Leonardo Carreño

Cuando la verdad (aunque no tanto la Justicia) se hacen causa nacional

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23 de mayo de 2020 a las 05:02

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Esta semana la Marcha del Silencio se hizo en un contexto único. No solo porque fue el año número 25 en que familiares de desaparecidos reclamaron, de nuevo y en paz –con esa persistencia que solo te da el amor–, saber dónde y cómo murieron sus seres queridos y quiénes los mataron. También porque se dio en medio de una pandemia, lo que obligó a aguzar el ingenio en materia comunicacional, algo que además se hizo con maestría, inundando redes sociales y medios masivos de comunicación tanto o más que si la marcha se hubiera caminado paso a paso a lo largo de 18 de Julio, como en las 24 ediciones pasadas.

Lo que vimos en imágenes (entre ellas el cuidado proyecto Imágenes del Silencio) fue manifestación y al mismo tiempo disparador de algo que ha evolucionado a paso muy lento en esta sociedad: el reconocimiento de que el reclamo no es una cuestión de unos pocos ni de un partido político y ni siquiera producto de un contexto histórico particular. Todavía hay uruguayos que retrucan “¿Y qué habrán hecho para ser ‘desaparecidos’?”, pero son menos, muchos menos. Y esto debe ser motivo de alegría, entre tanta tristeza por las preguntas de los familiares que siguen sin respuesta. Porque denota humanidad, respeto por la vida –la de ellos y la de todos– y porque, quiero creer con toda mi esperanza, nos enseña a que de verdad Nunca más y que todos somos parte de ese Nunca más.

Hace mucho tiempo le hice una entrevista a uno de estos familiares. Era muy joven, no había tenido casi contacto con la dictadura que reconocí en mi adolescencia despreocupada pero que apenas sufrí en carne propia como sí lo hicieron tantos miles de uruguayos de una y otra manera. Llegué a esa nota tal vez con la misma ignorancia de mis años adolescentes. No recuerdo los pormenores pero sí lo que me dijo esa madre y fue algo así: “Si mi hijo viviera hoy sería muy diferente al muchacho que vi por última vez, sin saber que era la última vez. Pero en todos lados, cuando vea un muchacho de su edad caminando por la calle, miro su nuca, la forma en que termina su corte de pelo, y me pregunto contra toda lógica si no será mi hijo. Sé que no lo es. Pero me encuentro en esa situación todo el tiempo”.

Recuerdo que entonces se me llenaron los ojos de lágrimas. No tenía hijos todavía, pero pensé en mis hermanas y por primera vez intenté ponerme en el lugar de esa madre desde mi inconsciencia juvenil. ¿Qué sentiría, qué haría si alguien me hubiera robado a una de mis hermanas, la hubiera “borrado” del planeta y nunca nunca más hubiera sabido más nada de ella? He pensado muchas veces en las palabras de esa madre, muchas veces mientras sostenía en brazos a mis hijos bebés, muchas veces mientras les acariciaba la nuca en ese lugar donde nace el pelo, ese lugar que las madres tenemos el privilegio de acariciar infinitas veces, incluso cuando ellos ya protestan. Y cada 20 de mayo la recuerdo e intento honrarla de la única manera que puedo hacerlo: manifestando que su reclamo es, ayer como hoy, legítimo, necesario y humano. Y que merece incluso, tanto ahora como antes, respuestas y justicia.

Este año sentí que su reclamo se multiplicaba por miles y miles, en parte tal vez por esta circunstancia tan especial que generó la pandemia. Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos decidieron con el mejor tino que esta vez la marcha sería en silencio y en ausencia (la misma que guardan en sus almas por los seres queridos asesinados), y lograron que fuera tal vez de las más presentes de este cuarto de siglo.

