Nadia Shira Cohen/ The New York Times

Dejemos que el pasado nos sirva de guía para salir de la pandemia

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24 de diciembre de 2020 a las 11:48

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Por Andrew Hill

La historia nos ofrece lecciones, incluyendo una versión muy temprana de “hacer clic y recoger”.

Durante los primeros meses de la pandemia, la región del Véneto –cuya capital es Venecia– experimentó una tasa de mortalidad más baja que Lombardía, su rica vecina en el norte de Italia. En abril, los médicos ofrecieron una posible razón para sus divergentes fortunas: la historia y, específicamente, la larga experiencia de la región en el manejo de enfermedades infecciosas.

La Venecia medieval era, indudablemente, una organización de aprendizaje. Su cuarentena de 40 días para los buques mercantes y sus tripulaciones potencialmente pestilentes fue iniciada por el puerto adriático de Ragusa (actualmente Dubrovnik) al sureste. La ciudad también tomó prestada la idea de construir un hospital dedicado a la peste y modeló su consejo de salud permanente basándose en un concepto desarrollado por los milaneses, señaló la historiadora Rosa Salzberg, de la Universidad de Warwick, durante una reciente serie de talleres que ponen la pandemia en una perspectiva histórica.

Así como Venecia aprendió de Ragusa y de Milán, los gobiernos nacionales deberían haber asimilado las lecciones de sus homólogos más al este, conforme el coronavirus se extendía por el mundo entero. Numerosas empresas de Europa y de EEUU de hecho reaccionaron ante las advertencias tempranas de las filiales chinas. Sin embargo, los gobiernos fueron más indiferentes. Incluso mientras se apresuraban a ponerse al día, en gran medida ignoraron –y siguen ignorando– los paralelos históricos potencialmente útiles.

Se ha “hablado mucho acerca de la 'nueva normalidad' y de la 'antigua normalidad', pero como historiadores sabemos que la normalidad de hoy no era tan normal ayer”, señaló Frank Trentmann, un historiador de la cultura de consumo del Colegio Birkbeck, durante el último taller de la serie, organizada por el Centro de Historia Raphael Samuel y la Universidad Metropolitana de Manchester.

Las epidemias pasadas han mostrado, por ejemplo, cómo la economía y la salud pública siempre están en tensión durante tales crisis. La peste era más letal que el coronavirus, pero entonces, como ahora, los dueños de negocios trabajaron arduamente para mantener el comercio, cambiando las reglas o tratando de eludirlas. Venecia utilizó la cuarentena porque quería mantener el comercio, no obstaculizarlo. Cuando la plaga azotó a los comerciantes locales en lo que actualmente es la frontera franco-italiana, ellos idearon lo que un historiador describió como “un tipo moderno temprano de ‘hacer clic y recoger’”, dejando los productos en la cima de la montaña para que los clientes del valle vecino los recogieran.

Los riesgos económicos también eran mayores para toda la comunidad. Matt Vester, de la Universidad de West Virginia, explicó que los aldeanos alpinos habían reconocido que la imposibilidad de comerciar o de recoger la cosecha reduciría los ingresos necesarios para comprar alimentos y provisiones vitales. Trabajar desde la casa no era una opción entonces, a diferencia de hoy día, cuando algunas personas “pueden continuar sus actividades económicas con un impacto relativamente insignificante” debido a la pandemia, pero el pasado sin embargo ofrecía evidencia de que la gente seguramente se resistiría a un confinamiento prolongado.

La contraproducente retórica bélica de los políticos también es familiar. Uno de los talleres de historia recientes coincidió con una conferencia de prensa de Downing Street en la que Boris Johnson instó al pueblo británico a no “quitarle el pie de la garganta a la bestia”, la inclinación que ha existido durante milenios de tratar a una enfermedad peligrosa como un tipo de otredad. El inútil “lenguaje sobreapocalíptico” también fue una característica de las respuestas ante las recientes epidemias, según Virginia Berridge, quien estudia políticas de salud pública en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM, por sus siglas en inglés).

Desde la segunda guerra mundial, ella explicó, los gobiernos también han utilizado la excusa de las epidemias para deshacerse de las agencias que no les gustan y para promover las agendas que prefieren. La decisión del gobierno del Reino Unido de reemplazar al organismo independiente Salud Pública de Inglaterra (PHE, por sus siglas en inglés) en medio de la pandemia se hace eco de la reorganización que dio vida al PHE después de los brotes de gripe porcina de hace una década.

Nadie querría que los gobiernos fueran esclavos de la historia. Sin embargo, me sorprende lo carente de historia que ha sido la respuesta ante esta crisis.

Los gobiernos han afirmado seguir la ciencia. Comprensiblemente, ahora miran hacia un futuro con vacunas. Comparemos las empresas que usan su historia como referencia para que les ayude a moldear la estrategia, o los gobernantes venecianos que, durante siglos, desarrollaron una infraestructura de salud pública permanente, con una empresa o un líder que, en contraste, simplemente reacciona ante las crisis. Comparemos también la respuesta ante la epidemia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) de la década de 1980, cuando los especialistas en ética y los historiadores intervinieron para discutir el conflicto entre las libertades individuales y las soluciones de salud pública. En ese caso, ha señalado la profesora Berridge, “no había un modelo a seguir y la gente recurría más a la historia” para enmarcar una respuesta a una enfermedad que parecía intratable.

Los gobiernos, las compañías y las personas ahora quieren “volver a lo que consideran normal”, indicó el profesor Trentmann. “Tienen la idea de que lo que tenemos es un corte en la película y que podemos unir las dos partes, y no tenemos que pensar de manera radical acerca de un futuro alternativo”. Al ignorar el pasado, corremos el riesgo no sólo de repetir antiguos errores, sino también de perder pistas históricas de cómo utilizar una crisis para producir un cambio positivo.

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