Se reedita La forma del agua de Andrea Camilleri

El de Camilleri y su comisario Montalbano es uno de esos casos donde no se sabe quién morirá primero, si el autor o el personaje. Con 92 años a sus espaldas y una ceguera casi total, el escritor italiano se niega todavía a colgar los botines y jubilar para siempre al policía siciliano que a base de ingenio, carisma y un fino paladar culinario le dio prestigio y fama internacional.

Con más de 30 títulos publicados si se cuentan los libros de relatos cortos y dos series de televisión de muy buena factura que se emiten hasta el día de hoy, se puede decir que el comisario más famoso de Europa tiene cuerda para rato, a pesar de que todo empezó en el lejano 1994, cuando se publicó por primera vez La forma del agua, primera novela de la serie que ahora se reedita.

Para quien ha leído los libros de la serie policial sin un orden estricto según se iban traduciendo al español, no deja de ser una experiencia singular ir al inicio de todo el asunto. Retroceder hasta la infancia del personaje y observar cómo ha ido mutando con el paso del tiempo, tanto como la ha hecho la escritura de su creador.

A poco de comenzar la lectura se tienen dos conceptos claros. Uno es que La forma del agua, como todas las novelas de su primera etapa, presenta un crimen original, una investigación bien desarrollada y una crítica social marcada. El otro es que, en esta primera pieza de la serie, ya están todos los ingredientes que le harían un lugar en la literatura italiana: la comedia, los personajes secundarios memorables, la ajetreada vida sentimental de Montalbano, su ética pasada de moda que lo lleva a buscar siempre la verdad o la presencia amenazante de la mafia.

El hallazgo del cuerpo sin vida del intachable ingeniero y político Silvio Luparello en un paraje donde la prostitución se desarrolla cada noche es el puntapié inicial de una historia que atrapa al lector con rapidez. La escena que pinta Camilleri, con el hombre respetable en calzoncillos, muerto dentro de su lujoso BMW, resulta imperdible.

Sorprende, por el contraste, la actitud proactiva de Montalbano durante todo este primer caso. No es aún el comisario que resolverá casi todo sin moverse de su restaurante preferido o desde la comisaria. En este caso investiga, va a hablar con todos los testigos, sigue pistas e incluso está dispuesto a falsificar pruebas para que algún inocente no salga perjudicado.

La violencia, la extorsión y el asesinato de varios personajes son matizados por el constante recurso del humor, que en el caso de Camilleri siempre tiene un costado social. Ese tono picaresco se observa, sobre todo, en las presiones que recibe Montalbano dada la enjundia del muerto. Lo llaman de la gobernación, de la iglesia, lo llama el juez, su jefe superior y hasta los familiares directos del fallecido. Y Montalbano juega con todos ellos.

Hay frase memorables, como la del médico forense Pasquano, ese hombre de carácter imposible que después de recoger el cadáver del político y decirle a Montalbano que la autopsia demorará, pues hay otros muertos antes, expresa más tarde: "Me han obligado a dar preferencia a Luparello, exactamente igual que cuando vivía. Pero ¿es que hasta muerto tiene este hombre que pasar por delante de los demás?".