Inés Guimaraens

Después de Líber y Tabaré, ¿quién?

El Frente Amplio enfrenta la compleja renovación de liderazgos, en un escenario nuevo: ser oposición luego de haber gobernado

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13 de diciembre de 2020 a las 05:00

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Hace justo 50 años, en diciembre de 1970, dirigentes de varios partidos políticos tomaban las decisiones para crear el Frente Amplio. Justo muere Tabaré Vázquez cuando se cumple medio siglo de aquellos actos. El 5 de diciembre, Zelmar Michelini se iría del lema Partido Colorado; el día 6, el Partido Demócrata Cristiano tomaría la decisión de participar de la nueva coalición (y cedería su lema para agrupar a todos); un día después haría algo similar el blanco Rodríguez Camusso, y así cada. El Partido Comunista, que venía trabajando por esto desde hacía años, realizaba su XX Congreso bajo la consigna “La unidad conquistará el poder”.

Tenían todo, o casi todo: pero no tenían un candidato seguro y mucho menos un líder común. Ni soñaban con un líder por encima de todos los partidos o sectores, porque justamente eran una coalición.

Poco después surgiría la figura de Líber Seregni, candidato primero, líder después, que brillaría con luz propia. Desde entonces, en estos 50 años, el Frente Amplio tuvo solo dos líderes de toda la coalición: Seregni y Vázquez.

Hubo otros, candidatos, líderes sectoriales o presidentes orgánicos; pero solo dos fueron los líderes de toda la izquierda.

El Frente nació con múltiples liderazgos, luego Seregni asumió la conducción, después fue reemplazado por Vázquez, y a poco tiempo de llegar al gobierno, la izquierda quedó con una tríada potente de un líder general y dos líderes que reflejaron las dos grandes alas: una que tiene meta socialista o similar, con José “Pepe” Mujica, y otra de izquierda que acepta el capitalismo, con Danilo Astori (obviamente hay una simplificación en esa definición, pero ajustada a lo real).

Eso ya no está como tal.

¿Y ahora? La sucesión o reemplazo de líderes no es cosa simple.

El caso es que Tabaré Vázquez era “presidente honorario”, o sea que era un “líder simbólico”, con peso de su popularidad, pero sin cometidos específicos. No estaba en la dirección política, ni era consultado para la toma de decisiones.

No tenía sector político propio, ni tampoco una corriente transversal a los grupos. Había llegado al Frente Amplio como hombre del Partido Socialista pero molesto por un pronunciamiento crítico de su veto a la Ley de Aborto, renunció el 24 de noviembre de 2008. Desde entonces, no tuvo sector propio y tampoco se generó una suerte de “vasquismo” o algo parecido.

Aunque volvió a ser candidato en 2014, aquel período de la Presidencia de Mujica lo tuvo al margen de la acción partidaria.

Volvió a ganar y lideró el gobierno, pero no al Frente, y eso fue uno de los motivos de una gestión que sufrió desgaste rápido y desaprobación popular.

O sea que la izquierda no está en el desafío de reemplazar a Vázquez, porque él ya no estaba ni en un cargo orgánico, ni en un puesto de referencia para las decisiones.

Aquel caudillo omnipotente comenzó a diluirse cuando le pasó la banda presidencial a “Pepe” Mujica, o quizá antes. Veamos su vida política en tres etapas.

- Hay una primera etapa que va da desde que emerge como candidato a intendente y levanta a un caído Frente con su campaña de “delo por hecho”, hasta mitad de su mandato cuando comienza a ser cuestionado por una parte de la coalición, y queda claro que deja de ser el líder de todo el FA.

Tanto en la campaña 1989, como en la gestión de la IMM, su carrera hacia 1994 con la creación del Encuentro Progresista, el desplazamiento de Seregni en 1996, el referéndum contra reforma de ANCAP de 2003 (que habían co-redactado senadores frentistas), y la campaña victoriosa de 2004, en todo eso, Tabaré hizo lo que quiso. Y el resto le hacía la venia.

- Hay una segunda etapa que asoma en su primer gobierno y que es con liderados que le dicen al líder que no están dispuestos a aceptar todas sus decisiones, y que debe contemplar la posición de los grupos. Un episodio se cristaliza el 15 de julio de 2006, cuando el Plenario Nacional rechaza la negociación por un TLC con los Estados Unidos, luego que Tabaré aceptara la oferta de George Busch.

Un segundo episodio se da en el verano de 2008, cuando Mujica lo desafía en la cara; le dice que no acepta su decisión de impulsar a Danilo Astori como candidato presidencial, y que él le dará batalla en las internas.

Un tercer episodio se dio a fin de ese año, con la votación de la ley de aborto, que el presidente rechazaba.

Ya no era líder de todo el Frente, porque Mujica lideraba a la franja de militancia más grande (MP y PCU) y ya no imponía su voluntad en asuntos de importancia.

- Hay una tercera etapa de liderazgo condicionado y aceptado por conveniencia. Al dejar el gobierno en 2010, no siguió en la arena partidaria, sino que se concentró en su profesión de la medicina y en su familia, sin encuentros partidarias para tejer estrategias políticas, ni pronunciamientos políticos (salvo cuando lo hizo para decir que se retiraba del todo, molesto por críticas tras el episodio con ex alumnos del Colegio “Monte VI”).

El Frente lo llamó porque lo precisaba para ganar, pero ya no lo quería dejar gobernar tan libre, y él armó un gabinete a su antojo para tener mando, pero todo fue complicado.

Había vuelto menos político, menos izquierdista, menos paciente.

La evolución de esas tres etapas haría pensar que la renovación es menos traumática de lo que parece, pero aunque efectivamente estuviera alejado de la conducción, la sucesión de liderazgos afecta seriamente al Frente Amplio.

La izquierda ha logrado una razonable renovación de dirigentes, surgidos en la escuela de cada corriente política interna, con buena capacidad de conducir sus grupos. No hay en el horizonte un líder común, y la elección del nuevo presidente, en lugar de Javier Miranda, parece apuntar a un secretario político ejecutivo, que no tenga pretensiones de liderar.

Eso se da en un tiempo nuevo, que no es volver a la oposición sino más complejo: ser oposición luego de haber sido gobierno.

Un colegiado es lo mejor que puede alcanzar el Frente hoy, pero no es lo mejor para conducir a la izquierda en tiempos que determinan desafíos políticos muy exigentes.

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