Con horarios reducidos y asistencia dispar: cómo fue la presencialidad en liceos del interior

Aunque las clases nunca pararon desde su inicio en marzo hasta el lunes pasado, cuando comenzaron las vacaciones de invierno fijadas hasta el 3 de agosto, en un principio la propuesta debió acomodarse por entero a la dinámica virtual. Fue así hasta el 1° de junio, fecha en que pudieron retomar la actividad presencial los liceos rurales y alumnos de 6° de Bachillerato del interior. Dos semanas más tarde, se pasó a la segunda fase, integrándose el Ciclo Básico y el resto del bachillerato en el interior, y la última etapa tuvo lugar el 30 de junio, con la reincorporación de todos los centros educativos restantes, como era el caso de los ubicados en la capital y área metropolitana.

¿Cómo organizaron la fase presencial en los liceos en el interior? ¿Cuál fue el nivel de asistencia? El Observador realizó un relevamiento en distintos centros educativos para conocer la marcha de la fase presencial.

Más allá de la autonomía que tuvo cada centro educativo para organizar el reintegro a la presencialidad acorde a sus condiciones, las medidas para ir a clase en plena pandemia por covid-19 son las mismas: grupos divididos según los aforos de los salones, un horario máximo de permanencia de cuatro horas, faltas no computables y la coexistencia con las dinámicas a distancia.

Algunos, como los más de 2.600 estudiantes del liceo departamental de Cerro Largo, van a clase de forma presencial dos días a la semana, reservándose el miércoles como día de limpieza exhaustiva. Otros, como los alumnos del liceo departamental de Rocha, asisten al aula semana de por medio.

Los más de 850 estudiantes del liceo departamental de Tacuarembó, alternan la asistencia entre los lunes, miércoles y viernes, y los martes y jueves. También hay gestiones distintas, como la del Liceo N°1 de Carmelo, donde los subgrupos van por medio horario de la mañana y de la tarde según les corresponda. Esto, explican, permite que vayan todos los días y “recuperen el hábito de ir a clase”.

Si en algo deviene esta modalidad excepcional, es en una concurrencia dispar y limitada al centro educativo, lo que presenta una serie de desafíos para los educadores. Es así que a mediados de julio, el Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), anunció que a partir de agosto se ampliarían los horarios de las clases presenciales para la educación primaria, secundaria y técnica.

“Hay que hacer una fuerte campaña de concientización de que el retorno a la presencialidad en estas condiciones involucra, obviamente el compromiso del estudiante, pero también de la propia familia”, dijo José Olivera, integrante del Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes), a El Observador.

El dirigente, que además es adscripto en el liceo “Joaquín Suárez”, consideró que los estudiantes “está respondiendo bien” al nuevo régimen, pero que requieren del apoyo desde el hogar para seguir las dinámicas educativas a distancia.

Es que con la vuelta a la presencialidad, los liceos debieron atender tanto a los presentes en el aula como a los subgrupos que por el día no están convocados, y tienen que seguir la dinámica desde sus casas. En distintos centros educativos consultados hubo buena respuesta a la dinámica.

Desde el liceo departamental de Soriano señalaron que se cita a los estudiantes que no se conectan a las propuestas a distancia y a sus familias. Mencionaron que “hay realidades del chico que no se pudo conectar, y hay los que no porque no quiso”.

Asistencia diversa

En la ronda de llamados por liceos del interior del país, El Observador constató niveles de asistencia que varían entre 70% y más de 90%. En casos específicos, el porcentaje disminuye, como ocurrió en en el liceo departamental de Florida durante la ola de frío de la semana pasada, donde se registró una asistencia del 55% de los convocados.

Tras varios intentos de contactar a la dirección del Consejo de Educación Secundaria para obtener valores más completos, El Observador no obtuvo respuesta.

Todos los consultados coincidieron en que los días fríos o de lluvia suponen una causa para las bajas en la asistencia.

Algunos centros educativos como los liceos duraznenses de Sarandí del Yí y Blanquillo señalaron la baja de frecuencia de ómnibus del transporte colectivo como otro factor que repercute en la asistencia.

A modo de ejemplo, el liceo de Blanquillo queda a unos 100 km de la ciudad de Durazno, y solo cuenta con dos líneas de autobuses que a raíz de la emergencia sanitaria han reducido su frecuencia. Según señalan, esto complica en especial al personal docente.

Otro factor indicado fue el turno al que asisten los estudiantes. En el caso del Liceo N°3 de Las Piedras, explican que en el diurno hay una “alta asistencia”, considerando que los adolescentes son más chicos. Durante el turno nocturno, en cambio, hay una “baja asistencia”, comprobada en una ocasión con la concurrencia de solo 45 estudiantes dentro de los 175 convocados aquella fecha.

Ante este escenario, no se están aplicando evaluaciones tales como escritos o parciales con puntaje. No obstante, se busca mantener la devolución del trabajo a los estudiantes.

Uno de los ejemplos aludidos por Olivera, de Fenapes, consistió en la entrega de boletines que brindan al alumno un juicio acerca de sus procesos de aprendizaje. “El promedio de estudiantes ha estado vinculado de alguna forma en la institución educativa. Ha hecho, no te voy a decir todas las tareas, pero hay un altísimo porcentaje que ha estado enganchado. Esto es una forma de devolverle eso”, expuso el dirigente.