Crímenes y discriminación: el policial que confirma al heredero de Andrea Camilleri

Polvo y sombra, de Antonio Manzini, presenta a un Rocco Schiavone más en forma que nunca y sin pelos en la lengua a la hora de criticar al sistema y a la sociedad italiana

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06 de marzo de 2020 a las 05:03

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A muchos lectores de novelas policiales se les dibujó una mueca en el rostro cuando se anunció, ya hace varios años, que Antonio Manzini era el sucesor de Andrea Camilleri, creador del legendario Comisario Montalbano. Esa incredulidad creció y se justificó cuando llegaron a las librerías uruguayas las primeras novelas protagonizadas por el subjefe Rocco Schiavone, un personaje mucho menos simpático que el jefe de Catarella, con un sentido de la justicia muy discutible y varias manchas negras en su currículum. 

Por si fuera poco, al comienzo de la saga no quedaba claro qué clase de escritor era Manzini, que de un texto a otro cambiaba de registro y de énfasis. A una novela llena de acción le seguía una lacónica, a una centrada en el ambiente y la geografía, una psicológica.

Todo cambió con 7-7-2007, un texto donde, casi por arte de magia, Manzini logró conjugar todas sus virtudes y eliminar todos sus defectos, ofreciendo una obra redonda y sin fisuras, que contó con la aprobación de lectores de todo el mundo. Esto se debió, entre otras cosas, a que el texto dejaba claro el porqué de la amargura existencial del policía. Sus dudas sobre la justicia divina y terrenal tras el asesinato de su mujer, su propensión a saltarse todas las reglas del sistema legal, y su carácter agrio y sardónico, quedaron perfectamente explicados.

Pero también estaba muy bien escrita, como este último trabajo, Polvo y sombra, donde nuevamente el autor presenta un texto impecable, que conjuga intriga, humor y sabiduría literaria, con el agregado de que esta vez hay un énfasis especial en denunciar varios aspectos negativos de la sociedad italiana actual. 

Desde el destrato y los prejuicios hacia los transexuales hasta el bullying escolar de cada día, pasando por una crítica muy seria a la política de seguridad del estado que hace que unos muertos valgan más que otros, nadie se salva en una novela que al mismo tiempo entretiene y dice cosa importantes.

El cadáver de un transexual que aparece en un río es el puntapié inicial de una historia que se bifurca en mil senderos, llena de personajes potencialmente sospechosos, la mayoría de ellos con doble cara y una moral que brilla por su ausencia.  

Del respetable comerciante que le alquilaba en negro el apartamento para que ejerciera la prostitución y que lo describe como un bicho mitad hombre mitad mujer, hasta la viuda de un militar, vecina de la víctima, que se alegra con la noticia o el borracho que se muestra apenado por el crimen pero que no lo está, todos son algo más que simples personajes. Representan, cada uno a su modo, toda la gama de prejuicios que deben soportar quienes han decidido cambiar de sexo o vivir de una forma diferente a lo que la biología indica.

Manzini también se luce cuando critica con dureza el papel de las autoridades de los centros de enseñanza, que no hacen nada ante el acoso que sufre el adolescente Gabriele, gordo, sensible y muy ignorante, que es maltratado en el instituto sin que nadie mueva un dedo. Cuando Schiavonne le da unas clases de defensa personal y el chico se defiende, es llamado al orden de inmediato y será el policía quien dé la cara por él, en un enfrentamiento memorable con el director del centro.

Pero no todo es crítica social, ya que el humor se cuela cada dos páginas a través de situaciones verosímiles como un cambio de despacho que enloquece a Schiavone, los disparates cotidianos de varios agentes pintorescos y la introducción de un personaje nuevo y sobresaliente, que es la policía científica Michela Gambino, una mujer tan bella como paranoica, que habla constantemente de conspiraciones internacionales, cada una más hilarante que la anterior, lo que le agrega un toque de comedia genial a la novela.

Polvo y sombra, con su sabia mezcla de ingredientes, resulta un cocktail explosivo y es una clara muestra de que el autor italiano llegó para quedarse. 
    

   
 
 

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