Camilo dos Santos

Además de las manifestaciones individuales de miles de uruguayos (“Presente”) no hubo un solo partido político que discutiera –al menos públicamente– los motivos y razones que impulsan este reclamo; algunos con mayor convencimiento, otros no tanto, pero ya nadie los niega. El universo de la política es, aunque a veces nos queremos hacer los desentendidos, una representación bastante fiel de lo que somos y pensamos los uruguayos. Recuerden las reacciones a fines de los 80, con un gobierno de Julio María Sanguinetti que le sacó el cuerpo al tema desaparecidos en un contexto histórico, es cierto, muy diferente al que ahora vivimos. Recuerden las que le siguieron, incluso en medio de un gobierno como el de Jorge Batlle en el que se abrió una rendija de verdad de la mano de la Comisión para la Paz. Recuerden incluso todo lo que pasó en los últimos 15 años, a pesar del apoyo indiscutible que los gobiernos del Frente Amplio le dieron a la búsqueda de la verdad ya sumada a justicia.

Es buena cosa que la búsqueda de los desaparecidos no tenga color político porque los derechos humanos no tienen color político. Solo tienen color humano y esto no implica minimizar ninguno de los pasos que el Frente Amplio caminó para apoyar esta causa.

El actual presidente Luis Lacalle Pou también evolucionó sobre el tema. En la campaña de 2013 dijo que había que “cerrar un capítulo” y por eso consideraba que debían detenerse las excavaciones; en esta campaña que lo llevó a la Presidencia admitió que esa postura había sido su “error más grande”. Su gobierno, hasta el momento, ha respetado todos los compromisos asumidos por los del FA y aseguró la continuación de las excavaciones. Matilde Rodríguez Larreta, viuda de Héctor Gutiérrez Ruiz, es la nueva presidenta de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente. Esta semana la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (Inddhh) presentó su primer informe sobre la búsqueda de detenidos desaparecidos. Desde ese organismo se destacó que no han sido recibidos por el presidente, con quien pidieron una reunión, pero sí por la vicepresidenta y el ministro de Defensa.

El caso de Guido Manini Ríos, excomandante en jefe y protagonista central del episodio del tribunal militar que destapó verdades que Gavazzo no había contado, es algo diferente. En campaña había dicho que un gobierno de Cabildo Abierto iba a “continuar con la búsqueda de desaparecidos”. “Toda información que haya, creíble y realista, la vamos a explorar”, había agregado. Pero, al mismo tiempo, decía: “Para no hablar de los temas centrales muchas veces se utilizan estos temas o algo que pasó hace medio siglo, que realmente no aporta a las soluciones que la gente de carne y hueso quiere”. La “inseguridad galopante”, “la mitad de los niños, que nacen en el quintil más pobre de la población”, o “la educación pública sin calidad”; los problemas mencionados por Manini Ríos son tan reales como la necesidad ya no de un grupo de personas sino de una sociedad entera de no olvidar el valor de la verdad y la necesidad de justicia.

El año pasado Opción Consultores preguntó, en una de las encuestas que realizó durante la campaña, si los militares habían colaborado mucho, bastante, poco o nada en la aclaración del tema de los desaparecidos. El 58% consideró que poco o nada y si bien hay diferencias según el partido (los votantes del FA superan el 70% al elegir estas opciones), en todos los casos se llega al menos al 50%.

“En Uruguay hubo terrorismo de Estado, que no es lo mismo que guerra civil o grupos violentos”, dijo el miércoles Santiago Gutiérrez, nieto de Héctor Gutiérrez Ruiz, asesinado junto a Zelmar Michelini en Buenos Aires por fuerzas mlitares que coordinaban con las de Uruguay. “No es que (la historia) se esté contando mal, sino que a veces no se está contando o vemos algunas declaraciones lamentables como las del general Guido Manini Ríos", agregó. Su definición clara, de la boca de un muchacho del Partido Nacional de 19 años, demuestra que el reclamo tiene tanta vigencia como siempre.

Todavía falta mucho, porque los que tienen la verdad no hablan. Mientras tanto, aunque no es suficiente, prefiero este Uruguay en el que cada vez hay menos negadores y cada vez más seres humanos que eligen empatizar con quienes preguntan y lo seguirán haciendo hasta el final de sus días, si es necesario. Estas madres y familiares ya nos dejaron una herencia invaluable que se reproducirá en las generaciones que vienen y que, tal vez, las hará mejores si les toca enfrentar alguna vez al terrorismo de Estado: la de seguir preguntando y la de seguir reclamando Justicia.

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