedro Bordaberry y con el acercamiento, breve, de Ernesto Talvi a la política.

El Partido Colorado está de nuevo en el centro de una polémica, esta vez como consecuencia del “Cardoso affair”, un confuso episodio en que el recién renunciado ministro de Turismo se enfrentó al jerarca número tres de su cartera, el también colorado Martín Pérez Banchero, por el manejo de contratos de publicidad. El exdirector pertenece a la Lista 15, mientras que Cardoso forma parte de Batllistas, el sector liderado por Julio María Sanguinetti .

Al lío de los contratos, que todavía está por investigarse en el Parlamento, se le suma la designación de un nuevo ministro colorado, Tabaré Viera, una figura rabiosamente política y fiel a Sanguinetti, pero escasamente técnico, al frente de un Ministerio que maneja las estrategias de la segunda industria nacional, un sector además severamente golpeado por la pandemia. El Partido Colorado, y las señales entreveradas que emite, es todo lo que el votante no tradicional (el que se mueve de candidato y hasta de partido a la hora de votar) no quiere. Liderazgo unipersonal sin explicaciones, metidas de pata poco o mal explicadas, cargos ocupados a pura política. En eso el partido no sólo no ha avanzado sino que ha involucionado. El problema es que en este escenario de coalición, su andar errático no solo afecta al propio partido sino a sus socios y, en particular, al presidente blanco que hace malabarismos para intentar mantener contentos a los líderes, al mismo tiempo que trata de que la pelota de la opinión pública no se reviente contra el piso con un juicio negativo sobre lo que pasó en Turismo.

¿Cómo afecta todo lo anterior a la coalición y en particular al gobierno de Luis Lacalle Pou? El presidente intentó desmarcarse de lo que sucedió en Turismo y de lo que luego decidió el Partido Colorado, pero eso es imposible en un gobierno donde él mismo se ha encargado de marcar un perfil fuertemente presidencialista. Si bien Lacalle Pou reaccionó relativamente rápido para pedirle la renuncia a Cardoso, y a pesar de que fue muy hábil a la hora de evitar declaraciones que pudieran lastimar irremediablemente a sus socios de coalición, es inevitable que una parte de la opinión pública no critique el dejar hacer que el presidente le permitió al Partido Colorado para elegir un nuevo ministro. 

“En esta situación particular que vivimos nos pareció lo más sensato y lo más lógico. Lo que hizo el presidente Sanguinetti fue una sugerencia. La decisión es del presidente de la República”, dijo Lacalle Pou esta semana en el Día de Independencia. “El ministro Cardoso renunció a su cargo, y el Partido Colorado sugirió la figura de Tabaré Viera que a nosotros nos pareció adecuada y acertada. Y ya el mismo día, quedó instituido como ministro de Turismo”.

Durante al menos tres días, la casa de Punta Carretas del expresidente Sanguinetti se convirtió en una filial de la Torre Ejecutiva; allí se decidió la renuncia (pedida) a Cardoso y allí también se definió el nombre de Viera. Antes había sido el propio presidente el que se acercó hasta el domicilio de Sanguinetti, cuando en acuerdo decidieron que Cardoso debía alejarse para desactivar una bola de nieve que podría causar un alud. 

La movida fue inteligente y respetuosa para la interna de la coalición, pero errática y confusa para parte de la ciudadanía. Un expresidente colorado fue el encargado de desactivar a un ministro y de nombrar uno nuevo, desde su casa. Lo que parece haber empezado como un enfrentamiento interno entre colorados, terminó dándole de frente al propio gobierno, no solo por la renuncia en términos nada ideales, sino también por el papel que se le permitió jugar a Sanguinetti, el eterno titiritero.

El líder colorado habló en estos días de “generosidad” al referirse a la banca de su sector que ahora ocupa Raúl Batlle, hijo de Jorge Batlle y dirigente de la Lista 10, pero -se sabe- ese atributo no abunda en política. Verdadera generosidad hubiera sido alejar totalmente al Partido Colorado del Ministerio de Turismo, al menos hasta que haya más claridad sobre lo que allí sucedió. De esta manera Sanguinetti y su partido vuelven a hacer la vista gorda, ponen un torre en lugar de un alfil, y se sientan a esperar qué pasará. 
Viera es hoy uno de los principales dirigentes del Partido Colorado, luego de haber liderado la intendencia de Rivera, incluso en tiempo en que era el único bastión en todo el mapa nacional. Desde 2009 fue senador, diputado y electo nuevamente Senador en 2018. No le falta experiencia política, pero sin dudas la suya fue una designación a “manotazo de ahogado”. Se necesitaba un nombre ya y Sanguinetti se decidió por lo seguro y fiel a nivel político.

De las seis movidas ministeriales que lleva este gobierno en poco más de año y medio, tres fueron de ministros colorados. A Cardoso lo antecedió la de Carlos María Uriarte de Ganadería y la de Ernesto Talvi de Relaciones Exteriores. 

La caída de Cardoso no es una simple remoción de ministros. Es producto de un escándalo, de un enfrentamiento entre correligionarios y de la vista gorda del Partido Colorado, que no solo dejó pasar el entrevero, sino el lío entre jerarcas de su color político. Además de seguir adelante con contratos que ahora serán investigados, el ministro, su entorno y, por defecto, el Partido Colorado, eligieron echar al correligionario que había llamado la atención sobre esos contratos. 

Todo esto ocurre en un momento clave para la coalición multicolor: la movida para derogar la LUC, una bandera que el Frente Amplio esgrime por convicción tal vez, pero por conveniencia político-electoral, sin dudas.

El papel protagónico que tuvo Sanguinetti hizo ruido, de nuevo. Lacalle Pou dijo que “son cambios dentro del gabinete pero que obedecen al Partido Colorado”, pero el argumento no ayuda a la imagen externa de la coalición multicolor. Movidas como la de esta semana no le sirven ni al Partido Colorado ni al gobierno ni al país. De la fundación a la fundición puede haber un largo trecho, pero los pasos en falso que siguen dando los colorados acercan ambos extremos. 
 

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